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Tokio 2020: Unos Juegos Olímpicos políticos, aunque el COI quiso evitarlo

En medio de la pandemia, y de unas justas que la mayoría de la población en Japón reprobó, los Juegos Olímpicos, como siempre, no fueron ajenos al panorama político global.

Fernando Camilo Garzón
08 de agosto de 2021 - 01:00 p. m.
Las protestas en Tokio, Mijaín López (Cuba), Kristsina Tsimanuskaia (Bielorrusia) y Raven Saunders (Estados Unidos) algunos de los personajes principales de la política en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Las protestas en Tokio, Mijaín López (Cuba), Kristsina Tsimanuskaia (Bielorrusia) y Raven Saunders (Estados Unidos) algunos de los personajes principales de la política en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Foto: Agencia EFE

En los Juegos Olímpicos de México en 1968, los estadounidenses Tommie Smith y John Carlos ganaron la medalla de oro y de bronce, respectivamente, en los 200 metros planos. Mientras sonaba el himno del país norteamericano, ambos atletas, con un guante negro en su mano derecha, bajaron la cabeza y alzaron el puño en gesto de protesta por el reconocimiento de los derechos civiles de los negros en Estados Unidos.

Tras la celebración del podio, Smith, leyenda del Black Power (Poder Negro), dijo una de las frases más icónicas y políticas en la historia de los Juegos Olímpicos: “Si gano, soy americano, no afroamericano. Pero si hago algo malo, entonces se dice que soy un negro. Somos negros y estamos orgullosos de serlo. La América negra entenderá lo que hicimos esta noche”.

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La relación entre la política y los Juegos Olímpicos, es inevitable. Por más de que el Comité Olímpico Internacional (COI) intente ocultarla y perseguirla, resulta apenas lógico que en un evento global, y de la envergadura de las justas, las reivindicaciones políticas y las manifestaciones en pro de diversas posturas salgan a flote.

Tokio 2020 estuvo muy lejos de ser la excepción. La organización misma de los Juegos fue un acto político del Estado japonés que, a pesar de la reprobación de sus ciudadanos y su inconformismo con las justas, no dio marcha atrás y organizó el evento a todo costo.

La capital de Japón es la más golpeada por la pandemia de la COVID-19 con más de 240.000 casos y miles de muertes, razón principal por la cual dos tercios de los ciudadanos japoneses se manifestaron en contra de la realización de los Juegos. Y el motivo no fue solo la pandemia y las nuevas variantes del coronavirus que se propagan por el mundo, también el alto costo que representaba hacer un evento sin público, sin turismo y sin movimiento económico. Unos Juegos Olímpicos retransmitidos por televisión, pero con escasas ganancias para el pueblo japonés. Un mal negocio tras los millones invertidos.

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La gente en el país asiático está inconforme y en medio de la realización de los Juegos se lo ha hecho saber a sus gobernantes.

COI: ¿Oculta y vencerás?

La respuesta del COI en Tokio 2020 fue ocultar las expresiones políticas de los Juegos. Muy diciente fue, por ejemplo, el hecho que se presentó con la deportista colombiana Valentina Acosta, antes de que iniciaran oficialmente las olimpiadas, a quien le hicieron tapar sus tatuajes por riesgo a que contuvieran un mensaje político.

Esto, a pesar de las altas temperaturas en las que se desarrollaron los Juegos.

El COI, amparado en articulo 50.2 de la Carta Olímpica, prohibió a todos los deportistas exhibir o manifestar mensajes políticos durante la celebración de los Juegos. La norma dice: “No se permite ningún tipo de manifestación ni propaganda política, religiosa o racial en ningún emplazamiento, instalación u otro lugar que se considere parte de los emplazamientos olímpicos”.

Una regla rígida y con carencia de falta de contexto, que puso en riesgo a varios atletas de perder sus podios y sus medallas por el simple hecho de llevar a la acción lo que Aristóteles definió como el acto más natural del ser humano: la política.

