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Desde hace siete días una familia está atrapada en la profundidad de las montañas del Catatumbo. Están esperando que algún helicóptero los rescate del miedo y la zozobra de saberse solos y al borde de una guerra que podría estallar más fuerte en cualquier segundo.
Durante todos estos días solo se han podido comunicar con sus vecinos, que lograron salir en caravana hasta Tibú y ser reubicados en un albergue, ellos no alcanzaron a salir. “Estamos preocupados”, dicen en los tantos mensajes de WhatsApp que le envían a una de sus vecinas que solo puede llorar y pensar en cómo sacarlos de la violencia que los acecha. Ya ha pasado una semana desde que la ola de violencia golpeó otra vez al Catatumbo y las familias siguen buscando un lugar para estar seguros. Tras la ola de asesinatos y de desplazados, las calles de Tibú están en absoluta soledad y silencio, que es interrumpido por las bombas “de rutina” que activa el batallón del Ejército que se ubica cerca al municipio.
Los más de 36 mil desplazados han llegado a diferentes albergues ubicados en Cúcuta y Tibú huyendo de la guerra latente que se cocina y parecer estar a punto de estallar aún más entre el ELN y la disidencia que comanda Calarcá Córdoba, Estado Mayor de Bloques y Frente.
La masacre de una familia entera el pasado 16 de enero, cuando viajaban entre la vía Tibú-Cúcuta fue el epicentro de esta crisis sin precedentes hace décadas en el país que llevó al Gobierno a declarar la conmoción interior y que marcó para siempre a la comunidad.
Luego la violencia se replicó en otras veredas con el asesinato de líderes sociales, población civil y firmantes de paz. Hasta ahora se cuentan 80 muertos en solo siete días.
Pero la comunidad sabe que esto puede no ser lo último y que la violencia tiende a recrudecer. En videos, audios y mensajes, los grupos armados de lado y lado advierten que están listos para responder a la ofensiva. En los últimos días, los comandantes de los bloques que tienen injerencia en Catatumbo, Jhon Mechas, Andrey Avendaño y Richard, han enviado mensajes contundentes sobre responder a las confrontaciones, a pesar de que en un primer momento aseguraran que no lo harían.
Por el lado de la guerrilla, la orden ha sido la misma: atacar y responder. Las autoridades también han respondido y el miércoles la Fiscalía reactivó las órdenes de captura contra jefes y miembros de esa guerrilla como Pablo Beltrán, quien fue el jefe negociador en ese proceso con el Gobierno de Gustavo Petro, Nicolás Rodríguez Bautista, Antonio García, y otros líderes reconocidos del grupo armado (ver balcón).
Para la comunidad de Catatumbo, lo ocurrido en la última semana trae el recuerdo amargo y cruel de la época en que los paramilitares entraron a sangre y fuego a la región en 1999. “Lo de ahora es parecido, solo que están matando a los que andan metidos en el cuento con ellos. Yo nunca he entendido por qué se pelean, lo que creo es que las FARC se están debilitando, los poquitos que quedan son los que han peleado duro siempre”, dijo un habitante de esa zona de Norte de Santander a Colombia+20.
El temor por el recrudecimiento de la violencia
La entrada a Tibú se reconoce porque las casas están marcadas por banderas blancas. Algunas llevan la virgen de Guadalupe o la de María Auxiliadora. Otras llevan letras en aerosol con la palabra “Paz en Catatumbo”.
Habitantes de la región aseguran que la presencia de militares en la zona ha sido más constante, que los ven patrullando y tienen algunos puestos de control. En la vía Cúcuta-Tibú que recorrió este diario se pueden contar por lo menos cinco tanquetas al borde de la carretera.
Pero la crisis violencia, presente en esas calles del municipio, ha traspasado fronteras y llegó también a instancias internacionales. El miércoles, durante la presentación del informe trimestral de la Misión de Verificación de la ONU ante el Consejo de Seguridad, el canciller de Colombia, Luis Gilberto Murillo, dijo que el Gobierno rechaza sin ambigüedades los crímenes de guerra y de lesa humanidad perpetrados en Catatumbo y que “no descansará” hasta llevar a la justicia a los responsables de los crímenes del Catatumbo. La ONU dijo que era la peor crisis de Colombia tras la firma del Acuerdo de Paz.
Tibú, también recibe desplazados
Los cientos de desplazados que llegaron el pasado sábado al casco urbano huyendo del miedo y la violencia desde diferentes veredas fueron reubicados en albergues y refugios improvisados. Uno de ellos es un colegio que alberga a personas de 17 veredas de Tibú en 16 salones de clases. Todos están acondicionados con colchonetas para que las 157 familias que hasta ahora se han censado puedan acomodarse y pasar el tiempo mientras guardan la esperanza de regresar a su tierra en algún momento, “cuando se enfrenten y podamos volver”, dice un campesino mientras pide que no mencionen su nombre.
Los únicos gritos que se escuchan en ese lugar, y que rompen con la tensión que se siente en Tibú, son las de los más de 100 niños que están refugiados en ese lugar. Para mantener la inocencia viva, funcionarios del ICBF y de la Alcaldía les hacen actividades diarias, les dan tortas de colores y les ponen música para que bailen, aplaudan y se rían. Mientras tanto, los adultos se quedan pensando en la tristeza, la preocupación y la melancolía que significa perderlo todo en menos de una semana.
“Nuestro trabajo está allá. Yo salí de mi finca y dejé todo botado, mis herramientas, todo. Desde diciembre se escuchaban rumores de que iban a enfrentarse. Hasta que después de la muerte de la familia yo vi que todo el mundo se empezó a ir y entonces también salí con mi esposa, mi cuñada y el abuelo”, dijo un líder mientras espera con paciencia el almuerzo que no le han podido dar a las personas de su vereda. Casi a las tres de la tarde reciben un plato de arroz con frijoles y yuca.
Al otro lado del albergue, un líder de una de las veredas refugiadas alcanza a escuchar las bombas del Ejército que parece que detonaran a la vuelta de la esquina y solo puede decir “Padre Santo”, mientras llora. Piensa en sus hijos y teme que sean reclutados en cualquier momento. Ha escuchado rumores de que en Tibú están reclutando jóvenes y hombres adultos. El rumor también dice que todo hasta ahora empieza.
Fuentes cercanas a Colombia+20 señalaron que el Ejército, comenzará las acciones ofensivas en el territorio entre hoy y mañana. Mientras tanto, la familia encerrada en las montañas solo espera que suceda algo, un milagro que los saque de una guerra que no les pertenece.
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