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Estados Unidos 1994: Colombia llora y, en el mundo, las potencias se quiebran

Mientras Europa se desangraba en la Guerra de los Balcanes, en Colombia asesinaron a un futbolista por un autogol. En ese Mundial, el campeón, por cuarta oportunidad, fue Brasil. Nueva entrega de “Disparos a gol”, del especial de El Espectador sobre Catar 2022; la relación entre el balompié y la política.

13 de noviembre de 2022 - 03:00 p. m.
El autogol de Andrés Escobar en el Mundial de Estados Unidos 1994.
El autogol de Andrés Escobar en el Mundial de Estados Unidos 1994.
Foto: Agencia AFP

El 1 de julio de 1993 ocurrió una masacre a gran escala, cuyo carácter siniestro apenas se conoció en occidente. “La situación es extremadamente complicada”, confesó sin esperanza el mismísimo Sefer Halilovic, jefe del Ejército bosnio, en un reportaje de El País de España. Aquel día, 15 personas volaron en pedazos y otras 80 sufrieron heridas de gravedad mientras presenciaban un partido de fútbol en Sarajevo, la capital de Bosnia y Herzegovina. Se trató de un bombardeo con mortero que el Ejército Serbio lanzó sobre la población civil de la ciudad, que representó uno de tantos escenarios crudos de la Guerra de los Balcanes. Bosnia y Herzegovina, en ese entonces, se había convertido en blanco de Slobodan Milosevic, líder serbio, que deseaba construir su anhelada Gran Serbia sobre los países que conformaron alguna vez a Yugoslavia.

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Sarajevo ya había protagonizado la historia mundial a principio de siglo. Dentro de sus calles –en 1914–, el extremista serbio Gavrilo Princip asesinó al archiduque Fernando Francisco de Austria, lo cual desembocó en el estallido de la Primera Guerra Mundial. Casi 80 años después, Sarajevo estaba encerrada en el estado de sitio más largo y sangriento de la historia de las guerras contemporáneas. El panorama era aterrador: los militares serbios cercaron la ciudad desde todos sus ángulos, protegidos por las mismas montañas que rodean el lugar. Inclusive, como sucedió el 12 de julio de 1993, inocentes sedientos murieron alcanzados por proyectiles de armas de asedio, mientras realizaban una fila para recolectar agua. La estadística es escalofriante: la población total de Sarajevo se redujo en un 64% entre 1992 a 1996.

En una entrevista con el diario español AS, Edin Dzeko describió la crudeza del ‘Sitio de Sarajevo’. El futbolista internacional con Bosnia y Herzegovina tuvo suerte de sobrevivir a tal infierno. “Nací en Sarajevo en los años 80. Durante la guerra, hubo momentos en los que tuve que dejar de jugar partidos de fútbol en las calles porque las sirenas se disparaban y teníamos que escondernos. Siendo un niño no eres consciente del peligro”.

Aquel ‘Sitio de Sarajevo’ fue consecuencia directa del desmoronamiento de Yugoslavia, como todos los conflictos balcánicos de la década del 90. Esta es la historia: Yugoslavia, que había sido unida a las malas por el Mariscal Tito, empezaría su lenta división en cinco repúblicas cuando el dictador murió en 1980. Un paro cardiaco le quitó el aliento. Tras la muerte de Tito, la República de Serbia heredó la mayoría del Ejército de Yugoslavia, y eso fue un problema de gran magnitud en la región. Aún más cuando a Slobodan Milosevic, jefe de Estado Serbio, daría todo por fundar su Gran Serbia.

La ideología de guerra de Milosevic fue la ‘limpieza étnica’. El dirigente serbio estaba empecinado en desaparecer todo aquel que perteneciese a otra etnia, y como serbios había en cada una de estas seis repúblicas, no le quedó de otra que enemistarse con todos. Los habitantes de Sarajevo tuvieron la mala suerte de vivir en una ciudad rodeada por montañas, lo cual facilitó la entrada y guarnición del ejército invasor. Durante los años que duró el ‘Sitio de Sarajevo’, los nacionalistas serbios intimidaron, asesinaron y violaron al pueblo ‘musulmán’, como eran conocidos los bosnios-herzegovinos. El terror que describe Edin Džeko no es producto de un mal recuerdo infantil, pues el 85% de las víctimas mortales fueron civiles.

