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El duelo entre Olympiacos y Kairat Almaty no estaba destinado a ocupar un espacio destacado en la sexta jornada de Champions. Lo que ocurrió sobre el césped ofreció apenas un triunfo por la mínima para el equipo griego, una victoria que lo acerca a los puestos de repechaje y hunde en el fondo al cuadro de Kazajistán. Sin embargo, la historia tomó otro rumbo, impulsada por un factor externo que terminó robándose por completo el protagonismo.
Antes de que rodara la pelota, ya se hablaba más del clima que del planteamiento táctico. La organización había decidido trasladar el encuentro a Astaná, más de 1.200 kilómetros al norte de Almaty, ante la certeza de que las condiciones en la ciudad del Kairat no garantizaban un escenario apto para jugar. Aunque Almaty registraba –2 grados, escenario duro pero administrable, el termómetro en la capital kazaja cayó hasta –20 grados, una cifra que obligó a reconsiderar cada detalle operativo.
Así se vio el estadio desde fuera en Kazajistán
El motivo del traslado no estuvo ligado a preferencias logísticas, sino a la arquitectura misma del estadio del Kairat, que es un recinto abierto, con pista atlética y sin protección efectiva contra la entrada constante de aire helado. Allí, cualquier intento por mantener un mínimo de confort para futbolistas y aficionados era una batalla perdida. En contraste, el estadio de Astaná ofrecía una ventaja determinante: un techo retráctil capaz de bloquear la embestida del invierno y asegurar que el partido no se convirtiera en una odisea física más que deportiva.
Ese diferencial estructural terminó decidiendo el traslado y permitiendo que el encuentro se jugara, aunque bajo un ambiente tan incómodo como inusual para una competición de ese calibre. La sensación térmica siguió siendo un desafío, pero al menos existía un resguardo que evitaba que la jornada quedara suspendida o que se expusiera a los protagonistas a un riesgo mayor.
Los goles y el resumen del partido
Una vez iniciado el juego, Olympiacos hizo lo justo para quedarse con los tres puntos. Fue una victoria discreta, sin sobresaltos, que en otro contexto habría pasado inadvertida entre los resúmenes de la jornada. Pero lo que ocurrió alrededor del encuentro terminó dándole un lugar singular en la historia del torneo. Según el periodista español Rafael Escrig, la jornada alcanzó los –30 grados, una cifra que no solo impresiona por sí misma, sino que define el carácter del partido: el enfrentamiento más frío jamás registrado en la competición.
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