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Una Navidad hace 16 años, un regalo con el presagio de una estrella se asomó en una esquina del árbol de Navidad de la familia de Kollin Castro. En el amanecer del 25 de diciembre, la niña de apenas cinco años, que aún no sabía cuál sería su destino, se puso sus primeros patines, un obsequio que su mamá le dio para que participara de las carreras que se desarrollaban al frente de su casa, que Kollin observaba sin falta por la ventana todos los días. Lo que comenzó como un pasatiempo, poco a poco, se convirtió en el sueño de alcanzar la gloria. “Yo empecé a practicarlo más como algo recreativo. No era algo para tomarlo en serio, como para ir a competencias”, pero bastó un nuevo impulso para comenzar en el mundo del patinaje de velocidad. Su primer club, Falcon Skate, la recibió con los brazos abiertos y reconoció en ella el talento con el que había nacido.
La niña de Florida, Valle del Cauca, comenzó a ganar campeonatos aficionados, festivales y a posicionarse en varios rankings, en los que poco a poco se acercó a su primer nacional en Guarne, Antioquia, la oportunidad perfecta para brillar. Tenía ocho años y Kollin Castro era la indiscutible ganadora en varios podios, y esa racha interminable le dio el último impulso para convertirse en profesional. Tras escarbar en sus memorias, dice que “era como una motivación más para convertirlo en mi futuro”, y justamente, casi por azar, la selección de Colombia de patinaje estaba observándola con atención en ese nacional.
Aunque los trofeos y medallas eran, por supuesto, una de sus grandes motivaciones, su mamá era la luz que la guiaba en la oscuridad y la voz de aliento que retumbaba en su cabeza cada vez que cogía una curva montada en sus patines. “Mi mamá es mi todo, ella es la que estaba siempre para mí, la que siempre estaba apoyándome. Ella estuvo ahí para todo, era mi entrenadora y mi fisioterapeuta, siempre estaba a mi lado y somos muy unidas”, dice Kollin mientras cuenta cómo su vida comenzó a cambiar tras arrasar con el Mundial de Patinaje de Ibagué. Después de ese campeonato se llevó a casa cuatro medallas de oro y una de plata en el equipo juvenil. Una muestra más de que la disciplina, esa dieta estricta que comenzó a llevar, el dolor en las piernas después de terminar y su implacable tenacidad le estaban dando frutos en las pistas.
A pesar de estar conectada con las victorias de sus muy adelantadas justas deportivas, la patinadora decidió comenzar a vivir el sueño de estar en una liga como la vallecaucana y empezar a dejar su vida en Florida para entregársela a Cali. Un proceso que le costó muchas lágrimas, pues era un entrenamiento nuevo que requería toda su atención, su disciplina y su tiempo, en un lugar donde ella sentía que tenía que dejar de lado la vida que hasta ahora había construido. “El proceso fue muy difícil: yo tenía toda una vida en Florida, y empezar desde pequeña, tener que viajar y cumplir, porque cuando uno pasa a entrenar allá no puede faltar a los entrenos”.
La rutina de esta promesa del deporte se desarmó por completo: se subía todos los días al mismo bus que la llevaba desde su casa hasta Cali con otros niños que también entrenaban en Cali, y luego era devuelta a su casa todos los días. Sin embargo, un día cualquiera este beneficio que resolvía varias de las preocupaciones de Kollin se acabó y su mamá “dejó su vida” para darle todo su tiempo a Kollin. Tras subir de categoría, comenzó a tener citas periódicas con deportólogos o terapeutas, practicar deportes paralelos al patinaje que mantuvieran su estado físico y entrenamientos diarios. Se levantaba todos los días a las 4 a. m. para montar cicla, asistir a sus clases en el colegio y a la salida estaba su mamá esperándola en su moto a las dos de la tarde, recuerda entre risas que regresaba de nuevo a su casa cuando los demás estaban dormidos.
“Estaba ocupada todo el día, y no siempre tuve, por decirlo así, una vida muy tranquila, una vida de salir con amigos. Uno deja de hacer muchas cosas para dedicarse a eso”, dice hoy, a sus 21 años, la mujer que ya ocupó dos veces el podio en el premio juvenil del Deportista del Año de El Espectador y Movistar. Se siente agradecida con su disciplina, con su esfuerzo constante; no se arrepiente de nada y agradece a las personas que la acompañaron en ese camino que la encaminó para hoy ser parte de la selección de Colombia.
Luego de mantenerse en los primeros puestos en los nacionales, mes tras mes, y de sumar el puntaje suficiente para representar a Colombia, Kollin comenzó a vivir su sueño. “Es un orgullo poder representar a Colombia, es como lo que uno sueña siempre”, afirma. Recordó también los consejos que la alentaron a trabajar con pasión para abrirse todas las puertas que necesitaba. Para ella, “no eran las piernas, era la mente la que debía mantenerse estable”. Magda Yuliana Garcés y Luz Karime Garzón, figuras que un día vio por televisión y cuyos pasos anhelaba seguir, fueron algunas de las mujeres que la alentaron a nunca rendirse. “Saber que es una de las grandes patinadoras te dé un consejo se siente muy bien”.
La patinadora, que desea llegar a un World Games, acaba de ganar dos medallas de oro en los II Juegos Panamericanos Junior Asunción 2025 y obtuvo la primera medalla de oro para Colombia en el Campeonato Mundial de Patinaje de Velocidad en Beidaihe (China). “Había entrenado muy duro para obtener buenos resultados, y así fue. Desde el primer día que competí empecé ganando. Cuando uno arranca así, empieza con el pie derecho y se motiva aún más. Eso me llena de confianza, porque pienso: ‘Estoy bien preparada’. Así que vamos a darle con todo y a tratar de entregarle los mejores resultados posibles a Colombia”.
Hoy, faltando pocos días para el aniversario de recibir sus primeros patines, Kollin se llena de esa energía festiva y está agradecida con su pasado. Sueña con regalarle a su país todos los logros posibles, pero mantiene los pies en la tierra y decide estar lista para, en unos años, comenzar una carrera universitaria, ojalá en otro país. Aún no decide si ser maquilladora o ingeniera, ama salir con su pareja, ir a cine, incluso saltarse la dieta y comer hamburguesa, su comida favorita. Parece estar disfrutando de sus éxitos y elige dedicarse al patinaje por amor. Asegura no haber olvidado el dolor de la fractura que la dejó por fuera de la cita mundialista de 2019, pero que al mismo tiempo le enseñó el valor de la paciencia, del tan anhelado reposo, aunque sea por azar del destino. Es una estrella que se mantiene serena, que lidia con la frustración repitiendo como un mantra la frase: “Lo que pasó un día, ya pasó; el siguiente es un nuevo día y hay que cambiar la mentalidad. Siempre hay que salir con ganas de darlo todo y olvidar la derrota”, una que esperamos que continúe haciendo historia en el patinaje y el deporte femenino.
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