Tal como pasó en Bosnia y Herzegovina, antes del Mundial de Estados Unidos 1994, Yugoslavia se despedazó a sí misma en conflictos igual de violentos en Croacia, Eslovenia y Kosovo. Su selección de fútbol jugó el último partido de su historia en 1992, dejando atrás más de 70 años representando a los ‘eslavos del sur’. Al final, el seleccionado Yugoslavo, que vestía de azul con líneas blancas, fue retirado de la Eurocopa de Suecia 1992 tras la ‘Guerra de los Balcanes’. De hecho, ese mismo año se fundaron las selecciones de Croacia y Eslovenia.

Para el Mundial de Estados Unidos 1994, ninguna de las selecciones que se desprendieron de Yugoslavia participó en las eliminatorias. De ese equipo que llegó a las semifinales en Uruguay 1930 y Chile 1962, solo quedan registros de cómo el fútbol cambió a las órdenes de la guerra.

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Rusia, bienvenida al Mundial

El 25 de diciembre de 1991, aquella bandera roja soviética, estampada con una hoz y un martillo amarillos, hondeó por última vez en el Kremlin de Moscú. El máximo símbolo de la URSS, que alguna vez se alzó en Berlín tras la derrota de Hitler, caía de su asta como el mismo imperio que dominó el oriente de Europa.

Un par de semanas antes, altos mandos de Rusia, Ucrania y Bielorrusia –integrantes de la URSS– declararon que la Unión Soviética había dejado de existir como ente sujeto a “realidad geopolítica y leyes internacionales”. El trato se firmó en Minsk, capital de Bielorrusia, y tuvo como objetivo acordar la creación de una comunidad de estados independientes, antes presos en el comunismo.

Durante los meses que Boris Yeltsin, antiguó dirigente de la URSS, lideró la ilusión de una Rusia democrática en 1991, sufrió la resistencia de cabecillas comunistas que se negaron a tamizar la Unión Soviética en estados independientes. Sin embargo, los pueblos de cada republica salieron a las calles a protestar en contra de su estilo de vida miserable. La economía dirigida soviética, en las 15 repúblicas, daba migajas a un costo de trabajo impresionante. El combustible de tales arengas fue la imagen de un mundo occidental desarrollado y atractivo a los ojos tristes de un pueblo maltratado.

A finales de 1991 las 15 repúblicas soviéticas –Rusia, Letonia, Estonia, Lituania, Bielorrusia, Ucrania, Moldavia, Turkmenistán, Uzbekistán, Kazajistán, Georgia, Tayikistán, Armenia, Azerbaiyán y Kirguizistán– declararon su independencia.

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De la misma forma que la URSS se acabó, la selección soviética se despidió de las canchas de fútbol. Al principio, se creó la selección de fútbol de la Comunidad de Estados Independientes, que agrupó a los mismos jugadores de la anterior nómina soviética. La Sinfonía nº 9 de Beethoven fue el himno escogido por aquella selección. A pesar de esto, el equipo disputó la Eurocopa de Suecia 1992 y, luego, cada república independiente creó su propia institución de fútbol.

La Federación Rusa de Fútbol sucedió a la selección soviética según lo acordado por la FIFA. Luego de eso, el 16 de agosto de 1992, Rusia disputó su primer amistoso internacional contra México, superando a los ‘aztecas’ 2-0. Dos meses después, los rusos debutaron en las Eliminatorias a Estados Unidos 1994, venciendo a Islandia 1-0 en Moscú.

La selección de Rusia se clasificó al Mundial de Estados Unidos segunda del quinto grupo, por la Confederación Europea. Pero su nómina estuvo compuesta por futbolistas de varias federaciones de la antigua URSS. Tanto así que Valery Karpin, su volante ‘10′, quien portaba el número del genio, era oriundo de la actual Estonia.

