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El fútbol de aquellos recientes y lejanos años ochenta tuvieron casi todo lo bueno, pero también casi todo lo malo en Colombia. Los mejores futbolistas y los equipos más poderosos, los campeonatos más disputados y los elogios más exagerados. Detrás, un patrocinio de muy dudosas calidades morales. En 1987, y luego de aquella final perdida ante Peñarol, América se quedó por fuera de la Libertadores. Todos los que dijeron que América arreglaba rivales y compraba árbitros tuvieron que admitir que esas artimañas no eran un pecado exclusivo del equipo caleño. Tuvieron que aceptar que otros cuadros empleaban los mismas tácticas delincuenciales. El fútbol dejó de ser fútbol, simplemente porque las victorias dejaron de depender del balón. Entonces el campeonato del 87 fue para Millonarios. Diez años después de Onega, Brand y Amado, quienes le habían ofrecido la estrella número once.
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