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Estados Unidos podría estar a las puertas de un cambio drástico en su política comercial. La posibilidad de imponer aranceles universales sobre todas las importaciones ha ganado tracción en Washington, impulsada por el equipo de campaña de Donald Trump. La propuesta, que busca reducir déficits comerciales y reindustrializar el país, representa un giro proteccionista con consecuencias económicas profundas.
El debate se intensificó este jueves con las declaraciones de Jamieson Greer, nominado para ocupar un puesto clave en la Oficina del Representante de Comercio de EE. UU., quien aseguró que la medida debe ser “examinada y considerada” como una vía para nivelar el terreno de juego para los trabajadores estadounidenses. Greer, abogado y exjefe de gabinete del representante comercial Robert Lighthizer, fue una figura clave en la negociación del T-MEC y podría desempeñar un papel central en la implementación de esta estrategia si es confirmado por el Senado.
La idea de un arancel generalizado no es nueva en la retórica de Trump. Durante su primer mandato (2017-2021), Washington impuso miles de millones de dólares en aranceles a productos chinos y de otros países, en un esfuerzo por reducir el déficit comercial. Ahora, el objetivo va más allá: aplicar una tarifa uniforme a todas las importaciones como una estrategia de política industrial para favorecer la producción nacional.
Las razones detrás de esta propuesta se pueden resumir en tres puntos:
- Reindustrialización: Trump y su equipo sostienen que EE. UU. necesita fortalecer su base manufacturera para reducir la dependencia de importaciones extranjeras.
- Reducción del déficit comercial: en 2023, el déficit comercial de EE. UU. superó los $1.1 billones de dólares, con China como su mayor socio deficitario.
- Mayor control sobre el comercio internacional: se busca obligar a otros países a negociar mejores condiciones para EE. UU., especialmente en sectores estratégicos.
Este enfoque rompe con la tradición estadounidense de comercio abierto, que ha predominado desde la posguerra. En su lugar, coloca a Washington en una postura más agresiva, con posibles efectos adversos para sus aliados comerciales, incluidos Canadá, México, la Unión Europea y varios países asiáticos.
México y Canadá en la mira
El impacto de esta política no solo se sentiría en Asia. Durante su testimonio ante el Comité de Finanzas del Senado, Greer dejó en claro que México y Canadá también están bajo escrutinio. De hecho, Trump ha dado un plazo de un mes a estos países para renegociar ciertos términos comerciales si quieren evitar sanciones similares a las impuestas a China.
Esto pondría a prueba el T-MEC, acuerdo firmado en 2018 para modernizar el antiguo TLCAN. Aunque se pensaba que el tratado había estabilizado la relación comercial entre los tres países, el posible regreso de Trump a la Casa Blanca podría significar una nueva ronda de tensiones.
Uno de los sectores más afectados en México y Canadá sería el automotor. EE. UU. es el principal destino de las exportaciones mexicanas de autos y autopartes. Un arancel universal afectaría directamente la competitividad del sector.
También se encuentra el agrícola. Canadá y México exportan productos agrícolas clave a EE. UU., desde trigo hasta aguacates.
Y por último, el energético, ya que Canadá es uno de los principales proveedores de petróleo y gas para EE. UU.
Si Washington avanza con esta política, México y Canadá tendrían que tomar decisiones difíciles: renegociar con una administración hostil o buscar alternativas en otros mercados.
China: el objetivo central de la estrategia
Más allá de la relación con América del Norte, Greer enfatizó que EE. UU. necesita una “relación equilibrada” con China. En otras palabras, la administración busca reducir la dependencia de productos chinos y evitar que el país asiático tenga una ventaja comercial injusta.
El gobierno estadounidense ya tomó medidas en esta dirección. Esta semana entró en vigor un nuevo paquete de aranceles contra productos chinos, sumándose a los impuestos ya existentes desde 2018.
Sin embargo, la estrategia no solo se limita a aranceles. Washington también está intensificando sanciones económicas contra entidades vinculadas al comercio de petróleo iraní con China, en un esfuerzo por frenar el financiamiento de programas militares de Teherán.
Junto con la política comercial, EE. UU. anunció nuevas sanciones financieras contra una red internacional que transporta petróleo iraní hacia China. Según el Departamento de Comercio, esta red facilita la entrega de millones de barriles de crudo iraní, por un valor de cientos de millones de dólares, generando ingresos que financian grupos como Hamás y Hezbolá.
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