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Alemania 2006: Bombas, divorcios, amenazas y cabezazos

El cuarto campeonato del mundo de Italia, en un torneo organizado para que Alemania lograra su tetracampeonato. Nueva entrega de “Disparos a gol”, del especial de El Espectador sobre Catar 2022; la relación entre el balompié y la política.

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17 de noviembre de 2022 - 11:40 p. m.
La famosa imagen de Zinedine Zidane golpeando a Marco Materazzi en la final del Mundial.
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Charles Dempsey fue un delegado neozelandés de la FIFA, que marcó la historia de los mundiales por lo que no hizo. Su historia empieza el 7 de julio del 2000, durante el sorteo de la sede para la Copa del Mundo de 2006, en Zúrich, cuando la delegación alemana y sudafricana se disputaban la organización del certamen. Después de dos rondas, en las cuales Marruecos e Inglaterra fueron rechazadas, todo parecía indicar que Sudáfrica se llevaría la celebración del primer Mundial en su continente. “¡Hagamos historia! Llevemos el Mundial a África”, dijo Joseph Blatter, entonces presidente de la FIFA, antes de convocar la tercera ronda de votaciones. Sin embargo, a pesar de las arengas Blatter, quien hubiese tenido la decisión final en caso de empate, el delegado Charles Dempsey, se abstuvo de votar y Alemania ganó el sufragio con un resultado de 12 contra 11.

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Una vez conocida la decisión, el gobierno germano inició las obras pertinentes para celebrar una nueva Copa del Mundo, después de lo hecho por Alemania Federal en 1974. El Estadio Olímpico de Berlín, construido para los Juegos Olímpicos de 1936, fue blanco de una inversión de casi 250 millones de euros, cuyo objetivo fue restaurar por completo sus estructuras. Desde luego, las mejores piernas del fútbol debían dar su espectáculo en un escenario acorde con su talento.

El 8 de enero de 2002, mientras el equipo Hertha Berlín realizaba una práctica de fútbol, las alarmas del Estadio Olímpico de Berlín anunciaron que algo no estaba bien. Los constructores del lugar, quienes trabajaban por hacer del estadio un sitio aún más moderno, encontraron –bajo una de las tribunas– una bomba de 250 kilogramos que databa de la Segunda Guerra Mundial. Los especialistas acordonaron el sitio y desactivaron el artefacto que, según las hipótesis más aceptadas, se había caído por error de un avión de guerra inglés, cuando la Alemania de Hitler era reducida por las fuerzas Aliadas. Los futbolistas del Hertha Berlín, valientes como los mismos oficiales antiexplosivos, siguieron entrenándose con normalidad en el estadio.

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Luego, en 2004, según la editorial deportiva mexicana Mediotiempo, otro de los estadios en construcción para el Mundial de Alemania 2006 sufrió un percance relacionado con artefactos explosivos. Mientras el nuevo y majestuoso Estadio Allianz Arena, en Múnich, se encontraba en obras avanzadas, dos bombas de la Segunda Guerra Mundial fueron encontradas bajo su superficie. Para solucionar la situación intervinieron oficiales antiexplosivos, quienes cerraron la autopista principal más cercana por precaución.

Por si esto no fuese poco, una semana antes del inicio del Mundial de Alemania 2006, otra bomba fue hallada en el –reconstruido– Estadio Olímpico de Berlín. Un jardinero del lugar, quien trabajaba en el terreno del centro de prensa, alertó a las autoridades cuando encontró un artefacto explosivo dentro de las inmediaciones del escenario. Los periodistas y trabajadores del lugar fueron desalojados ante la emergencia, lo cual resultó fácil porque se hallaban bajo dos grandes carpas instaladas en un jardín. Keith Cooper, portavoz de la FIFA, aseguró que la situación era normal, pues se trataba de una de las ciudades más bombardeadas de la historia. Según la revista española XLSemanal, la cual indagó sobre el tema en 2010, en la actualidad quedan por lo menos 100 mil bombas de los Aliados enterradas en toda Alemania.