Ante las críticas, el COI se blindó diciendo que los deportistas podían protestar antes o después de las competencias, pero que no podían hacerlo durante los eventos deportivos o las premiaciones, algo ilógico porque es en esos instantes cuando todos los ojos del mundo están encima de los atletas, cuando la reivindicación política tiene más alcance.

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Y aunque precisamente eso es lo que el COI quiere evitar, la historia olímpica y deportiva los apela. No por nada Jesse Owens o Muhammad Ali son dos de los atletas más grandes de la historia de los Olímpicos. Pueden haber otros con mayores marcas y con más medallas, pero el impacto de Owens ganando frente a los ojos de Hitler o de Ali desechando su medalla de oro y sus títulos mundiales para no ir a la guerra, agigantaron sus leyendas como les ha pasado a pocos. Y casos hay demasiados, Tokio 2020 es una página más de ese libro, porque los Olímpicos, que son la máxima expresión deportiva de la humanidad, por supuesto no pueden ser ajenos a la política, bajo ningún sentido.

Mao Zedong y Fidel Castro: “Patria o muerte”

Y en realidad, la norma no quiere atacar la política, sino a sus posturas, al sentido mismo del pensamiento. A lo que se teme es a que los deportistas reivindiquen sus gobiernos porque seguimos cayendo en el error de concebir la defensa de las ideas como una afrenta a la paz. Y da miedo que los chinos y las chinas, que hoy en día disputan el dominio del panorama mundial con Estados Unidos, homenajeen a Mao Zedong o que los cubanos recuerden a Fidel Castro.

Por lo menos, así lo demostró el COI en estas olimpiadas al poner bajo a la lupa y abrir investigaciones e informes cuando, por ejemplo, Bao Shanju y Zhong Tianshi, las ciclistas de pista que consiguieron un campeonato histórico para China, recibieron sus medallas de oro luciendo en el pecho un pin del líder de la Revolución Cultural y Proletaria: Mao Zedong.

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Y la sanción nunca llegó, China tiene peso, pero la advertencia quedó en el aire. “Hemos estado en contacto ayer con el Comité Olímpico Chino. Recibiremos un informe completo pronto, pero nos han asegurado de que esto no sucederá de nuevo”, explicó en su momento el portavoz del COI, Mark Adams.

Misma actitud que tomaron cuando el boxeador cubano Julio César La Cruz, en medio del estallido social que se ha presentado en la isla durante las últimas semanas, profirió el grito de la Revolución Cubana: “Patria y vida, no. Patria o muerte, ¡venceremos!”, en medio de su coronación de oro en el peso pesado de Tokio 2020. Y al final, tampoco hubo consecuencias, pero sí señalamientos y advertencias. El mensaje ya había sido dado, a pesar de que al COI le habría encantado evitarlo u ocultarlo.

Y es que cuando el mensaje global parece ser que Cuba se libra del yugo, puede confundir bastante que sus campeones olímpicos defiendan su revolución. Y se replican poco y se señalan mucho esas posturas divergentes al discurso dominante. No solo fue La Cruz, Mijaín López, leyenda de la lucha grecorromana, campeón en Tokio por cuarta olimpiada consecutiva, tras ganar una nueva medalla dio paso al frente para defender a Cuba.

“Nunca dejaré de agradecer y hoy tengo que hacerlo. Agradecer y dedicar esto a nuestro comandante invicto, Fidel Castro. Él llevó por primera vez el deporte a Cuba. Creo que lo que somos hoy es gracias a él y a sus esfuerzos para que nuestra revolución siguiera adelante. Hoy estamos por el mundo entero dando alegrones y no solo para Cuba, sino para el mundo, alzando cada día más nuestra bandera que es poderosa”, dijo el multicampeón olímpico.

La atleta que tuvo que exiliarse de Bielorrusia

Así la política se quiera ocultar bajo la alfombra, se sale por los costados. Si la fiesta es universal, las visiones son plurales porque el humano no es plano, es multifacético y es diverso.

