Un Premio Nobel por herramientas hechas de luz

Arthur Ashkin, Gérard Mourou y Donna Strickland compartieron el reconocimiento por sus aportes para la manipulación de los láseres. Strickland es la tercera mujer en la historia en recibir este galardón.

Redacción Vivir
03 de octubre de 2018 - 03:00 a. m.
Donna Strickland, profesora de la U. de Waterloo en Canadá.  / Reuters
Donna Strickland, profesora de la U. de Waterloo en Canadá. / Reuters
Foto: REUTERS - Peter Power

En la serie de televisión de los sesenta Star Trek, los personajes podían echar mano de un dispositivo que manipulaba objetos disparando un rayo. En 1960, la invención del primer rayo láser había alimentado la imaginación de toda una generación.

Arthur Ashkin, uno de los tres galardonados con el Premio Nobel de Física este año, trabajaba por aquella época en los legendarios Laboratorios Bell, cerca de Nueva York. Con licencia para jugar y experimentar con láseres, intuyó que la realidad tal vez no estaba tan lejos de la ficción de Star Trek y era posible usar esos rayos de luz para manipular objetos. No serían meteoritos, como en la serie de televisión, pero quizás sí el mundo microscópico.

Primero iluminó esferas transparentes de tamaño micrométrico y, efectivamente, consiguió que se movieran de inmediato. Descubrió entonces que la intensidad para mover partículas era mayor en el centro del chorro de luz. Poco a poco fue aprendiendo a usar con mayor precisión los rayos láser, hasta convertirlos en una trampa de luz. Había descubierto unas “pinzas ópticas”. En 1987, con esas pinzas logró capturar bacterias vivas sin dañarlas, y más tarde virus y muchas otras piezas pequeñas de la maquinaria de la vida.

Dos años antes de aprender a aprisionar bacterias con luz, en la Universidad de Rochester, el físico francés Gérard Mourou y la canadiense Donna Strickland abrían otro camino de utilidad para los láser. “Usando un enfoque ingenioso, lograron crear pulsos láser ultracortos de alta intensidad sin destruir el material amplificador”, señaló la Academia Sueca de Ciencias al otorgarles el Premio Nobel junto a Ashkin.

El láser se crea a través de una reacción en cadena en la que las partículas de luz, los fotones, generan más fotones, y estos pueden ser emitidos en pulsos. Al descubrir cómo “compactar” la luz de un láser, del mismo modo que se pueden manipular las ondas de radio para que sean más amplias o compactas, abrieron el camino para el desarrollo de láseres de alta intensidad. El resultado de este invento ha resultado benéfico para millones de personas en el mundo.

Las cirugías oculares correctivas que se realizan cada año para mejorar la visión son uno de los ejemplos más claros. Pero hay otras y quién sabe cuántas más por descubrir: en fotografía molecular, para cortar o taladrar agujeros en varios materiales de forma extremadamente precisa (incluso en materia viva), para almacenamiento de datos más eficiente y hasta para fabricar stents quirúrgicos que ensanchan y refuerzan los vasos sanguíneos.

Más allá del aporte a la ciencia hecho por los tres científicos, un hecho destacado este año es que Donna Strickland se ha convertido en la tercera mujer en recibir el Premio Nobel de Física. Las otras dos fueron Marie Curie y Maria Goeppert-Mayer.

“Las mujeres juegan con la cancha inclinada cuando se quieren dedicar a la ciencia”, comentó el astrofísico colombiano Juan Diego Soler, al tiempo que recordó que “la física es una de las ciencias con menos participación de mujeres, apenas 20 % en posgrado y menos de 5 % a nivel de profesores en EE. UU.”.

Por Redacción Vivir

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