Luego del percance, los periodistas volvieron a la sala de prensa y prepararon el trabajo que empezaría dentro de poco y que duraría todo un mes. Desde luego, en Alemania 2006, lo único que estalló fue un espectáculo de buen fútbol, cuyos artistas inspiraban a encender el televisor y no apagarlo hasta ver cuál selección se proclamaba campeona. Y no era para menos: Pirlo, Henry, Ronaldo, Ronaldinho, Zidane, Cannavaro, David Villa, Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, Francesco Totti, significaban una nómina de lujo para los fanáticos del balompié. Y lo mejor, todos luchando por su bandera, intentando hacerse con la Copa Mundial de Fútbol.

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El divorcio y la bienvenida

En el Grupo C del Mundial de Alemania 2006 se instaló un participante que generó polémica, porque ya no existía oficialmente cuando la copa comenzó. Se trataba de la selección de Serbia y Montenegro, que se había presentado en Francia 1998 como RF Yugoslavia, y que llegaba a la competición siendo la representación de dos repúblicas recién divorciadas.

Poco antes de que el Mundial empezase, el plantel de Serbia y Montenegro llegó a Billerbeck, al occidente de Alemania, para entrenarse en uno de los 110 cuarteles que el gobierno alemán ofreció a las delegaciones. El 3 de junio, una semana antes del Mundial, la República de Montenegro proclamó su independencia de Serbia, a través de un referendo que triunfó por un margen de tan solo 0,5%. Los mismos futbolistas que habían luchado las eliminatorias europeas juntos, y que habían nacido en la desmembrada Yugoslavia, de repente compartían habitaciones con extranjeros, y estaban obligados a hacer una buena participación a pesar de las turbulencias políticas.

El referendo independentista de Montenegro resultó un fenómeno familiar para la mayoría del plantel. Durante los años de niñez y adolescencia de los futbolistas, el entorno balcánico estuvo marcado por guerras de separación y reconocimiento nacional. De hecho, los futbolistas Dejan Stanković y a Savo Milosević ya tenían pericia en eso de cambiarse la camiseta por decisiones políticas, pues ambos habían jugado el Mundial de Francia 1998 representando a Yugoslavia. Inclusive, el bueno de Stanković, quien salió campeón de Champions League con el Inter de Milán, alcanzó a jugar el Mundial de Sudáfrica 2010 con la camiseta de la solitaria Serbia, siendo el único jugador en la historia de los Mundiales en disputar el certamen con tres selecciones diferentes.

Desde luego, la selección de Serbia y Montenegro brilló más por su separación que por su rendimiento deportivo en el Mundial de Alemania 2006. Los balcánicos se ubicaron en el Grupo C junto a Argentina, Países Bajos y Costa de Marfil, cuadrangular en el cual perdieron todos los partidos. Los dirigidos por el croata Ilija Petrović se devolvieron a sus respectivos países con un saldo de dos goles marcados y diez goles recibidos. Sin embargo, el argentino Lionel Messi debe tener un recuerdo muy lindo de Serbia y Montenegro, pues marcó su primer gol en Mundiales en la goleada 6-0 sobre ellos.

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Por otro lado, el Mundial de Alemania 2006 dio la bienvenida a la selección de Republica Checa, heredera de una mítica selección ya extinta: Checoslovaquia. Los checos tenían un plantel de época, con referentes mundiales en todas sus líneas: el portero Peter Čech del Chelsea, el defensa Marek Jankulovski del AC Milán, los volantes Pavel Nedvěd –Balón de Oro en 2003– de la Juventus y Tomáš Rosický del Borussia Dortmund, y el gigante Jan Koller, quien no tenía rival en el juego aéreo y también militaba en el Dortmund.