El autogol de Escobar

En contraste con las turbulencias que se daban en el este de Europa, en Sudamérica los colombianos soñaban con acariciar la gloria. La selección de Colombia llegó a Estados Unidos 1994 favorita para levantar la Copa del Mundo. Su triunfo 5-0 contra Argentina, en el mismísimo Monumental de Núñez, sumado a una campaña sin derrotas en la fase clasificatoria, ubicó a los cafeteros en un lugar privilegiado para levantar el máximo trofeo del fútbol. Además, Colombia contaba Carlos el Pibe Valderrama, quien había sido escogido mejor jugador del continente por la prensa, llevándose consigo el premio ‘Rey de América de 1993′. El enganche colombiano, de melena rubia y bigote espeso, ganó la distinción por encima del brasileño Cafú y el compatriota Freddy Rincón.

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Por si esto fuera poco, leyendas del fútbol de la talla de Pelé, Johan Cruyff y Franz Beckenbauer, señalaron a Colombia como máximo candidato a llevarse el Mundial. El triunfalismo debía respirarse cada segundo en el plantel dirigido por Francisco Maturana.

A pesar del favoritismo colombiano, todo cambió en el debut ante Rumania. La selección europea goleó 3-1 a Colombia, con goles de Florin Răducioiu y el mítico Gheroghe Hagi. Lo que debía ser el primer escalón de un plantel destinado a ser campeón, fue el prólogo de una de las páginas más tristes del fútbol colombiano.

Como lo aseguró Gabriel Jaime ‘Barrabás’ Gómez, centrocampista colombiano, en una entrevista con la revista SoHo en 2014, los días siguientes a la derrota estuvieron marcados por el nerviosismo. La mañana de la charla técnica del duelo crucial contra Estados Unidos, Francisco Maturana había demorado casi media hora en aparecer, lo cual era extraño en el director técnico. Cuando ‘Barrabás’ Gómez lo buscó, el estratega estaba llorando. Francisco había recibido amenazas de muerte contra él, ‘Barrabás’ Gómez y la familia de ambos, todo porque “gente poderosa del fútbol” no quería que el volante jugará el segundo partido del Mundial.

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Además, ‘Barrabas’ Gómez cuenta que su carrera dio vuelta tras las amenazas: “Eso vino de parte de Cali. Fue gente que estaba en el mismo hotel. En los televisores de los hoteles salían mensajes que uno recibía y ahí le llegó el mensaje a Pacho –Maturana–. Yo no le quería parar muchas bolas a eso, y les dije: ‘Yo juego’; en Colombia me habían amenazado muchas veces y no había pasado nada, pero Pacho llegó muy sentido y me dijo que no jugara. No hubo ni siquiera charla técnica, el equipo se bajonió, y entonces ahí decidí que no volvía a jugar fútbol”.

El 22 de junio, entre llantos y amenazas, Colombia enfrentó al seleccionado local de Estados Unidos. Entre los 94 mil espectadores estuvo ‘Barrabás’ Gómez, quien nunca más le dio patadas a un balón a nivel profesional.

Ambos equipos se jugaban el paso a segunda ronda del Mundial. A los 34′, el lateral americano Thomas Dooley recibió un cambio de frente al costado izquierdo del campo. Ante la pasividad del combinado colombiano, Dooley avanzó con el balón en diagonal hacia dentro y lanzó un pase rasante con destino al centro-delantero americano. Sin embargo, Andrés Escobar, defensor ‘cafetero’, en un intento por despejar la jugada, se lanzó en barrida y metió el balón en su propio arco. Autogol.

Óscar Córdoba, portero colombiano quien salió a cortar el pase, miró al cielo y se dejó caer mientras la pelota cruzaba el arco. Andrés Escobar, por su parte, se tomó la cabeza en el piso y se levantó, solo para mirar al cuerpo técnico y bajar su mirada al césped del Rose Bowl Stadium, en Los Ángeles. La selección de Estados Unidos aprovechó el desconcierto colombiano y anotó otro gol empezando el segundo tiempo. Al final, los dirigidos por Francisco Maturana descontaron al 90′, pero eso de nada sirvió. Colombia salía eliminada del Mundial.

