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Cómo una rana pequeña logra cazar a uno de los insectos más temidos del planeta

Una rana común y pequeña en Asia es capaz de devorar avispones gigantes, incluido el temido Vespa mandarinia, uno de los insectos más peligrosos del mundo, sin sufrir daños.

Redacción Ciencia

05 de diciembre de 2025 - 04:47 p. m.
Shinji Sugiura, biólogo de la Universidad de Kobe, descubrió que la rana de estanque de manchas negras parece no sufrir daños ni inmutarse ante las picaduras venenosas de avispones como el avispón gigante asiático, el más grande del mundo. © Shinji Sugiura, Ecosphere 2025 (DOI 10.1002/ecs2.70457) (CC BY)
Foto: Shinji Sugiura, Ecosphere
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La depredación ha impulsado la evolución de estrategias defensivas en los animales presa. Las avispas, las abejas, las hormigas y los escorpiones, por ejemplo, desarrollaron y utilizan veneno capaz de infligir un dolor intenso para disuadir a sus depredadores. Sin embargo, y como en una carrera, algunos animales han desarrollado una alta tolerancia a estas picaduras. Los lagartos cornudos han desarrollado una resistencia basada en plasma al veneno de las hormigas cosechadoras, lo que les permite cazarlas sin sufrir efectos tóxicos.

Un caso especialmente particular es el de los llamados avispones. El término hace alusión a las avispas del género Vespa (Hymenoptera: Vespidae), que incluye 22 especies en todo el mundo que originalmente se distribuyeron en Asia y Europa. Poseen cuerpos grandes y almacenan cantidades sustanciales de veneno. De hecho, el avispón más grande del mundo, Vespa mandarinia, que tiene un aguijón largo, venenoso y doloroso, se considera uno de los insectos más peligrosos del mundo. Aunque se distribuyó originalmente en Asia, se introdujo de forma accidental a América del Norte en 2019 y desde entonces se hizo ampliamente conocido y temido como el “avispón asesino”.

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Aun así, se han encontrado avispones adultos en el estómago de la rana de estanque Pelophylax nigromaculatus. Para entender mejor esa relación depredador presa, un grupo de investigadores presentó en laboratorio varias ranas de esta especie frente a obreras de tres avispas: Vespa simillima, Vespa analis y Vespa mandarinia. Las tres especies podían picar, y de hecho, lo hicieron. Durante los ataques, las ranas recibieron aguijonazos en distintas partes del cuerpo, pero aun así continuaron intentando capturar a las avispas.

En un artículo científico publicado en la revista Ecosphere, los investigadores señalan, para dimensionar esto, que una sola picadura de algunas avispas del género Vespa puede matar a pequeños vertebrados. En estudios previos, se ha demostrado que especies como Vespa simillima y el avispón gigante Vespa mandarinia pueden inyectar, con una sola picadura, suficiente veneno para causar la muerte del 50 % de los ratones en pruebas de laboratorio.

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Lo llamativo es que las ranas utilizadas en este estudio pesaban entre 6 y 76 gramos, mucho menos que los ratones empleados en esos experimentos del pasado. Aun así, aunque muchas de ellas recibieron varias picaduras durante los encuentros experimentales, ninguna murió. Al contrario, todas retomaron su comportamiento normal poco después y, en la mayoría de los casos, terminaron comiendo a las avispas, incluso cuando se trataba del temido V. mandarinia. Este hallazgo, se lee en el estudio, confirma que estas ranas no solo sobreviven al veneno, sino que también son depredadoras exitosas de insectos que deberían representar un riesgo letal para otros vertebrados. (Puede ver: Podría haber 560.000 satélites en el espacio para 2037)

Un punto importante discutido por los autores es que el dolor y la letalidad del veneno no siempre van de la mano. Algunos insectos producen picaduras muy dolorosas, pero no mortales; otros, en cambio, inoculan toxinas altamente letales sin causar un dolor intenso. Siguiendo esta lógica, el comportamiento observado en las ranas sugiere que la especie Pelophylax nigromaculatus es capaz de tolerar tanto los efectos potencialmente mortales del veneno como el dolor intenso que este suele producir. Esta doble tolerancia (a la toxicidad y al dolor) podría ser clave, dice la investigación para entender cómo estas ranas logran depredar a insectos tan peligrosos sin consecuencias graves.

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La biología del aparato digestivo y bucal de las ranas también podría explicar parte de esta tolerancia. Estos animales están adaptados para ingerir presas enteras, incluidas aquellas que son tóxicas, espinosas o capaces de defenderse activamente. Sus estructuras (lengua, paladar, garganta y estómago) están diseñadas para soportar y procesar este tipo de presas.

Además, segregan una saliva pegajosa que no solo ayuda a capturar y tragar rápidamente a los insectos, sino que también podría proteger la cavidad oral de movimientos defensivos como mordidas o aguijonazos. A esto se suma la posibilidad de que estas ranas posean mecanismos fisiológicos capaces de desintoxicar el veneno y bloquear o modular la señal de dolor.

Otro hallazgo del estudio es que las ranas más grandes parecen tolerar mejor las picaduras y tener más éxito depredando avispas. Esta observación coincide con reportes de campo en los que se han encontrado restos de avispones en el estómago de ranas grandes, como la rana toro americana o la rana arrugada japonesa. Incluso se han registrado casos de sapos devorando hormigas gigantes conocidas por tener una de las picaduras más dolorosas del mundo. (Vea: Instalarán nuevos equipos para monitorear el Puracé)

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Sin embargo, el estudio tiene limitaciones que es importante mencionar. Cada rana fue sometida a un solo ensayo, de modo que no está claro si la exposición repetida a picaduras podría generar una aversión aprendida. Es posible que, por hambre o falta de experiencia, las ranas ataquen inicialmente todo lo que se mueve, incluyendo avispas venenosas; pero también podría ocurrir que después de varias experiencias dolorosas comiencen a evitarlas.

“Esto plantea una pregunta importante para trabajos futuros”, explica el autor principal del estudio, Shinji Sugiura, biólogo de la Universidad de Kobe, en una nota de prensa publicada por la institución académica: “saber, si las ranas de estanque poseen mecanismos fisiológicos como barreras físicas o proteínas que bloquean el dolor y la toxicidad del veneno de avispón, o si las toxinas de avispón simplemente no han evolucionado para ser efectivas en los anfibios, que rara vez atacan a las colonias de avispones”.

En otras palabras, falta saber si las ranas tienen algún tipo de protección natural contra el veneno o si, sencillamente, ese veneno casi no les hace efecto porque no evolucionó para dañarlas. Por lo tanto, estas ranas también podrían servir como valiosos organismos modelo para estudiar los mecanismos fisiológicos subyacentes a la tolerancia al veneno y la resistencia al dolor en vertebrados en el futuro, concluye la investigación.

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