Eln, disidencias de las Farc de la Segunda Marquetalia y el Estado Mayor Central, Clan del Golfo (o Agc) y las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada. Esos cinco grupos armados -los más poderosos del país, cuyos ejércitos reúnen alrededor de 15.000 combatientes- llegaron a un cese al fuego bilateral con el gobierno de Gustavo Petro.
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Para entender los alcances de este acuerdo, qué compromisos supone y cómo impactará en las regiones más golpeadas por el conflicto, Colombia+20 conversó con monseñor Héctor Fabio Henao, el delegado para las relaciones Iglesia-Estado.
Henao, quien ha contribuido a la paz del país desde hace más de dos décadas, aclara que no debe confundirse el cese al fuego bilateral con el cese de hostilidades, pero resalta que este paso puede llevar a otros alivios humanitarios que mejoren la situación de las comunidades y permitan avanzar en las negociaciones con las estructuras armadas ilegales.
¿Qué es el cese al fuego y para qué sirve?
El cese al fuego funciona como un acuerdo entre las partes de manera transitoria, en este caso, con una finalidad muy clara, que es de orden humanitario. No es el fin de la confrontación, no es el fin de la conflictividad, pero tiene una función muy enfocada en los temas humanitarios en las regiones donde ha habido las confrontaciones. Al lado de eso, tiene también una un papel muy importante y es que el cese al fuego debe aclimatar y favorecer que haya confianza entre las partes para avanzar en los diálogos y negociaciones. Hubo cese al fuego con las Farc, pero también con el Eln. En 2017 hubo un cese al fuego de 101 días, en el cual se hizo también verificación y monitoreo.
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Como usted dice, el cese al fuego no significa el fin del conflicto. ¿Cuáles son los márgenes y con qué no debemos confundirlo?
Hay dos tipos de acciones que se confunden: lo uno es el cese al fuego y lo otro es el cese de hostilidades. Cuando se habla de cese al fuego se habla de las confrontaciones, de choques entre dos fuerzas, que en este caso sería las fuerzas que representan el Estado y las fuerzas que del otro lado están representando grupos al margen de la ley. Ese cese al fuego significa que van a mantener una distancia entre esos actores y, sobre todo, que no va a haber choques armados entre ellos en función de crear condiciones para avanzar hacia una salida. La finalidad es garantizar que se pueda avanzar ya con una confianza fundada en que se encontrará salidas para dar fin a la violencia de la confrontación.
Por otro lado hay otros hechos, que son las hostilidades (con distintas expresiones, como la extorsión, la persecución a las comunidades, etcétera). Eso hay que comenzar a aclimatarlo. Parte del monitoreo es insistir en que se reduzca el impacto sobre las comunidades en todos los distintos campos.
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Venimos de un 2022 con al menos 94 masacres, 187 líderes sociales asesinados, a lo que se suma el homicidio de 43 excombatientes de las Farc. ¿Cómo reciben las comunidades este anuncio?
Nosotros hicimos una serie de visitas a los territorios para escuchar expectativas sobre las salidas humanitarias, y también preocupaciones. Esta semana hemos estado recibiendo información, ecos que nos hacen entender que hay mucha expectativa y mucha esperanza. La gente había venido pidiéndonos que hiciéramos una labor de cabildeo, de incidencia frente al gobierno y los distintos actores para que se llegara a un cese al fuego. Habíamos estado insistiendo en ello, elevando la voz, con el interés de que se escuchase ese clamor, porque la gente ha sentido durante el último periodo muchísimo miedo. Hay unos niveles de confinamiento muy graves, el desplazamiento ha aumentado, junto con las masacres, y todos esos fenómenos nos hacen pensar en una grave situación humanitaria y en que se está volviendo insostenible en los territorios. Además de los ecos de esperanza, vemos una decisión de colaborar para que el cese al fuego llegue a buen término. Las comunidades tienen toda la convicción de que cualquier ejercicio que se haga de partir de su participación, debe arrancar de su capacidad de salir al paso de las situaciones y colocar sus expectativas. La voz que mejor resumiría esto es esperanza. Esperanza de que se cumpla realmente el cese al fuego.
Este acuerdo no es solo con grupos de origen guerrillero, sino también herederos del paramilitarismo. ¿Qué disposición ven ustedes en estas estructuras?
