Empezamos este artículo con una frase de Byung-Chul Han, que conecta con este artículo: “La autoexplotación es una explotación sin dominación, porque se realiza de forma totalmente voluntaria”.
Los desinfluencers buscan desaconsejar compras innecesarias, advertir sobre productos sobrevalorados y fomentar un consumo más consciente. El término desinfluencer nació en plataformas como TikTok e Instagram como una reacción al consumo desmedido promovido en las mismas redes sociales.
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¿Cómo lo hacen? A través de reseñas honestas y argumentos basados en experiencia personal, estos creadores alertan sobre las estrategias de marketing que nos llevan a comprar cosas que no necesitamos. Su contenido suele girar en torno a frases como: “No compres esto”, “No vale la pena” o “Este producto no es tan bueno como dicen”, lo que ha captado la atención de una audiencia cada vez más escéptica respecto a las recomendaciones tradicionales.

los desinfluencers buscan todo lo contrario: desaconsejar compras innecesarias, advertir sobre productos sobrevalorados y fomentar un consumo más consciente.
¿Hay un cansancio ante la hipercomercialización?
Si bien los influencers han sido una parte fundamental del comercio digital, la saturación de contenido patrocinado y las constantes tendencias de consumo han generado fatiga en los usuarios. Muchos han empezado a cuestionar la autenticidad de las recomendaciones, sobre todo cuando provienen de figuras que promocionan productos a diario. El desinfluencing surge como una respuesta genuina a este agotamiento digital.
Un ejemplo de este fenómeno es el caso de productos virales que, tras un boom inicial, terminan siendo decepcionantes para los consumidores. Desde cremas de belleza que no cumplen sus promesas hasta gadgets tecnológicos que no ofrecen el rendimiento esperado, los desinfluencers se encargan de exponer la realidad detrás del marketing.
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De la compra impulsiva al consumo consciente
Los desinfluencers parecen inspirados por Byung-Chul Han: “Trabajamos más y más para cubrir necesidades que no son reales”, dijo el filósofo surcoreano. Otras dos ideas caben perfectamente en este movimiento: “El consumo voraz de imágenes hace imposible cerrar los ojos” y “El tacto del dedo índice hace que todo sea consumible”. Es que el impacto del desinfluencing no solo radica en el escepticismo hacia las recomendaciones digitales, sino en el cambio de mentalidad que está generando. Cada vez más personas buscan priorizar la calidad sobre la cantidad y adoptar un enfoque de consumo más racional. Esto está impulsando conversaciones sobre sostenibilidad, ahorro financiero y la importancia de informarse antes de comprar.
Las marcas también han tomado nota de esta tendencia. Algunas han comenzado a ajustar sus estrategias, apostando por mayor transparencia y por embajadores que realmente crean en los productos que promocionan. Mientras tanto, los desinfluencers continúan ganando seguidores que valoran su autenticidad y su enfoque crítico frente al mercado digital.
¿El fin de los influencers tradicionales?
Aunque el desinfluencing representa un cambio importante, no significa el fin del marketing de influencia. En lugar de eliminarlo, lo está redefiniendo. La audiencia de hoy exige más honestidad, menos discursos publicitarios y un enfoque más realista sobre lo que realmente vale la pena comprar. En este nuevo panorama, la credibilidad se convierte en el mayor activo para cualquier creador de contenido.
El desinfluencing no solo cuestiona la cultura del hiperconsumo, sino que también invita a una reflexión más profunda sobre nuestras decisiones de compra. Y en un mundo donde la autenticidad es cada vez más valiosa, este movimiento tiene todo el potencial para quedarse.
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