La selección de Colombia venció 2-0 a Suiza cuatro días después, y así terminó su participación en Estados Unidos 1994. Andrés Escobar pidió unos días de descanso tras el Mundial y partió a su natal Medellín, donde jugaba para el Atlético Nacional. El 2 de julio, día en el cual se jugaron dos partidos por los octavos de final del Mundial, Andrés Escobar fue asesinado en el estacionamiento del Estadero El Indio, a las afueras de Medellín.

Según Jesús Albeiro Yepes, fiscal colombiano que llevó el caso, Andrés Escobar estaba junto a tres amigos en una discoteca cercana al Estadero El Indio, donde se tomaron una botella de aguardiente mientras hablaban de fútbol y de la vida. Dentro del lugar, Pedro y Santiago Gallón Henao, hermanos vinculados con el narcotráfico y paramilitarismo en Colombia, habrían matoneado al defensa central por su desempeño en Estados Unidos, gritándole “¡Autogol!, Andrés, ¡Autogol!”.

Andrés Escobar les pidió respeto, pues ante todo era un caballero dentro y fuera de la cancha. Empero, minutos después en el Estadero El Indio, tanto el futbolista como los hermanos Gallón Henao siguieron discutiendo. El mayor de los hermanos, Santiago, amenazó a Escobar diciéndole que “no sabía con quién se estaba metiendo”. Cuando el escolta de los hermanos Gallón Henao, Humberto Muñoz, escuchó tal frase, no dudó en saciar sus ansias de violencia contra el futbolista. Andrés Escobar fue asesinado con seis tiros en la cabeza.

“Yo estaba entre el carro durmiendo esperando a mi patrón. Y después oí un alboroto y fue cuando vi mucha gente y al patrón mío por ahí... a un lado, y un carro azul parqueado... Yo pensé que de pronto era un tipo muy peligroso o algo así, entonces me asusté y le disparé, pero sin yo saber quién era”, confesó Humberto Muñoz.

Al funeral de Andrés Escobar asistieron decenas de miles de personas, entre ellas el entonces Presidente de Colombia, César Gaviria Trujillo. Los futbolistas de aquella selección de Colombia buscaron refugio en guardaespaldas que los cuidaron de posible “gente poderosa del fútbol”, con igual o peor ánimo de venganza.

Andrés Escobar murió por la insensatez de un hombre, que desenfundó un arma en un momento de alta tensión. De repente, en el país empezaron a correr rumores de apuestas, narcotráfico o bandas armadas ilegales, lo cual tenía mucho sentido en Colombia: un país que canceló el campeonato nacional de 1989 por el asesinato del árbitro Álvaro Ortega, cuyo pecado fue invalidar un gol de chilena; un país cuyos equipos más importantes funcionaron como empresas fachadas para lavar dinero del narcotráfico; un país en el cual algunos exfutbolistas ganan la Copa Libertadores –como Jhon Viafara–, y fueron capturados por enviar droga en lanchas a Norteamérica.

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El asesinato de Andrés Escobar le recordó al mundo los terribles problemas de Colombia, un territorio desigual en todos los niveles posibles, donde la cultura mafiosa impera en los sueños de los más pobres. El crimen contra el exfutbolista de Atlético Nacional fue la cereza de del pastel colombiano, que está agujereado por los disparos que son de guerra, pero que deberían ser de gol.

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Brasil tetracampeón

La selección de Brasil arribó a Estados Unidos 1994 como líder de su grupo clasificatorio en Suramérica. Aunque los brasileños llevaban 24 años sin levantar la Copa del Mundo, la racha más larga desde que ganaron por primera vez, en esta oportunidad habían conformado un grupo de futbolistas excepcionales. La estrella más brillante de la constelación era Romario, un delantero bajito y moreno que solía marcar sus goles con la punta de sus guayos.