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La expectativa por la selección de Republica Checa era alta, pues su predecesora había logrado los subcampeonatos de Italia 1934 y Chile 1962. Sin embargo, en aquellas ocasiones, la legendaria Checoslovaquia contaba con jugadores oriundos de la actual Eslovaquia. Resultó que, en 1993, los eslovacos, quienes son más rurales, católicos y conservadores que los checos, se independizaron de Republica Checa tras una negociación más que pacífica y que recibió el nombre de Divorcio de Terciopelo. Desde luego, tal denominación se debe a la amistosa separación entre ambos y al contraste con lo sucedido paralelamente en Yugoslavia, donde los balcánicos desgarraron con violencia el monstruo de Frankenstein que el Mariscal Tito había unido.

Durante el Mundial, a pesar del nivel individual de sus futbolistas, Republica Checa contó con la misma suerte que Serbia y Montenegro, aunque le fue un poquito mejor. Los checos se ubicaron en el Grupo E junto a Ghana, Italia y Estados Unidos. Los comandados por el rubio Pavel Nedvěd ganaron en su debut contra los americanos con un marcador de 3-0, pero perdieron los siguientes encuentros 2-0 y se despidieron del único Mundial al que se han clasificado desde que se separaron de Eslovaquia.

Separados por un grupo

Mientras la fiesta del Mundial de Alemania 2006 se estaba celebrando, el contexto político del planeta lucía apocalíptico. Durante los años siguientes al ‘9/11′, Estados Unidos se empecinó en intimidar a todos aquellos que consideraba aliados del terrorismo. “Todas las opciones están sobre la mesa (…) la mejor manera de hacerlo –de resolver la posible amenaza– es que haya un esfuerzo unido con otros países que reconocen el peligro de que Irán tenga un arma nuclear”, con esas palabras, citadas por el diario español 20 Minutos el 19 de abril de 2006, el expresidente estadounidense George W. Bush amenazaba con iniciar una guerra nuclear, acusando a Irán de trabajar en la fabricación de la misma arma que su nación había estallado sobre la población civil de Hiroshima y Nagasaki en 1954.

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No era para menos: Irán estaba acusado, junto con Irak y Corea del Norte, de ser miembro del terrorista ‘Eje del Mal’, el cual había sido inventado por George W. Bush y que, según sus conjeturas, buscaría exportar terrorismo sin piedad en el mundo. Sin embargo, por ese lado, las afirmaciones resultaban discutibles porque Irán e Irak habían librado una guerra que duró casi ocho años, y no parecían tener una relación muy amistosa como para complicar el orden mundial entre ambos. Lo que sí sucedía, y que demostró el Organismo Internacional de Energía Atómica, era que Irán estaba enriqueciendo uranio por encima de los límites permitidos por el tratado de No Proliferación Nuclear. Enriquecer uranio es un proceso que, en una escala menor, produce la energía para ciudades enteras, pero en grandes proporciones soluciona aquello de crear la bomba atómica.

Y de repente, gracias a los medios de comunicación gringos y a sus aliados occidentales, Irán era el nuevo enemigo del mundo, capaz de crear bombas de destrucción masiva y estallarlas a cualquiera que estuviese en su contra. Desde luego, Estados Unidos –comandado por George W. Bush– se proclamó como el héroe que evitaría la posible tragedia.

En medio de tales tensiones, amenazas y discursos de odio, las selecciones de Irán y Estados Unidos se clasificaron al Mundial de Alemania. Por suerte, como ambos eran igual de malos, se ubicaron en el Bombo cuatro al momento de realizar el sorteo de los grupos. Irán quedó en el Grupo D, cuadrangular que la Portugal de Figo lideró sin problemas. Por su parte, Estados Unidos se instaló en el Grupo E, en el cual la Italia de Cannavaro se dio un festín de rivales. Ambos quedaron últimos de sus respectivos grupos, con una diferencia de gol más bien humillante: -4. ¿Qué hubiese pasado si, por esos azares venenosos del destino, se hubiesen enfrentado en el Mundial? Esta vez no parece que los futbolistas de Irán hubiesen salido con flores y abrazos, como pasó en Francia 1998.

