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Cuando estaba muy pequeña Vanessa Gómez conoció el arte de jugar al fútbol. De niña siempre vio un balón en su casa. Jugaba con sus hermanos y los amigos de ellos. Los acompañaba a los partidos que se disputaban en las canchas de microfútbol del barrio que la vio crecer. Este escenario casi artístico le inculcó la pasión por tener una pelota entre los pies.
El apoyo de su familia y la confianza de sus entrenadores permitieron que su amor por el deporte creciera. En su hogar siempre aceptaron su pasión por el balón y compartieron su sueño de ser futbolista, lo que se replicó en todo su entorno, pues ha sido una de las pocas mujeres que no se han visto sometidas a rechazo o discriminación por ejercer una labor que generalmente se considera para los hombres.
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Entre sus convicciones e ideales están la disciplina y la perseverancia, pero sobre todo la certeza de que el fútbol no se puede dividir por géneros.
Cuando apenas tenía ocho años entró al Club Deportivo Bacatá, su primer equipo. En su nueva escuela, que con los años se convirtió en su segundo hogar, escogió la posición en la que jugaría el resto de su vida. Decidió ser defensa. Y, además, pudo disfrutar jugar con diez futbolistas más, sentirse en una plantilla casi profesional, pues hasta entonces solo lo había hecho en canchas pequeñas.
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En Bacatá tuvo la suerte de conocer a dos personas: Sigifredo y Diana, como ella los llama de cariño, quienes han sido sus mentores y confiaron en su talento desde el primer día que pisó las canchas de entrenamiento del club femenino.
Su lealtad la ha mantenido ligada a ese equipo, así durante su carrera haya jugado para otros. Y cuando tuvo la certeza de que quería dedicarse al fútbol profesional intensificó su disciplina, elemento que la llevó a ser convocada a la selección de Bogotá, en la categoría prejuvenil, después a la sub-20 y a la de mayores.
Antes de ser parte de un equipo de la Liga profesional, en 2017, estuvo en su primera selección Colombia. Didier Luna fue el encargado de dirigir al seleccionado nacional y, sin dudarlo, la convocó. Para ella fue una sorpresa, pues creía que todavía no estaba lista para semejante reto.
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El primer partido que jugó para la tricolor es uno de sus recuerdos más preciados. “Con mis amigas de cuarto teníamos muchos nervios, ya que era nuestra primera selección. El día del partido nos levantamos a las siete de la mañana y lo primero que hicimos fue poner el himno nacional para cantarlo y que así no se nos olvidara en el estadio vistiendo por primera vez la camiseta de la selección de Colombia”.
Con el equipo nacional disputó su primer Suramericano, que fue realizado en Argentina. Este certamen le dio un pase al Mundial en Uruguay en 2018. Para Gómez representar al país en el exterior significó un gran reto, pero lo asumió con gran responsabilidad para que su familia se sintiera orgullosa de sus méritos.
Al año siguiente, en 2019, jugó su primera Liga Profesional Femenina con Independiente Santa Fe. Además, ese mismo año disputó un torneo internacional con la selección de Colombia sub-20. Y estuvo en los Juegos Nacionales con la selección de Bogotá.
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En la temporada 2020 llegó a jugar con Millonarios, con el que alcanzó las semifinales, en las que las embajadoras quedaron eliminadas ante el América. Como el campeonato ha sido siempre tan corto, no ha dejado de jugar con el Club Bacatá.
Hasta el año pasado, cuando fue contactada por el Atlético Mineiro de Brasil, que a pesar de la pandemia mantuvo la oferta que le había hecho. La defensora bogotana no dudó en asumir ese nuevo desafío en la Liga más competitiva del continente. Sabía que con su mentalidad, talento y capacidad de trabajo no sería inferior al compromiso.
Para Vanessa, quien el 27de noviembre cumplirá apenas 20 años, llegar a Brasil, una de las potencias mundiales en el fútbol, fue un sueño cumplido. Ahora pelea por un lugar en el once titular de uno de los clubes legendarios y tradicionales de ese país, uno en el que no hace mucho brilló nada menos que Ronaldinho, clave del plantel campeón de la Copa Libertadores de América de 2013.