En Puerto Libertador, Córdoba, la violencia era protagonista. Declarada zona roja por la presencia de grupos paramilitares, el miedo reinaba y los niños, grandes perdedores, no tenían las posibilidades de recibir a un buen docente y tampoco tener una buena escuela.
Pero vinieron tiempos de paz y aunque aún es conocida la presencia de armados al margen de la ley, un hecho logró reunir a la población civil, a dos fundaciones y a un ministerio con un solo fin: poder educar a esos niños que tiene en sus manos el futuro de una Colombia en paz.
Se trata de la sede Siete de Septiembre, de la institución educativa Germán Gómez Peláez, ubicada precisamente en Puerto Libertador, que fue promovida por la Fundación Argos, el Ministerio de Educación y la Fundación Telefónica. La iniciativa nació hace tres años como parte de una alianza para mejorar 20 colegios en el país y hacer de ellos lugares para cultivar el conocimiento.
Cuando se aprobó el proyecto en Córdoba, la comunidad estudiantil y los padres de familia vieron una oportunidad para mejorar la calidad de vida de los alumnos, que carecían de espacios básicos como biblioteca, comedor o canchas deportivas. Según Andrés Arrieta López, rector de la institución, “fue un privilegio haber sido escogidos y hoy el impacto en educación es una realidad”.
En poco tiempo se iniciaron las obras y la nueva sede hoy beneficia a más de 550 alumnos. Sin embargo, hubo un momento en que grupos al margen de la ley exigieron dinero para dejar avanzar el proyecto, razón por la cual los ingenieros se comunicaron con los representantes de la Fundación Argos y, por seguridad, detuvieron la obra.
“Teníamos que proteger la vida de la gente y la decisión fue no seguir”, recuerda Eduardo Bettin, presidente de Sator.
Entonces, cuando la comunidad se enteró de las intimidaciones, realizó una marcha pacífica para exigir a la Gobernación seguridad para los constructores de la firma. Además, convocaron a una reunión a los habitantes del municipio para diseñar una estrategia que garantizara la correcta ejecución del proyecto.
De inmediato los líderes comunitarios, el alcalde, el Ejército, la Policía y hasta los párrocos y pastores de las iglesias se comprometieron con la causa común y construyeron un cordón de seguridad para el equipo de trabajo. La iniciativa fue contundente.
Todos los días hubo turnos para acompañar a las personas en sus jornadas de trabajo o ayudarles en lo que necesitaran.
El lema fue laborar en equipo, porque había que dar un regalo a los niños de Puerto Libertador. De esta manera, la obra siguió adelante, “la comunidad se empoderó del proyecto educativo y demostró que a pesar de los intereses distintos entre los pobladores, podían unir esfuerzos y alcanzar metas de construcción de un mejor país”, resalta María Camila Vargas, directora de la fundación del Grupo Argos.
El esfuerzo común se vio reflejado en el primer semestre de este año, cuando se hizo la entrega formal de la nueva sede Siete de Septiembre, de la institución educativa Germán Gómez Peláez.
Un ejemplo de liderazgo colectivo que Eduardo Bettin resaltó durante la Primera Cumbre Nacional de Liderazgo, organizada por El Espectador el pasado 18 de noviembre, como demostración de una labor colectiva entre lo público y lo privado, con el apoyo de la comunidad. Según Juan Manuel Parra Torres, profesor de la Escuela de Dirección y Negocios de la Universidad de la Sabana, “una demostración contundente de lo que debe ser la transformación sostenible en Colombia”.
En pocas palabras, “trabajo colectivo por el bien común, venciendo el miedo para alcanzar un objetivo de progreso”.
Por María Alejandra Moreno Tinjacá
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