La banderita de John Panstil

En la segunda fecha del Grupo E, las selecciones de Ghana y Republica Checa se jugaban un duelo importante con miras a la clasificación para octavos de final del Mundial. Los ghaneses controlaban el partido sin problema, pues obsequiaban al espectáculo un juego más físico que sus rivales. Al 82′, el mediocampista ghanés Sulley Muntari recibió la pelota en el área tras pase de Asamoah Gyan, y disparó un riflazo al ángulo de la mano izquierda del portero Peter Čech. Triunfo 2-0 asegurado. Luego de eso, siete jugadores africanos corrieron al banderín de tiro de esquina más cercano para sonreír ante las cámaras y bailar una especie de danza típica, cuyo meneo de cadera no está al alcance de todos. En medio de la celebración, el alegre John Panstil sacó –quien sabe de dónde– una banderita de Israel y se la enseñó a la tribuna del Cologne Stadium, quizás porque jugaba en el Hapoel Tel Aviv del futbol profesional israelí.

La celebración de John Panstil no tuvo mayor repercusión dentro del campo de juego, pero a pesar de esto, el hecho se convirtió en una emergencia diplomática para el gobierno de Ghana. El ministro del exterior ghanés, Nana Akufo-Addo, aseguró que algunas embajadas ghanesas en países musulmanes recibieron amenazas de muerte tras la agitación de la banderita. Como es sabido, el conflicto árabe-israelí seguía causando muertes por miles y los estados musulmanes no eran ajenos a la situación. “Como era costumbre, –en 2006– Israel invadía Gaza, y por rescatar a un soldado secuestrado secuestraba, a sangre y fuego, la soberanía palestina”, describió Eduardo Galeano en su libro El Fútbol a Sol y Sombra.

El ministro Nana Akufo-Addo pidió disculpas en nombre de Panstil, asegurando que no tenía ningún tipo de apoyo oficial. “Fue un lamentable acto aislado de un individuo que era completamente ignorante de las implicaciones políticas y democráticas de su acto”, aseguró Akudo-Addo en una nota publicada por el diario español El Mundo, el 22 de junio de 2006. Por su parte, John Panstil dijo que solo quería llamar la atención de unos amigos que habían viajado desde Israel para verlo.

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Orgullo azul, Italia en el corazón

La gran final del Mundial de Alemania 2006 se jugó el 9 de julio en el Estadio Olímpico de Berlín. La ceremonia de clausura estuvo a cargo de Shakira –entre otros artistas–, quien moviendo sus caderas adornadas con una falda roja típica romaní, hizo honor a su éxito mundial ‘Hips don´t lie’. Cabe destacar que Shakira fue la única representación colombiana en el Mundial, pues la selección de fútbol andina se encontraba en un momento olvidable. Luego del preludio musical, las selecciones de Italia y Francia salieron al campo para disputarse la decimoctava copa mundial de fútbol. El duelo era impresionante. Los tanos habían derrotado a los dueños de casa, Alemania, en una semifinal definida en los últimos minutos del tiempo extra. Por su parte, los galos habían derrotado a la reciente campeona, Brasil, en cuartos de final y a la sorprendente Portugal de Figo y Cristiano Ronaldo en semifinales.

