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Los macacos de cola larga (Macaca fascicularis) se encuentran en el centro de un intenso y delicado debate científico. Por un lado, son primates ampliamente utilizados en la investigación biomédica por sus grandes similitudes fisiológicas y genéticas con los seres humanos. Su aporte ha sido tan importante que cinco de los veinte medicamentos más recetados en el mundo se desarrollaron gracias a estudios realizados con esta especie. La investigación con estos monos ha sido clave para los avances en medicina regenerativa, inmunología, oncología, farmacología y el desarrollo de vacunas, incluidas la del Covid-19.
Por otro lado, desde hace algunos años está creciendo la preocupación sobre el estado de las poblaciones silvestres de estos monos. Organizaciones ambientales advierten que podrían estar acercándose a una situación crítica de conservación.
El último capítulo de esta discusión sucedió a inicios de este mes. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la autoridad mundial sobre el estado de la biodiversidad y los recursos naturales, reconocida por su Lista Roja de Especies Amenazadas, publicó una decisión muy controvertida. En una nueva actualización, mantuvo la determinación del estado de “En peligro” de estos monos. En términos simples, esta categoría significa que la especie enfrenta un riesgo de extinción en estado silvestre.
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De acuerdo con la UICN, la evaluación se fundamentó en múltiples criterios que evidencian una disminución importante de la población de macacos de cola larga en las tres últimas generaciones. Esta reducción se atribuye al impacto combinado de varias amenazas: la pérdida y degradación del hábitat, los conflictos entre humanos y fauna silvestre, el comercio de mascotas, la caza de subsistencia y el comercio internacional con fines de investigación farmacéutica y biomédica. La organización internacional advierte que, dado que estas presiones no han sido mitigadas, la disminución de la población y del área que ocupa la especie probablemente continuará en los próximos años.
Hay una larga historia detrás de esta noticia. En junio de 2022, la UICN clasificó a los macacos de cola larga como especie en peligro de extinción. Sin embargo, la Asociación Nacional para la Investigación Biomédica (NABR), una organización estadounidense sin ánimo de lucro que representa y defiende los intereses de las instituciones que utilizan animales en la investigación biomédica, científica y educativa, impugnó esa reclasificación. Esta organización defiende que ningún gobierno considera a estos monos en peligro de extinción y que las “publicaciones científicas revisadas por pares demuestran que la determinación de la UICN, y la información utilizada en ella, son erróneas”.
Después de una revisión de esa petición, el Comité de Estándares y Peticiones de la UICN aprobó una reevaluación. Precisamente, y después de esa nueva revisión, la UICN reafirmó la condición de especie en peligro de extinción de los macacos de cola larga.
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La NABR criticó nuevamente la decisión, alegando que “la información utilizada en la determinación es defectuosa y no está respaldada”. Los científicos agremiados allí creen que una clasificación en este sentido podría poner en riesgo investigaciones biomédicas que consideran esenciales y que dependen de esta especie como modelo experimental.
“La NABR lamenta que, ante la abrumadora evidencia científica, la UICN haya cedido a la presión de activistas animales para sugerir que el mono “LTM” está en riesgo”, declaró Matthew R. Bailey, presidente de la NABR. “La información científica disponible demuestra claramente que esta especie no está en riesgo y, de hecho, se considera invasora en varios países. Es incomprensible que la UICN afirme que la especie está en riesgo y, al mismo tiempo, que es una de las especies más invasoras del mundo”. Es cierto que, según una publicación titulada “100 de las peores especies exóticas invasoras del mundo”, la UICN reconoce a los monos de cola larga como una especie “invasora”.
Sin embargo, organizaciones conservacionistas como PETA celebraron la noticia calificándola como “un golpe para la industria de la experimentación con primates”.
“La decisión de la UICN de volver a incluir al macaco de cola larga en la lista de especies en peligro de extinción se basa en la ciencia, no en manipulaciones, y sofoca los intentos políticos de los grupos de presión de enturbiar los hechos, sembrar dudas y seguir capturando y matando a estos monos”, afirmó Lisa Jones-Engel, científica asesora de PETA, una organización internacional dedicada a la defensa de los derechos de los animales. Con esta declaración, PETA respalda la decisión de la UICN y acusa a los grupos vinculados a la industria de la experimentación animal de intentar desacreditar la evidencia para mantener el uso de estos primates en laboratorios. “PETA insta encarecidamente al Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE. UU. a que cumpla con su labor y brinde la protección federal, tan esperada desde hace tiempo, a estos monos antes de que la industria de la experimentación animal los lleve a la extinción”, añadió.
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Si la especie llega a ser reconocida oficialmente como “en peligro” bajo la Ley de Especies en Peligro de Extinción de Estados Unidos (ESA, por sus siglas en inglés), ello implicaría restricciones más estrictas a su importación, lo que afectaría directamente a los laboratorios y centros de investigación que dependen de estos animales para sus estudios biomédicos. La discusión seguirá, seguramente, entre quienes defienden la necesidad de proteger una especie cuya población silvestre se está reduciendo y quienes argumentan que su uso controlado en la ciencia es esencial para el desarrollo médico y farmacéutico.
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