Y quedó demostrado cuando no se quedó callada la atleta Kristsina Tsimanuskaia, quien, al criticar las represivas políticas del gobierno de Aleksandr Lukashenko en Bielorrusia, no pudo competir en Tokio 2020. La prohibición se la hizo su propio país que quería forzarla a participar en una prueba en la que ella no era especialista. Al ver su negativa, el gobierno de Lukashenko intentó hacerla volver en un avión con rumbo a Minsk.

Privada de competir en sus prueba, los 100 y los 200 metros planos, Tsimanuskaia se negó a participar en los 4x400 como la quería obligar la federación de su país y se terminó convirtiendo en un símbolo de los Juegos de Tokio 2020.

Ahora, exiliada de su país, Kristsina Tsimanuskaia sigue con su postura desde Polonia, país que la recibió tras una fuerte disputa internacional.

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Y todo alrededor de las justas, en las cuales el COI terminó expulsando a dos entrenadores de la federación bielorrusa, mientras el gobierno de ese país señaló al Comité Internacional de xenofobia y discriminación.

Las reivindicaciones de la minorías

Mientras la organización de los Juegos se enfrasca en perseguir las posturas de los atletas, grandes reivindicaciones políticas, a todo tipo de escala, marcaron unos Olímpicos que entrarán a la historia. Por ejemplo, el hecho de que por primera vez en unas justas todas las disciplinas tuvieron participación femenina.

La inclusión, que parece ser una de las banderas políticas más importantes de la contemporaneidad, tuvo su representación, por ejemplo, en el campeón británico de clavados Tom Daley. Abiertamente, homosexual, el inglés aprovechó su vitrina ante el mundo para pronunciar un discurso histórico.

“Salí del closet en diciembre de 2013. Cuando era más joven, siempre sentí que estaba solo, que era diferente y que no encajaba. Había algo en mí que nunca iba a ser tan bueno como la sociedad quería que fuera. Cualquier joven LGBTIQ pueda ver que no importa cuán solo se sienta en este momento, no está solo y puede lograr cualquier cosa. Hay muchos miembros de la familia que eliges aquí listos para apoyarte. Estoy increíblemente orgulloso de decir que soy un hombre gay y también un campeón olímpico. Me siento muy empoderado por eso”.

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Y, sin embargo, cuando la bandera de la inclusión parece ser común a todos, esa reivindicación política también fue perseguida por el COI.

Raven Saunders, estadounidense subcampeona del lanzamiento de bala, alzó sus brazos en el podio y los puso en forma de x en una manifestación en favor de los oprimidos. “La X es la intersección donde todas las personas oprimidas se unen. Dedicado a toda mi gente negra, dedicado a la comunidad LGTBIQ, dedicado a todas las personas que lidian con la salud mental, a la comunidad afroamericana y a la gente negra del mundo”

Acto seguido, el COI abrió un expediente contra la deportista norteamericana que estuvo a punto de perder su medalla por su gesto político en el podio.

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Y es que además de la pandemia, del panorama global y de la inclusión, otras posturas también rodearon el contexto olímpico de Tokio 2020. Hace menos de un año, en Estados Unidos estalló en movimiento Black Lives Matter. Una lucha contra el racismo que se ha expandido por el mundo y que también estuvo en estos Juegos Olímpicos.

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Sucedió, por ejemplo, en la gimnasia cuando la costarricense Luciana Alvarado hincó su rodilla y alzó el puño en plena rutina. Y también pasó en el fútbol femenino en partidos como el de Chile contra el Reino Unido en el cual antes del pitido inicial todas las jugadoras se arrodillaron en señal de protesta.

Y es que a pesar de las intenciones del COI, es imposible pensar que la política no va a incidir en los Juegos Olímpicos. La historia demuestra que pensar y expresarse tiene que ir de la mano del espíritu olímpico.

Una relación que ha quedado nuevamente de manifiesto en Japón, en las justas que la pandemia parecía acabar. Los Juegos Olímpicos no solo son una plataforma que ven millones, son la expresión más pura del ser humano, un animal político por naturaleza.

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