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En la última década, cadenas como Ara, D1, Ís e incluso el extinto Justo&Bueno han marcado un capítulo en la historia reciente del comercio en Colombia. Con su modelo de bajo costo, transformaron la forma de comprar de millones de hogares y se expandieron en municipios intermedios del país.
Un estudio del Banco de la República reveló que estas tiendas han tenido un doble impacto: generan más empleo formal y mayor recaudo de impuestos, pero al mismo tiempo aumentan la presión sobre el comercio de barrio.
¿Qué pasa con el empleo?
El Banco de la República estudió cómo la llegada de las tiendas de bajo costo impacta el empleo en municipios intermedios, a partir de datos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares del DANE.
Para ello comparó municipios que recibieron este tipo de cadenas en distintos momentos, lo que permitió comparar los cambios en la actividad económica.
Los resultados muestran que la llegada de estas cadenas sí impulsa el empleo formal en los municipios donde se instalan. Pero el efecto no se siente de inmediato: a partir del tercer año empiezan a verse aumentos claros, que en promedio alcanzan entre dos y tres puntos porcentuales más de empleo frente a los municipios sin estas tiendas.
El estudio también muestra que las finanzas locales mejoran. A grandes rasgos, los municipios donde llegan estas cadenas ven crecer el recaudo de impuestos, en especial el de industria y comercio, que aumenta en promedio un 10 % de los ingresos municipales.
De hecho, muchos proveedores locales deben formalizarse para cumplir con los requisitos de calidad y facturación que imponen las cadenas, lo que amplía el impacto más allá del comercio minorista.
¿Y las tiendas de barrio?
Uno de los temores más extendidos frente al avance de las cadenas de bajo costo es su impacto sobre el comercio tradicional. ¿Desaparecen las tiendas de barrio con la llegada del hard discount?
El Banco de la República concluye que no hay evidencia de una caída significativa en el empleo informal, segmento en el que se concentran los tenderos. Esto sugiere que las tiendas de barrio no desaparecen en masa cuando se abre un D1, un Ara o cadenas similares en el municipio.
Sin embargo, el estudio sí advierte que estos negocios se ven sometidos a una presión competitiva mucho mayor en precios.
En la práctica, los tenderos deben ajustar sus márgenes de ganancia y aceptar una reducción de ingresos, pues compiten con cadenas que ofrecen productos básicos a menor costo gracias a economías de escala y marcas propias.
En este contexto, la tienda de barrio mantiene su rol de cercanía (horarios flexibles, ventas al fiado, trato personalizado), pero ya no logra retener a todos los clientes como antes.
Muchos hogares combinan la compra en el hard discount para los productos de mayor consumo y recurren al tendero solo para compras de urgencia o de bajo monto.
El Banco de la República resalta que la competencia empuja a los tenderos a adaptarse a un entorno en el que los consumidores priorizan cada vez más la relación calidad-precio.
Más allá del empleo y del comercio minorista, el estudio del Banco de la República señala que la llegada de estas cadenas también impulsa a sectores como la agricultura y la manufactura, que crecen para abastecer la nueva demanda.
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