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El presidente Gustavo Petro le aceptó la renuncia a Julián Molina, ahora exministro de las TIC, quien se había posesionado en la cartera hace seis meses.
Molina es la primera baja confirmada luego del temblor político que generó la elección de Carlos Camargo como magistrado de la Corte Constitucional, resultado que no era bien visto por el Gobierno (además de varios analistas).
Los otros dos nombres que siguen en la balanza son el de Antonio Sanguino, quien encabeza el Ministerio de Trabajo (siete meses en el cargo) y Diana Marcela Morales, ministra de Comercio (designada en mayo de este año).
Más allá de los retos particulares de cada cartera (más aún en el último año de Gobierno, con restricciones en gasto y ejecución por cuenta de Ley de Garantías, por ejemplo), uno de los problemas de fondo con estos cambios son los obstáculos y frenos que implica retirar cabezas de equipos con una cierta frecuencia.
Hay un elemento que también preocupa y es el momento de toma de estas decisiones. “¿Quién se va a ir a estos cargos en el último año del Gobierno cuando, además, toda la ejecución ya está amarrada por la Ley de Garantías?”, se preguntaba en una nota reciente para este diario Marc Hofstetter, profesor de la U. de los Andes.
Por ejemplo, en el renglón TIC, varias voces reconocen que la falta de liderazgo en el Ministerio ha llevado a una cierta inercia en el sector, que por momentos se siente mucho más como una parálisis. Por aquí han pasado ya tres cabezas de la cartera.
“Hay una caída de ingresos muy sensible en el sector. Es un Ministerio desfinanciado. Los operadores se encuentran en déficit y hay varias decisiones claves que siguen sin ser resueltas. Y todo esto es falta de liderazgo. No hay Norte, ni acciones claras”, cuenta un funcionario, quien pidió no ser identificado pues no es vocero oficial sobre este tema.
Entre los asuntos más urgentes del Ministerio en este momento están el empalme entre administradores del dominio .CO (que recientemente cambió de manos), así como acompañar el proceso de fusión entre Movistar y Tigo, pues esa integración podría implicar una dominancia compartida, con todo y lo que eso implicaría en cuanto a las tarifas para los usuarios, así como en las garantías para competidores más pequeños como WOM.
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