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El fútbol argentino volvió a tener otra página emotiva alrededor de la historia de Miguel Ángel Russo. En Rosario, en el Coloso Marcelo Bielsa, se vivió una de esas escenas que trascienden la competencia. Ignacio “Nacho” Russo, delantero de Tigre e hijo del exentrenador, convirtió un gol apenas días después del fallecimiento de su padre.
Antes del inicio del encuentro entre Newell’s y Tigre, el estadio entero se puso de pie. Las camisetas, las bufandas y los aplausos fueron el preludio de un silencio total: un minuto en memoria del técnico que dejó huella en Boca, Rosario Central, Vélez y tantos otros clubes. Nacho, con el rostro firme y la mirada al cielo, no pudo contener las lágrimas. Era su ciudad, su gente, y el homenaje al hombre que lo guió dentro y fuera de la cancha.
A los 22 minutos del primer tiempo, llegó el momento que parecía escrito por el destino. Tigre lanzó un contraataque veloz, David Romero desbordó por la izquierda y envió el centro al área. Allí apareció Nacho, solo frente al arco, para empujar la pelota con la derecha y convertir el 1-0. No hubo grito, ni festejo: apenas un gesto al cielo, un abrazo de sus compañeros y un llanto imposible de contener.
Días antes, Nacho había anticipado su decisión de jugar pese al dolor. “Voy a jugar, él hubiese querido eso. Si no juego, se levanta y me caga a puteadas”, había dicho con una sonrisa triste. Cumplió su promesa y lo hizo en el escenario más simbólico posible: Rosario, la ciudad donde Miguel Ángel Russo forjó parte de su leyenda como jugador y entrenador de Central, y frente al eterno rival, Newell’s.
El destino eligió la forma más poética de unirlos una vez más. Además, ‘Nacho’ no dudó en mostrar su tatuaje “todo se cura con amor”, con el que llevará el recuerdo de su padre todos los días.
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