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Alfonso Cañón: el mensajero que se volvió ídolo de Santa Fe

El “Maestrico” Cañón es el jugador con más goles y partidos disputados en la historia del cuadro cardenal.

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Diego Alejandro Daza Gómez
05 de diciembre de 2025 - 02:59 p. m.
Alfonso Cañón en la ceremonia del Deportista del Año 2025
Alfonso Cañón en la ceremonia del Deportista del Año 2025
Foto: Gustavo Torrijos Zuluaga
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Cuando le mencionan a Independiente Santa Fe, Alfonso Cañón se lleva el brazo derecho —que reposa sobre la pierna— al pecho y se golpea donde late el corazón. No es para menos. Solo al escuchar el nombre del equipo cardenal, el Maestrico parece revivir, uno a uno, los 146 goles que marcó con el club capitalino. Sin embargo, la historia que une a Cañón con Santa Fe comenzó mucho antes. Debemos retroceder varios años. El Maestrico inició en el conjunto cardenal no como futbolista, sino como mensajero. “Mi labor consistía en llevar las boletas y los papeles de los extranjeros a la Federación, para que los firmaran y revisaran si faltaba algo. Esa era mi vida y mi trabajo”, recuerda hoy.

A la par, jugaba fútbol en las canchas del barrio Samper Mendoza, entrenando con otros jóvenes bajo la dirección de Alfonso Sepúlveda. Su talento lo llevó a debutar con el equipo profesional el 15 de marzo de 1964, con apenas 17 años, en un partido contra Once Caldas. Y solo cuatro días después, empezaría la lista de goles al marcarle un tanto a Atlético Nacional. Desde entonces, la imagen de aquel joven cachaco —de 1,67 metros, con un peinado hacia atrás que le acentuaba sus entradas, frente arrugada, cejas pequeñas y labios finos— quedaría grabada para siempre en la memoria del fútbol colombiano.

Fue un jugador que dividió pasiones: muchos lo sufrieron como rival, otros lo celebraron como ídolo. Quienes lo vieron jugar destacan su potente remate de media distancia, su formidable control del balón, una habilidad tremenda y una precisión exacta en los pases, ya fueran cortos, medios o largos. El propio Cañón se describe con humildad: “Yo no era así tan ágil ni veloz, pero tenía mis ideas, mis condiciones. Cuando se veía la oportunidad de ir a hacer el gol, pues iba y lo hacía. Esas eran mis condiciones”.

Él mismo explica su famoso remate. “Yo le pegaba bien, de derecha o con izquierda, porque a veces uno está acostumbrado solo a pegarle con la derecha. ¡No! Aquí hay que trabajar las dos piernas. En el medio, en la forma en la que viniera el balón, pegarle. Si venía con izquierda, izquierda; si no, con la derecha”, menciona eufórico, mientras acompaña sus palabras con palmadas de la mano sobre la pierna.

Recuerda lo que le decían algunos de sus compañeros extranjeros, como Carlos Alberto Pandolfi. “Ese pibe, ¡cómo juega de bien! Ese chiquitico… ¡qué jugador, qué calidad, qué jugadorazo!”, recuerda el Maestrico, imitando el acento argentino.

Con el Expreso Capitalino, Cañón lograría tres títulos de liga. La primera la conquistó en 1966 bajo la dirección del doctor Gabriel Ochoa Uribe. El estratega solía ubicar a Cañoncito como volante de creación, lateral derecho o volante de primera línea, aunque él, como todo buen goleador, siempre prefirió estar cerca del arco rival, sintiéndose más cómodo y decisivo como volante de creación.

La segunda llegó en 1971, en una icónica final contra Atlético Nacional que requirió un desempate histórico. Tras dos empates sin goles, la definición se dio en terreno neutral el 10 de febrero de 1972. El rojo capitalino se impuso 3-2 con un doblete de Miguel Arce y un gol de Pedro Alzate, alzando así su quinto título. Y la tercera, en 1975, sería un título agridulce: el que iniciaría una larga sequía para el equipo cardenal, que no volvería a levantar un trofeo de liga hasta 2012.

Esos logros solo traen felicidad y orgullo a Cañón. “Esa fue mi felicidad grande: vestir esa camiseta bonita como era la de Santa Fe. Todos los títulos que tuve con Santa Fe fueron los mejores, y la verdad me sentí satisfecho, porque yo siempre entraba al campo con la ilusión de hacer mi gol y de que ojalá ganáramos el partido. Y gracias a Dios se dio esa ilusión”, reflexiona el gran ídolo del león.

Y aunque su nombre se forjó en Independiente Santa Fe, también ocupa un lugar en los libros de historia del América de Cali. El Maestrico anotaría el primer gol del partido en el que el equipo escarlata conseguiría su primer título de liga colombiana. Para él, ese partido es muy valioso. “Fui y demostré muchas condiciones, capacidades. Se me dio la oportunidad de ir a jugar y gracias a Dios las cosas me salieron bien”, menciona Cañón, quien, además, deja una confesión: “Una de las camisetas que guardo con más aprecio es precisamente la que llevaba puesta al convertir ese gol histórico”.

Ahora, a sus 79 años, Alfonso Cañón sigue hablando de fútbol con la misma pasión con la que lo jugaba. Mientras repasa su historia, se detiene y sonríe. “Yo solo quería entrar al campo, hacer mi gol y que ganáramos. Esa era mi ilusión”, evoca el máximo goleador cardenal. Hoy, su legado permanece intacto. En Santa Fe, su nombre es memoria viva y una referencia obligada en el fútbol colombiano.

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Diego Alejandro Daza Gómez

Por Diego Alejandro Daza Gómez

Comunicador social y periodista de la Pontificia Universidad Javeriana. Escribe para El Espectador y ha colaborado con Directo Bogotá. Tiene experiencia en radio como locutor de la sección deportiva de Mix 92.9. Le interesan los temas deportivos y culturales.DiegoDazaGomezdadaza@elespectador.com

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