Son grupos que han estado muy activos en territorio. Ha habido confrontaciones entre ellos, y ese es un tema también que habrá que discutir porque una cosa es el cese al fuego bilateral, con el gobierno, y otra cosa es el cese al fuego colateral, con otras organizaciones con las cuales están en disputa en el territorio. Ese es un tema sobre el cual no se han dado todas las definiciones porque gran parte de la preocupación de las comunidades se centra en la disputa, en la confrontación entre estos actores que tienen presencia en el mismo territorio. No es un asunto imposible de resolver, pero es un desafío grande, indudablemente, y habrá que incluirlo. En principio las comunidades lo que nos reportan, lo que nos dan a conocer, es que tienen confianza de que hay una voluntad real. En muchos casos estos grupos le han hecho pública su decisión a las propias comunidades, y lo que se espera es que en el marco de lo territorial confluyan las voluntades para hacer posible el cese al fuego. Aquí están de por medio vidas humanas, está de por medio la seguridad de las comunidades, la vida de los mismos combatientes que se enfrentan y de numerosas personas entonces. En ese marco, el cese al fuego tendría que ir avanzando hacia crear condiciones también para esa esa colateralidad entre distintos grupos.
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¿Qué alivios generaría ese eventual cese al fuego colateral?
En la mayoría de territorios no tenemos la presencia consolidada de un solo grupo. En muchos casos, están en una lucha permanente por el control territorial. Una vez que se da el paso del cese al fuego bilateral con el gobierno, lo que las comunidades esperan es que eso aclimate las condiciones para un cese colateral. Sería muy importante llegar hasta ese punto para que cese toda forma de violencia entre ellos, porque finalmente terminan siendo formas de violencia que afectan a las comunidades. Una de las finalidades del cese es humanitaria y es liberar a las comunidades del miedo, de la zozobra, del temor que existe tanto en desplazarse como en iniciar actividades de distinto orden.
Los distintos organismos de la Conferencia Episcopal estaremos colaborando, en las diócesis, en las parroquias, de la mano con organizaciones de sociedad civil y el Estado, para lograr llegar hasta esto que es muy importante: que se entienda que la confrontación no es sólo con el Estado, sino que es todo aquello que afecta la vida de las comunidades.
¿Cómo funciona la verificación y el monitoreo?
Normalmente, los ceses al fuego se hacen con un mecanismo internacional de verificación. Es internacional porque requiere que sea una tercera parte realmente y que tenga una capacidad técnica muy específica para hacerlo, en este caso lo ha hecho en Colombia la Misión de Naciones Unidas, que ha tenido eso dentro de su mandato. Sobre la capacidad técnica, tiene personal especializado en asuntos militares, que pueden determinar cuándo hay una ruptura, quién la hizo, cuáles son las consecuencias, las afectaciones...Eso es un componente de un enorme peso, porque tiene que mostrar y tiene que dejar claro cuáles son las violaciones que haya habido o las infracciones al cese al fuego. De ahí se pueden derivar distintas medidas, algunas que ayudan a evitar que se vuelva a suceder y que de alguna manera remedien lo que haya pasado.
Al lado de eso hay un mecanismo que puede ser nacional, en este caso doméstico, en el que estamos nosotros (la Iglesia) y otras organizaciones, para acompañar a través del monitoreo. Ahí entramos nosotros a trabajar muy de cerca con las comunidades, por nuestra presencia territorial en todas comunidades donde se están desarrollando las confrontaciones. Se trata de continuar el acompañamiento con las comunidades como lo hemos hecho: históricamente la Iglesia ha levantado la voz cuando hay dificultades, emergencias, situaciones humanitarias graves, continuar con esa presencia y con esa capacidad de escuchar, dialogar, interactuar con las comunidades, porque hay un nivel de confianza y existe un relacionamiento histórico. Por otra parte, facilitar que haya un flujo de comunicación que sea contrastada y sea veraz hacia el mecanismo de verificación. Esos dos componentes del mecanismo se complementan recíprocamente y la labor nuestra allí es acompañar, asegurar información y ayudar a tener ese pedagogía y un poco hacer prevención de posibles violaciones.
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¿Qué pasa si se incumplen los acuerdos de este cese al fuego?
Normalmente debe haber un protocolo que le permita a ambas partes saber exactamente a qué se están comprometiendo. Eso ayuda a entender cómo y cuál es el nivel al que se quiere llegar. Nosotros (la Iglesia) no tenemos en eso una incidencia o participación en la elaboración de esos protocolos, que los hacen las partes. Una vez que lo elaboran allí también deben consignar la forma como van a resolver diferencias de interpretación sobre lo que sucede en el terreno, cómo va a intervenir el mecanismo de verificación y cuáles serían las sanciones o los correctivos. Hoy por hoy en el mundo se tiende a una verificación menos de orden punitivo mucho más de crear nuevas condiciones y de hacer correctivos para evitar y tomar como elecciones lo que ha pasado, pero eso dependerá mucho del mecanismo. La idea es que cada vez que ocurre algo que puede ser calificado como un incidente dentro del cese al fuego se acuda al mecanismo de verificación para que califique el incidente. Allí el monitoreo ayuda a crear puentes con las comunidades, a obtener más información, a recabar más elementos para que realmente desde el mecanismo de verificación se pueda dar una decisión, se pueda calificar el hecho y se pueda también calificar el tipo de consecuencias.
