:format(jpeg)/www.elespectador.comhttp://thumbor-prod-us-east-1.photo.aws.arc.pub/vNti5kihGBcvipkMh092YCNbKyM=/arc-anglerfish-arc2-prod-elespectador/public/SKVR2WTK7NEY3EATHP34RYVTNY.jpg)
Hay veces en las que un equipo que comienza un partido siendo un tejido de imprecisiones muta en otro, muy diferente, más organizado, quizá con los mismo problemas, pero con la practicidad como herramienta. Y las ganas. Puede que la inyección anímica haya venido del grito de la tribuna (24.906 espectadores) o de Alberto Gamero en el banco, pero lo cierto es que Millonarios cambió, y el conjunto pulsional y acelerado de los primeros minutos entendió que el camino era la pausa cuando el partido demandaba detenerse, la aceleración cuando tocaba ir rápido.
Y Santa Fe, tan compacto y funcional al comienzo, muy al comienzo (eso desesperó al rival), se fue diluyendo, entregó la pelota y le dio la iniciativa a Millonarios, que con fuerza y orgullo tuvo dos opciones claras: la de Juan Pablo Vargas y su control con una pierna para rematar con la otra y para la atajada de Leandro Castellanos, y la de David Silva que el portero cardenal solventó como si fuera un arquero de balonmano.
Millonarios entendió que una alternativa era patear desde lejos en una cancha húmeda por el aguacero que cayó en Bogotá horas antes del partido. Y lo hizo 15 veces a lo largo de los 90 minutos contra los cuatro que tuvo Santa Fe. Y Castellanos respondió ante los balones que llegaron rápidos y peligroso.
Le puede interesar: Diego Godoy, el portador del mensaje guaraní en Millonarios
Y el aliento fue el oxígeno para el local, que se fue al descanso jugando mejor y que comenzó la segunda parte siendo superior. Harold Rivera dejó la postura rígida y la mano en el mentón para pedir y señalar dónde quería que cada jugador se ubicara. Pero fue algo momentáneo, porque apenas Millonarios fue para adelante, con toques cortos, Santa Fe se desorganizó.
David Silva, jugador de Millonarios /Mauricio Alvarado.
Y por primer vez, en varios años, en los más recientes clásicos, el club embajador fue superior con sus limitaciones y todo (57% contra 43% en la poseción). Castellanos, siempre en punta de pies y agazapado, evitó que Silva marcara de cabeza tras un centro de Elvis Perlaza. Otra vez, como en balonmano, el nortesantandereano atajando con los pies (solo le han marcado tres veces en lo que va del torneo).
No hubo goles en el clásico capitalino número 300, un encuentro de roces, muy nebuloso e inquietante . Si un punto para cada uno, más valioso para el rojo que hizo las veces de visitante, pues culminada la fecha siete de la liga colombiana tiene un total de 12 unidades que le permite estar en la tercera posición por detrás de Atlético Nacional y Deportivo Pasto.
Millonarios, en cambio, apenas tiene seis y se aleja de a poco sabiendo que en este torneo, que será más corto por la realización de la Copa América, apenas clasifican los cuatro mejores a la siguiente ronda.
Hizo falta el VAR en Bogotá
Más allá de una que otra tarjeta que no se sacó, la jugada más importante fue una mano clara de Kelvin Osorio en el área cardenal. El central, tapado por un racimo de jugadores, no se dio cuenta que el volante intentó rechazar el balón con la cabeza, pero por un mal cálculo terminó pegándole en el brazo.
Pena máxima clara, que tampoco vio el asistente y que quizá hubiera cambiado la historia. Los tres clásicos más importantes de esta fecha no contaron con la ayuda de la tecnología y sí que hizo falta. En la próxima salida, el club embajador irá a la capital antioqueña para enfrentar a Medellín, mientras que el club rojo lo hará en Bogotá frente a Atlético Nacional.