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Hay un tema de todos los días en la agenda de Washington: los aranceles. Hace dos semanas, el gobierno de Estados Unidos aplicó una medida que golpeó en avalancha el comercio de varios de sus socios comerciales, mediante un gravamen de 10 % a las exportaciones de países sin acuerdos plenamente vigentes o con tensiones comerciales activas. Colombia, pese a contar un Tratado de Libre Comercio (TLC), no fue la excepción. Al contrario, el anuncio prendió las alarmas en Palacio, oficinas gremiales y comercios de todo el país, ya que toca el bolsillo de todos.
La fractura en la diplomacia económica reveló oportunidades estratégicas. Para la Cámara Colombo Americana (Amcham Colombia), aunque 82,7 % de la canasta exportadora nacional tendría un impacto limitado por el nuevo arancel, hay uno de cada dos productos está directamente expuesto. Y en el caso de que la medida se mantenga hasta 2026, las consecuencias no serán menores. Las exportaciones serían las primeras en timbrar, con una caída de U$1.147 millones y 15.000 empleos menos, lo que desencadenaría una disminución del PIB en $4,7 billones, según cálculos de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF).
Según el informe más reciente del DANE, la balanza comercial empeoró 62 % por el aumento de las importaciones: pasó de US$762,1 millones en febrero de este año frente a los US$1.241 millones FOB del año pasado.
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La advertencia, sin embargo, viene con pan debajo del brazo, porque hay sectores donde Colombia no solo resiste, sino que puede ganar terreno, lo que dependerá de paciencia y estrategia.
- Material eléctrico: China enfrenta un arancel de 145,7 %, mientras Colombia tiene 10 %.
- Textiles y confecciones: otro tanto. El arancel para el país es de 10 %, pero para China es de 151,8 %.
- Confitería y azúcares: el arancel para algunos competidores roza 157,8 %, mientras Colombia ya crece a tres dígitos en este rubro.
En otras palabras, hay una ventana que podría cerrarse tan rápido como se abrió si el país no logra afinar su puntería política y comercial.
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La presidenta de AmCham, María Claudia Lacouture, fue enfática en que la solución no es la resignación, sino la diplomacia activa. ¿Cómo? A través de los mecanismos del TLC, “los cuales permiten flexibilidad para manejar tensiones sin judicialización”, dijo. La clave no está solo en el litigio, sino en demostrar que Colombia sigue siendo un socio estratégico, confiable y ágil en medio del reordenamiento comercial global.
Al fondo, sin embargo, persiste un eco de una contrarrespuesta del Gobierno Petro de lanzar un dardo con aranceles similares. Si sucede, advierte el gremio, la inflación subiría hasta 4,4 %, golpeando precios de insumo como el maíz amarillo, el pollo, el cerdo o el huevo. Siete de cada diez productos de lo que Colombia importa de EE. UU. no se produce localmente o no lo suficiente.
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De acuerdo con el DANE, las importaciones de febrero subieron 10,5 % anual, al pasar de US$4.820 millones a US$5.326 millones.
Las manufacturas fueron los protagonistas del repunte, con US$3.833 millones; le siguieron agro y alimentos y combustibles y productos de industrias extractivas.
El principal país de origen de las mercancías que compra Colombia es China. El gigante asiático representa el 26,5 % de las compras externas, seguido de Estados Unidos (24,3 %), México (4,7 %), Brasil (4,5 %), Alemania (3,1 %), India (2,7 %), Japón (2,2 %). Las demás naciones suman una participación del 32,2 %.
El juego, como diría Trump, es un factor determinante en la negociación. Y por ahora, es más que una cifra o un arancel, la reputación comercial de Colombia en el ajedrez de usar el arancel a su favor. Y si el país lo logra con inteligencia, quizás esta grieta sea una oportunidad.
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