Hace algunos días nos invitaron a hacer un test para ver de qué color era nuestra verdad. Y lo hicimos. A raíz de esa gran oportunidad que nos dimos encontramos algo muy valioso. Todos tenemos una verdad y no existe una única versión para cada historia. Si intentamos reconocer las decisiones y posiciones de otros seres humanos es probable que podamos ir hacia un camino conjunto y en unión.
Sin embargo, el propósito de cualquier país que intenta hacer la paz es que existan la mayor cantidad de versiones probadas que nos permitan saber qué ocurrió y cómo fue posible tanto horror. Para la organización Mafapo –Madres de Falsos Positivos de Colombia– el caso de Álvaro Uribe Vélez es uno de los temas cruciales para la reconciliación del país. Reconocemos que somos parte importante de un proceso de sanación y perdón, pero también queremos hacer evidente que perdonar no es hacer borrón y cuenta nueva, sino que deben suceder muchos cambios de fondo en la sociedad para que podamos continuar con la esperanza de paz.
Nos preguntamos: ¿Qué debe suceder para que podamos perdonar a Álvaro Uribe Vélez? Las madres víctimas de agentes del Estado, de estos crímenes de lesa humanidad, aún seguimos teniendo pareceres distintos frente a este tema en particular. Creemos importante que reconozca que se equivocó cuando en medios de comunicación sugirió que nuestros hijos no estaban precisamente recogiendo café. Sus aliados políticos han tomado esa frase y cada día que les es posible han revictimizado a nuestros hijos. Es importante que se arrepientan por esto.
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Es cruel pensar que él y sus seguidores han sido causantes de un duelo imposible de sanar. Constantemente somos sometidas al escrutinio público y nuestros hijos puestos en discursos llenos de odio que niegan lo que aquí ocurrió. Nosotras somos mujeres anónimas que fuimos obligadas a salir de nuestros hogares y volcarnos a las calles y a juicios interminables por defender el nombre de nuestros seres amados. Es cruel que, en vez de escuchar de su voz una rectificación a la frase lapidante de “no estaban precisamente recogiendo café”, tuviéramos que escuchar por años declaraciones que han sepultado una y mil veces nuestras esperanzas de verdad. A nuestros hijos los siguen considerando buenos muertos, y siguen justificando su desaparición en un país donde ser pobre es un delito.
Mueren, luego existen. Hace algunos años éramos invisibles para la gran mayoría de colombianos. Hoy somos para un sector de la población unas viejas lloronas que siguen peleando por unos hijos que valen menos, y que formaron parte de lo que llamaron en su momento una “limpieza social”. Eso ha sido causado, en parte, por un sector político que cree que solo queremos dañar el nombre de las Fuerzas Militares. Pero jamás se han preguntado por el dolor que llevamos encima. Muchas de nosotras somos fantasmas, estamos muertas en vida desde que cometieron ese horror contra nuestros hijos. Eso sí, ni muertas dejaremos de gritar y clamar justicia.
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Sin embargo, la organización, como mujeres lideresas en su mayoría, cree en el propósito de paz, y creemos que ese propósito empieza por la verdad plena. Le pedimos a Álvaro Uribe que reconozca públicamente que siendo él presidente de Colombia presionó bajo la directriz de gobierno a las Fuerzas Militares para que cometieran esos crímenes conocidos en el país como “falsos positivos”.
Esperamos un arrepentimiento real en donde se evidencie su intención de reconocer que se llevó a inocentes por delante con tal de demostrarle falsamente al país que estaba ganando una guerra contra grupos al margen de la ley. Queremos que limpie el nombre de nuestros hijos y explique, con su propia voz, que pidió bajas a cambio de conceder reconocimientos como medallas, ascensos, vacaciones y dinero. Solo queremos que tenga la valentía y la honorabilidad de reconocer que su política de seguridad democrática tuvo muchos errores y que por acción u omisión se llevó a muchos inocentes por delante.
*Este texto es producto de “Reflexiones sobre la verdad”, una alianza de Colombia2020 con la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.