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María Camila Osorio y el año de su consolidación

Después de un brillante paso por la categoría juvenil, con título de Grand Slam incluido, incursionó en el profesionalismo y demostró que tiene talento, carácter y actitud para mantenerse en la élite.

Luis Guillermo Ordoñez
13 de diciembre de 2021 - 02:00 a. m.
María Camila Osorio, tenista de 19 años. / Nelson Sierra G.
María Camila Osorio, tenista de 19 años. / Nelson Sierra G.

María Camila Osorio lleva 14 años jugando al tenis. Es toda una veterana dentro de las canchas. Por eso se ríe (en realidad todo el tiempo se ríe) cuando le dicen que es la revelación del deporte colombiano en 2021. Recibió ese premio de El Espectador porque logró asumir con éxito la transición de la categoría juvenil a la de mayores, algo complicado para la mayoría de los tenistas de élite.

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Comenzó el año ganando con autoridad la Copa Colsánitas, en Bogotá, y luego fue semifinalista en un par de torneos en Estados Unidos. Llegó a tercera ronda de Wimbledon y jugó la final del WTA 250 de Tenerife.

El objetivo en su primera temporada como profesional era acercarse al top 100 en el escalafón de la Asociación Femenina de Tenistas Profesionales (WTA), pero llegó hasta el 53 (esta semana es 55) y superó todas las expectativas, incluso las suyas. Ganó 35 partidos y se estrenó en los cuadros principales de tres de los cuatro grandes, pues además de jugar en Londres, lo hizo en el Roland Garros en París y en el US Open en Nueva York, ese que ganó hace dos años en la categoría júnior. En enero estará en el que le falta, el Abierto de Australia.

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Completamente comprometida con su carrera y enfocada en mejorar su juego, pero también seguir creciendo de manera integral, aprendiendo a manejar y rentabilizar su imagen, Camila, como se presenta internacionalmente y no María Camila como le decimos en Colombia desde que estaba pequeña, recurre a su ADN para recordar que a pesar de todo lo que ha conseguido, apenas está comenzando.

El espíritu competitivo lo heredó de su abuelo, su padre y su hermano, todos futbolistas. Viéndolos aprendió a disfrutar el juego, a divertirse, pero sobre todo a ganar. Y desde que conquistó su primer trofeo, en categoría infantil, supo que llegaría lejos.

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Por eso se propuso ser la mejor tenista colombiana de la historia, para superar a su coterránea, Fabiola Zuluaga, con quien son inevitables las comparaciones. Tienen el mismo acento, por supuesto, pero dentro y fuera de la cancha son bien diferentes. Camila es más extrovertida, no sufre de pena. De hecho, está entendiendo que debe aprovechar su carisma para explotar su imagen, una faceta imprescindible en el deporte profesional en la actualidad.

Lo que no quiere es que por la presión de los resultados y las exigencias de su trabajo, porque además de su pasión el tenis es su trabajo, se pierda esa alegría con la que siempre entra a una cancha.

Porque lo de ella es sonreír. Con la raqueta en la mano o grabando una publicidad. Irradiar alegría y buenas sensaciones. Y, por supuesto, ganar partidos, porque sabe que esa es la única manera de consagrarse. Por eso ha cambiado su estilo de juego, se ha vuelto más agresiva, como lo exige el nivel de las jugadoras a las que enfrenta. “Trabaja mucho y tratamos de ayudarle a que se concentre y esté fuerte, a que no le dé duro la soledad, porque eso es difícil de manejar, el tenis es un deporte en el que casi siempre uno está solo”, explica Germán, su orgulloso padre.

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Y lo ha hecho tan bien, que este año también está nominada como revelación de la WTA, nada menos que contra la británica Emma Radacanu -ganadora del Us Open y ya 19 del mundo-, la egipcia Mayar Sherif, la estadounidense Ann Li, la danesa ClaraTauson y rusa Ludmila Samsanova.

Camila Osorio cumplirá 20 años en dos semanas, en plena preparación para la gira en Oceanía, que tiene como principal objetivo el Abierto de Australia. En Melbourne espera enamorar a los aficionados con su sonrisa y espontaneidad, pero sobre todo con su tenis.

En El Espectador recibió el premio a mejor deportista juvenil en 2019 y ahora es la revelación de 2021. “El año entrante vengo por el trofeo grande”, asegura antes de soltar una de sus habituales carcajadas e ir a atender a un par de admiradores que quieren una foto con ella. “Claro, con mucho gusto”, les dice con la misma naturalidad con la que responde entrevistas y hace devoluciones dentro de la cancha. Poco a poco se acostumbra al éxito y a las responsabilidades que implica. Para eso se preparó y lo está disfrutando.

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