En Estados Unidos, el fútbol americano murió de celos durante el Mundial. Los nueve estadios utilizados fueron reformados para practicar el impopular soccer, sin números de yardas marcados en el césped, ni cascos de protección contra arremetidas de hombres de dos metros. Algunos jardineros artistas trazaron cuadritos dentro de área penal, y trasquilaron el resto del campo con líneas verdes claras y oscuras.

Los brasileños debutaron contra Rusia en el Stanford Stadium, en San Francisco. El equipo dirigido por Carlos Alberto Parreira le dio la bienvenida a los exsoviéticos con un contundente 2-0, logrado con goles de Romario y Raí –vía penal–. En el mismo estadio, cuatro días después, Brasil se clasificó a octavos de final goleando 3-0 a la selección de Camerún. En la última jornada de la fase de grupos, los brasileños empataron a un gol con Suecia.

El azar del destino ubicó al seleccionado local, Estados Unidos, en octavos de final contra Brasil. Por un lado, un país criticado por su escasa afinidad con el fútbol, y por el otro, los reyes del balompié, dueños por siempre de la Copa Jules Rimet. El resultado favoreció a los sudamericanos, quienes, a través de un gol de Bebeto a pase de Romario, eliminaron al país anfitrión.

En cuartos de final, Brasil se midió contra el poderoso equipo de Países Bajos. Los brasileños abrieron el marcador al 53′ con gol de Romario. Luego, al 63′, Bebeto aumentó la ventaja regateando al portero de neerlandés Goeij –para la historia quedó la celebración del delantero brasileño, quien movió sus brazos como si estuviese arrullando a su bebé Mattheus Oliveira–. A pesar de la ventaja brasileña, Países Bajos empató el partido faltando poco para acabarse el encuentro. Sin embargo, en el 81′, el lateral izquierdo Branco desató un zurdazo de tiro libre que le dio la ventaja definitiva a Brasil.

En semifinales, Brasil no tuvo problemas para eliminar a Suecia con otro gol de Romario al 80′. De esa manera, la selección latinoamericana alcanzó la quinta final mundialista de su historia.

La final de Estados Unidos 1994 se disputó en el multiusos Rose Bowl Stadium, en Los Ángeles. Sí, atrás quedaron esos míticos escenarios nombrados en honor a festividades nacionales o leyendas del fútbol, donde las pelotas de otros deportes no se pueden ni aparecer. Como en toda la competición, la media de espectadores superó los 90 mil para la sorpresa de quienes criticaron la elección. El Mundial de Estados Unidos aumentó la popularidad del deporte rey en el país norteamericano, lo cual se reflejó después en las constantes victorias de la selección femenina de fútbol.

Por su parte, la selección de Italia también disputó su quinta final mundialista frente a Brasil. Los italianos tenían un equipo equilibrado, comandado en sus dos frentes por el delantero Roberto Baggio y el defensa Franco Baresi. Luego de un aburridísimo 0-0 en tiempo regular, ambas selecciones definieron el título por penales. Periodistas italianos dicen que “Roberto Baggio pudo estar a la altura de Pelé y Maradona, solo que falló el penal decisivo”. El delantero diestro, de ojos azules y cola de caballo ondulada, lanzó el ultimo cobro a las nubes, otorgándole el tetracampeonato a Brasil. Los brasileños se abrazaron y celebraron, y algunos dieron botes de felicidad en el piso. La nueva generación de futbolistas de Brasil, de esos que se hacen en las favelas y que sonríen todo el tiempo, alzó nuevamente la nueva Copa del Mundo.

*Capítulo del libro Disparos a Gol

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Por Jhoan Sebastian Cote

Comunicador social con énfasis en periodismo y producción radiofónica de la Pontificia Universidad Javeriana. Formación como periodista judicial, con habilidades en cultura, deportes e historia. Creador de pódcast, periodismo narrativo y actualidad noticiosa.@SebasCote95jcote@elespectador.com

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