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Aryna Sabalenka, actual número uno del ranking WTA, y el australiano Nick Kyrgios, exnúmero 13 del mundo y uno de los personajes más carismáticos del circuito, se enfrentarán el próximo 28 de diciembre en Dubái, en un espectáculo bautizado como “Batalla de los Sexos”, que se disputará en el Coca-Cola Arena.
En una temporada en la que Sabalenka consolidó su estatus como una de las figuras dominantes del tenis femenino, y en la que Kyrgios apenas ha podido competir por una lesión en la muñeca derecha, el cruce mezcla contrastes: la consistencia y poderío de la bielorrusa frente al talento impredecible del australiano.
“Estoy muy orgullosa de representar al tenis femenino. Respeto mucho el talento de Nick, pero que no se equivoque, voy a dar lo mejor de mí”, declaró Sabalenka, con el estilo frontal que la ha caracterizado tanto dentro como fuera de la cancha.
Kyrgios, por su parte, aceptó el reto con entusiasmo. Tras un, 2025 casi en blanco —solo cinco partidos disputados y su última aparición en marzo, cuando cayó ante Karen Khachanov en Miami—, el australiano aseguró que el duelo lo motiva de una forma diferente: “Cuando la número uno del mundo te reta, aceptas. Tengo un gran respeto por Aryna, es una campeona y una potencia, pero yo no vengo solo a jugar, vengo a entretener. Esto es lo que me apasiona”.
El concepto “Batalla de los Sexos” tiene historia en el tenis. Aunque ha tenido pocas ediciones oficiales, su impacto cultural ha sido enorme. El antecedente más recordado ocurrió en 1973, cuando Billie Jean King derrotó al veterano Bobby Riggs, en un partido que trascendió el deporte para convertirse en un símbolo de la lucha por la igualdad de género. Riggs, entonces de 55 años, había derrotado meses antes a Margaret Court, pero King le dio la vuelta al guion con una actuación impecable frente a más de 30.000 espectadores y una audiencia televisiva millonaria.
Décadas después, en 1992, otro cruce bajo el mismo título enfrentó a Jimmy Connors y Martina Navratilova. En esa ocasión, las reglas se adaptaron: el estadounidense, de 40 años, solo tuvo derecho a un servicio por punto, mientras que Navratilova, de 35, podía apuntar a áreas más amplias de la cancha. Connors se impuso, pero el evento mantuvo el espíritu de celebrar el tenis y el respeto mutuo entre sus protagonistas.
Más adelante, en 1998, se vivió un episodio curioso y mucho menos formal: Serena y Venus Williams, entonces en pleno ascenso, se midieron en Australia contra el alemán Karsten Braasch, número 203 del ranking masculino, quien terminó venciendo un set a cada una.
El enfrentamiento entre Sabalenka y Kyrgios no tiene carácter competitivo ni oficial, pero retoma la idea de aquellos encuentros que cruzan las fronteras tradicionales del deporte profesional. Es, al mismo tiempo, un guiño al pasado y una forma de mostrar al tenis como espectáculo, sin perder el trasfondo simbólico que siempre acompaña a estas citas.
La elección de Dubái como sede refuerza el tono global del evento. La ciudad se ha consolidado como uno de los nuevos epicentros deportivos del mundo, con grandes torneos de golf, exhibiciones de boxeo, Fórmula 1 y, por supuesto, el tradicional ATP y WTA 500 que cada año reúne a varias estrellas del circuito.
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