El gobierno ha dicho que en todo eso será clave la participación de las comunidades. ¿Qué rol tienen?
Las comunidades tienen un rol muy importante. La comunidad, que es la afectada en caso de una infracción o un incidente, puede ayudar perfectamente a dar a conocer lo que ha pasado. Por eso, en este caso la Defensoría del Pueblo es muy importante, así como la MAPP-OEA, que tiene mucha presencia en los territorios. Puede haber distintos mecanismos para ayudar y para también animar a que después del cese al fuego se tomen más decisiones para asegurar un clima de protección para las comunidades.
Para mucha gente es un poco difícil entender cómo las comunidades, que muchas veces son victimizadas por estos grupos armados, van a participar efectivamente de ese monitoreo. ¿Qué garantías debe haber?
La información es uno de los pilares del monitoreo y de la verificación. Se necesita información clara, contrastada y creíble del territorio, y esa información viene, indudablemente, de las comunidades mismas. Habrá un mecanismo previo de pedagogía, de información, para un mecanismo de llegar hasta las comunidades para que entiendan qué es lo que se busca con el cese al fuego, qué significa, cuáles son los beneficios que tiene y de qué manera eso puede mejorar el clima de protección comunitaria en la vida normal. Después, y ya tendremos que empezar a poner eso en marcha, es que realmente exista una capacidad muy activa de lanzar las alertas tempranas, en eso juega un papel muy importante la Defensoría, y tendremos que crear un mecanismo de visita y de escucha y acompañamiento muy permanente a las comunidades. Pensemos que está hablando de extensiones enormes, a veces de difícil acceso, a veces muy incomunicadas, regiones donde la gente ha sufrido mucho justamente porque el país no puede conocer que están en situaciones de aislamiento muy grave. Pero eso, que es un desafío, habrá que trabajarlo entre los distintos organismos que estaremos acompañando para hacer presencia y que la presencia sea una señal de protección hacia las comunidades.
El anuncio del cese al fuego es un gran paso en el camino de la ‘paz total’, pero ¿qué más ha pasado en esos acercamientos con los grupos?
Lo que ha habido es un proceso preparatorio. Siempre las negociaciones pasan por una fase de acercamientos y por una fase muy confidencial de analizar la voluntad que hay de entrar a un proceso de paz y de asumir ciertas condiciones. El Estado, a través del Alto Comisionado para la Paz, ha manifestado en qué marco entraría a negociar, a dialogar. Son unas condiciones muy claras, que el comisionado ha expresado a cada uno de estos grupos. También hay una fase en la cual se hace una caracterización de los grupos y ellos mismos deben decidir cuál es su identidad. En ese marco se ha venido avanzando y recientemente el presidente les pedía que ya nombraran voceros estas organizaciones para comenzar los diálogos. Esa es la información que tenemos hasta ahora: estamos en un momento en el que ya las mesas estarían prácticamente ad portas de iniciar trabajo. Esperemos que se avance de manera ágil y se logre llegar a acuerdos.
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Usted acompaña la mesa de diálogos de paz con el Eln. ¿Qué puede esperar el país de esa negociación en el 2023?
Algo muy positivo es el hecho de que la primera ronda ya se definió muy bien la agenda con el Eln. Viene un tema de enorme importancia dentro de esa agenda que es el de la participación ciudadana y allí comenzar a revisar cuáles son las transformaciones que se derivarían de la negociación con el Eln, sobre todo en el mundo en de la democracia.
Yo espero que ya en este año 2023 se avance sobre acuerdos muy sólidos para mantener el cese al fuego de manera bilateral, como se ha diseñado hasta ahora, pero que se extienda y se mantenga. Ya con una metodología muy clara, que se ponga en marcha el mecanismo de participación ciudadana, y ese es como el hilo conductor, es casi que el corazón de la negociación con el Eln, así que allí estaríamos entrando ya en una dinámica que permitiría ver avances importantes y poner en marcha la implementación de los mismos, de manera que podamos ver resultados en los territorios durante este mismo año.