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Efecto Betty, la fea: ¿por qué a veces preferimos quedarnos con quién nos hace daño?

El final de Betty, la fea en RCN nos deja una pregunta incómoda: ¿por qué preferimos amar a quien nos hiere? Este fenómeno, cargado de dopamina y recuerdos, tiene raíces biológicas y psicológicas.

Por Christopher Ramírez Hernández
23 de enero de 2025
Patrick Delmas, el francés de ‘Betty la fea’, era el mejor pretendiente para la protagonista de la novela según muchos colombianos.
Fotografía por: archivo

Betty no solo conquistó a Armando Mendoza, sino que también atrapó a millones de televidentes que, con frustración, veían cómo justificaba el maltrato en nombre del amor y dejaba escapar al ‘francés’ que, para muchos, era el hombre ideal para ella.

El fenómeno, que algunos llaman “Efecto Betty”, revela un patrón preocupante: la inclinación a quedarnos en relaciones destructivas. Como explica Javier Sánchez, psiquiatra y sexólogo, este comportamiento tiene raíces en la biología y en experiencias de vida, donde la dopamina y el apego tóxico juegan un papel crucial.

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En este artículo exploramos cómo Betty, la fea, más allá de ser un fenómeno cultural, expone nuestras vulnerabilidades emocionales y las complejas razones por las que, muchas veces, nos aferramos al dolor.

¿Por qué nos aferramos a personas que nos hacen daño?

La historia de Betty es un espejo incómodo. ¿Quién no ha conocido a alguien que, como ella, insiste en amar a quien no la valora? Según el doctor Sánchez, esto podría explicarse desde una perspectiva neurobiológica. El cerebro, en situaciones de estrés emocional, libera dopamina para destacar las experiencias intensas, ya sean positivas o negativas. Así, el sufrimiento se graba en nuestra memoria con la misma intensidad que un recuerdo feliz, creando un círculo vicioso de dolor y añoranza.

La trama se complica cuando añadimos experiencias de infancia. Las personas que crecieron en ambientes donde el amor y el daño coexistían —como el caso de Betty con sus inseguridades y la desaprobación constante— tienden a repetir esos patrones en sus relaciones adultas. Para ellos, como señala el experto, el amor puede parecer incompleto sin una cuota de sufrimiento.

Además, la intervención de terceros, como Marcela Valencia en la novela, aumenta el trauma. El miedo al abandono se intensifica cuando se enfrenta a la competencia, lo que refuerza la dependencia emocional. Este ciclo perpetúa relaciones tóxicas, similar a una adicción, donde la víctima experimenta síntomas de abstinencia al intentar salir de la dinámica destructiva.

¿Por qué entonces nos cuesta tanto romper con estos patrones? Como Sánchez señala, el terror al rechazo y la necesidad de pertenecer a “clubes que no nos aceptan” son motivadores poderosos. Muchas personas, como Betty, encuentran sentido en luchar por un amor inalcanzable, pues asocian el esfuerzo con el valor de la relación.

Para muchos, Marcela también podría considerarse una víctima en medio del amorío de Betty y Armando.

Para muchos, Marcela también podría considerarse una víctima en medio del amorío de Betty y Armando.

Fotografía por: Cortesía Canal RCN

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¿Valió la pena, Betty?

El final de Betty, la fea nos deja una lección poderosa: amar no debería doler. Si bien el cerebro y nuestras experiencias pasadas pueden jugar en nuestra contra, es fundamental aprender a identificar y romper con los patrones tóxicos. Betty encontró su final feliz (no tan satisfactorio), pero la pregunta queda abierta para nosotros: ¿vale la pena seguir sufriendo por quien no nos valora?

En palabras del doctor Javier Sánchez, el amor saludable no incluye agresión ni desdén, sino respeto mutuo y crecimiento compartido. Quizás el verdadero reto sea aprender a amar con compasión, empezando por nosotros mismos.

Por Christopher Ramírez Hernández

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