Temprano, a los 35 segundos, el partido se paralizó. El francés Thierry Henry se chocó con el capitán italiano Fabio Cannavaro en la mitad del campo y cayó al césped casi que desmayado por el golpe. Luego de tres minutos de asistencia médica, en los cuales Henry casi sale del campo por órdenes del entrenador Raymond Domenech, quien se comía las uñas para liberar su ansiedad, el delantero francés reingresó al campo y el espectáculo continuó con todos sus artistas a disposición. Luego, a los 7′, el francés Florent Malouda fue derribado en el área defendida por Gianluigi Buffon y el árbitro Horario Elizondo sancionó disparo desde el punto penal. Zinedine Zidane, como era mago de nacimiento, se sacó un tiro a lo ‘Panenka’ de la manga, cuya técnica elevó despacito el balón hasta que dio en el travesaño y entró a pocos centímetros de la línea de gol. Excelso.

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Tras el gol de Zidane, la selección italiana se volcó al ataque obligada por el resultado en contra. En el meridiano del primer tiempo, a los 18′, el italiano Andrea Pirlo cobró un tiro de esquina y Marco Materazzi, quien había cometido el penalti, se elevó como si no tuviera otra opción más que remendar su error y clavó el balón en el arco defendido por Fabien Barthez.

En menos de 20 minutos, el partido ya tenía dos goles y prometía regalar más a sus espectadores. El vértigo inicial del encuentro y los nombres en cada camiseta invitaban a no despegarse del asiento. Sin embargo, la gran final se fue al tiempo suplementario tras leves merodeos en las áreas rivales, con pocas opciones de gol en cada lado, y una anotación bien anulada al delantero italiano Luca Toni al 62′.

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Antes de que el partido llegase a penales, el cuarto árbitro Luis Medina avisó al árbitro central una situación inédita: tras una corta discusión entre Zinedine Zidane y Marco Materazzi, el mago francés se plantó enfrente del defensa italiano y le dio un cabezazo en todo el pecho. El árbitro Elizondo consultó a su asistente y echó a Zidane del partido sin vacilaciones. “Más de una vez insultaron a mi madre y nunca contesté. Pero ahí... Y pasó (…) Después del partido, entré al vestuario y les dije: ‘Perdonadme. Esto no cambia nada. Pero perdón a todos’. Pero a él no puedo. Nunca, nunca... Sería deshonrarme... Prefiero morir”, confesó Zidane al diario El País de España, según el reportaje Las reflexiones de un icono. El capitán entregó el brazalete que lo reconocía como tal y salió silbado de su última función como artista del fútbol.

El partido se fue a penales tras 120 minutos, y parecía que el entrenador Domenech iba a necesitar un segundo juego de uñas. Los primeros en cobrar fueron los italianos, quienes a través de Andrea Pirlo y su educada pierna derecha, se pusieron en ventaja y presionaron a su rival. Luego de esto, Wiltord igualó para Francia y Materazzi puso el 2-1 a favor de Italia. El Mundial se decidió en el tiro siguiente, cuando fue el turno de David Trezeguet. Para el infortunio de los galos, el espigado delantero le dio con muchas ganas y envió el balón al travesaño, siendo el único falló en el equipo dirigido por Domenech. Después de esto, los italianos anotaron en todos los cobros y se consagraron campeones cuando, en el tiro decisivo, Fabio Grosso venció al portero Barthez.

“Me pasé la tarde del 9 de julio de 2006, en Berlín, durmiendo y jugando a la PlayStation. Y por la noche, salí y gané el Mundial”, aseguró Andrea Pirlo sobre la gran final de Alemania 2006, en el artículo Genios del fútbol real... y virtual de la FIFA. Así, la selección de Italia alcanzó su tetracampeonato, quedándose a tan solo una copa del todopoderoso Brasil. El capitán Fabio Cannavaro, por su parte, ganaría el Balón de Oro de aquel año, siendo el ultimo defensa de la historia en consagrarse como mejor jugador del mundo.

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Por Jhoan Sebastian Cote

Comunicador social con énfasis en periodismo y producción radiofónica de la Pontificia Universidad Javeriana. Formación como periodista judicial, con habilidades en cultura, deportes e historia. Creador de pódcast, periodismo narrativo y actualidad noticiosa.@SebasCote95jcote@elespectador.com

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