La crisis sanitaria en África más allá del COVID-19

A principios de este año el gobierno de República Centroafricana declaró emergencia sanitaria por un brote de sarampión. Médicos sin Fronteras (MSF) intenta continuar sus campañas de vacunación para evitar que la crisis se agrave. En charlas con El Espectador, Ester Gutiérrez, jefe de misión de la organización en ese país advirtió que, si bien el COVID-19 es un tema importante, también lo son epidemias como la malaria y el sarampión.

Nicolás Marín Navas / @nicolasmarinav
13 de mayo de 2020 - 02:00 a. m.
Solo el año pasado se murieron 6.600 niños de sarampión en Républica Centroafricana.   / James Oatway / MSF
Solo el año pasado se murieron 6.600 niños de sarampión en Républica Centroafricana. / James Oatway / MSF

Si en tiempos normales África ha sido un continente olvidado, durante la pandemia los problemas que arrastran la mayoría de los países no solo siguen invisibilizados, sino que algunos de ellos tienden a empeorar, debido a las medidas de aislamiento para contener los contagios. Otras enfermedades, mucho más silenciosas pero letales, como el sarampión y la malaria, se cobran la vida de miles de personas al año, aunque ya existe vacuna para prevenirlas.

En República Centroafricana (RCA) la situación es crítica. A principios de año se declaró en el país una epidemia nacional de sarampión, la peor desde 2002. A pesar de los esfuerzos del gobierno, la pobreza extrema, la inestabilidad política, la violencia y un sistema sanitario deficiente hacen que las garantías no sean suficientes para asegurar la salud de la población. Luego de años en el país africano, trabajando como jefe de misión de Médicos sin Fronteras (MSF), la colombiana Ester Gutiérrez sabe que si no se actúa rápido y se apoya al cuerpo sanitario, las consecuencias humanitarias podrían ser terribles.

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¿Cuál es la realidad de República Centroafricana?

Es un país cuya capital, Bangui, tiene un poco de infraestructura, pero no es una ciudad como Bogotá o Medellín. Se puede pensar en un centro urbano más pequeño con unas cuantas carreteras asfaltadas y el resto de tierra. Es muy caliente, hay mucho polvo. A las afueras de la ciudad hay zonas rurales con poblaciones seminómadas que traen ganado, otras agrícolas que viven en casas de barro o de palos y paja. Es una situación que difícilmente un colombiano que vive en la ciudad se puede imaginar.

Además, hay un grado de pobreza y violencia muy alto. Este país ha conocido una guerra tras otra desde que se declaró la independencia, por lo que hay una enorme inestabilidad política. Un porcentaje muy bajo de territorio es controlado por el Estado, que comprende la capital y algunas ciudades intermedias del país. En el resto del territorio están los grupos armados.

Aquí se firmó un acuerdo de paz, hace poco más de un año, y estamos en fase de implementación. Hubo una primera fase de optimismo y luego una dosis de realidad importante que nos ha demostrado que nada es fácil, es una negociación permanente.

¿Qué tan preparado estaba el sistema de salud para la llegada del COVID-19?

El sistema de salud es extremadamente frágil. Este país tiene un hospital gubernamental que no es completamente funcional, el resto son apoyos de diferentes organizaciones y la gran mayoría son de MSF. Nosotros estamos en trece sitios del país apoyando con hospitales de segundo nivel y en algunos de estos hay personal del ministerio de Salud, pero en otros, concretamente los que yo estoy gestionando con mi equipo, casi la totalidad es personal de MSF.

En ese escenario se presenta el COVID-19, obviamente el ministerio de Salud acude a las organizaciones internacionales y a los socios del gobierno para ayudarles a diseñar la estrategia y ahí es donde nosotros hemos tenido que jugar un rol importante, acompañando y dándoles retroalimentaciones e intentando construir juntos esa respuesta.

¿Se han desatendido las otras epidemias?

Por lo pronto nosotros estamos intentando mantener las operaciones regulares. El reto que supone el COVID-19 es que necesitamos material de protección para el equipo sanitario y los higienistas que trabajan en el hospital o cualquiera que esté en contacto con cualquier persona potencialmente contagiada; pero no tenemos material suficiente. En algún momento, si nosotros no conseguimos entrar material desde afuera, a causa de las restricciones que hay por el cierre de fronteras o de exportación de material vamos a vernos obligados a reducir algunos servicios, no cerrar del todo, pero sí reducir para optimizar el material que tenemos ahora mismo.

Este es el primer impacto. Hay otros en relación con estrategias de inmunización; en algunos países se han dado directivas de suspender vacunaciones para no contribuir a esta aglomeración de gente. Aquí tenemos una epidemia declarada de sarampión y el COVID-19 se declaró en marzo. El ministerio no prohibió que se continuara la vacunación; al contrario, positivamente reconoció que hay otras epidemias que también matan, y que matan mucho más, como es el caso del sarampión. Entonces insistió en que continuaran las campañas.

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¿Cuáles pueden ser las consecuencias en caso de que no se logre cumplir con los programas de vacunación establecidos?

Yo doy una cifra de lo que se ha visto aquí en el país en términos de muertos y no me atrevo a hacer extrapolaciones. El año pasado se murieron 6.600 niños de sarampión, no sabemos si han muerto más. Acá hay un problema de datos, no tenemos información fiable de lo que pasa en zonas alejadas, rurales. Esto es lo que conocemos. Nosotros este año teníamos planeado vacunar a 340.000 niños en las edades más críticas, entre seis meses y diez años, en siete zonas del país, que son las que tenían brotes declarados. Estoy segura de que hay otras zonas que no reportan, pero tienen.

Cuando haces la vacunación en seguida cae el número de casos que van al hospital y es que claramente salva vidas y no te lo cuestionas. Para nosotros ese es el mensaje, para el sarampión hay vacuna, con lo cual en esas cosas que sabemos que podemos evitar tenemos que poner todos los esfuerzos que sean necesarios.

¿Cómo comparas a Colombia y a República Centroafricana durante esta crisis?

En Colombia hay zonas que no tienen acceso a la salud. Hay sitios que no tienen nada. Nunca voy a olvidar la imagen en un río de Colombia, MSF estaba dejando en un hospital a un paciente y venía una canoa con una partera indígena y una embarazada que estaba dando a luz. El bebé venía complicado y se lo lograron sacar después de toda una noche de esfuerzo, se hubieran podido morir ambos. Todo porque a esa hora era imposible un traslado por avioneta.

Esa falta de acceso a la salud en Colombia es muy similar a la que hay aquí; lo que pasa es que en Colombia nosotros no lo vemos día a día, porque muchos estamos en las ciudades. Aquí esa es la realidad de la mayoría de la población y, por lo tanto, aquí hay mucha más consciencia de esas dificultades. El perfil epidemiológico aquí es diferente, por el hecho de que hay gente que no está inmunizada; así que hay gente que tiene enfermedades que en Colombia no hay.

Además, todo es mucho más precario, sin olvidar que en Colombia sigue habiendo zonas que son igual de pobres y grupos de población que son extremadamente vulnerables, como por ejemplo la población refugiada venezolana.

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Por Nicolás Marín Navas / @nicolasmarinav

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