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Perfil del barrista de un equipo de fútbol: pasión, odio y amor

Algunos comparten varias ideologías, los mismos gustos o la pasión por algo que en muchas ocasiones es el fútbol o la música que se vuelve un pretexto para el desahogo de lo irracional; así aparecen las “tribus urbanas”, más conocidas como “subculturas juveniles”.

William Ricardo Zambrano A.
20 de agosto de 2021 - 05:07 p. m.
El término barra brava se emplea en América Latina para designar a aquellos grupos organizados dentro de una hinchada que se caracteriza por producir diversos incidentes violentos dentro y fuera del estadio de futbol.
El término barra brava se emplea en América Latina para designar a aquellos grupos organizados dentro de una hinchada que se caracteriza por producir diversos incidentes violentos dentro y fuera del estadio de futbol.
Foto: El Espectador - josé vargas

A partir del siglo XXI, cuando surge la era industrial y la sociedad capitalista, aparece la categoría social histórica de juventud como evolución de la sociedad humana. Los jóvenes comienzan a ser protagonistas de las consecuencias del capitalismo y como resultado de esta situación deciden establecer una nueva forma de organización social desde lo tribal, conformando colectivos donde prima lo afectivo, lo emocional.

Algunos comparten varias ideologías, los mismos gustos o la pasión por algo que en muchas ocasiones es el fútbol o la música que se vuelve un pretexto para el desahogo de lo irracional; así aparecen las “tribus urbanas”, más conocidas como “subculturas juveniles”.

Para la mayoría de antropólogos y etnólogos este concepto de tribu dista mucho, pues consideran que le faltan muchas características de las tribus primitivas; sin embargo, los medios de comunicación han quedado seducidos por el nombre y a la equivalencia de andar en grupo para denominarlo tribu, así como un fenómeno de las grandes ciudades que no surge, de ninguna manera, en el contexto rural, solo urbano.

Los medios se han encargado de la divulgación del nombre, creando un imaginario en torno a toda manifestación juvenil, la cual ya está calificada bajo categorías: rastas, punketos, barras bravas, etc. El término barra brava se emplea en América Latina para designar a aquellos grupos organizados dentro de una hinchada que se caracteriza por producir diversos incidentes violentos dentro y fuera del estadio de futbol.

Lea: Las barras de fútbol se la juegan por la convivencia

El fútbol y las barras bravas

El fútbol definido como uno de los fenómenos más importantes del siglo XX, es sinónimo de pasión, sentimientos, fiesta, danza, baile, música, odio, guerra simbólica, religión y política. Es precisamente una ocasión para expresar en forma colectiva un sentimiento, un mínimo cultural compartido que sella una pertenencia común.

Para el barrista, el balompié es, sin duda alguna, el deporte rey por su carácter deportivo, por su engalanado protocolo, por el gol o por la destreza de sus jugadores. Para la sociedad consumista, el fútbol es más que eso, es una pasión, parte de su vida, de una cultura que cada vez se expande y fortalece.

Sin embargo, no es imposible hablar de fútbol únicamente como el deporte que se presenta en la cancha, sino en la tribuna, y todo lo que gira y acontece alrededor de esta. Aquellos lugares donde los hinchas se reúnen antes, durante y después del compromiso; espacios en los cuales la tribuna y la ciudad nos muestran toda una dinámica social y simbólica específica a través de las barras bravas.

¿Cómo son los barristas?

Estas barras nacen de una subcultura juvenil en donde lo que se busca es la pertenencia a un grupo determinado que comparten los mismos gustos, pensamientos radicales: nacionalismo, xenofobia, exaltación de la fuerza, virilidad agresiva, sentido del honor asociado con la capacidad de pelear y la demostración del más fuerte. Sus integrantes en su gran mayoría son jóvenes entre los 14 y 25 años, pertenecientes a distintos estratos y a diversas zonas de la ciudad, los cuales son considerados como un grupo vulnerable.

Las barras bravas son grupos de aficionados que apoyan en todo momento al equipo, siguen su trayectoria con especial fanatismo, no dudando sacrificarse por los colores de su club; hacen apropiación simbólica de algunos sectores y del estadio y defienden la ciudad donde su onceno es local.

Se reúnen en torno al fútbol creando nuevas formas de expresión: producción discursiva, símbolos y tradiciones. Nacen por necesidades de barrio y por promover algún gusto afín al fútbol. Son soñadores, idealistas, ilusos, agresivos, de amores, de odios, leales y guerreros, porque así son todas las necesidades de barrio.

Conciben el partido como un ritual en el que desempeñan un papel activo, hablan constantemente de su conjunto y de lo que ocurre con él, se dotan de emblemas y símbolos que llevan consigo o adhieren a su cuerpo con pintura y tatuajes. El sufrimiento y el compromiso no desaparecen luego de terminado el juego, hacen seguimiento permanente de las noticias en los medios de comunicación, se identifican con su divisa en cuerpo y alma, acuden siempre al estadio e incluso siguen a su conjunto en sus desplazamientos.

Generalmente, utilizan banderas, lienzos y diferentes instrumentos musicales; se caracterizan por ubicarse en las tribunas populares, aquellas que frecuentemente carecen de asientos y donde los espectadores deben ver el partido de pie. Tienden a presentar ciertos rasgos comunes: exaltación de la fuerza, el nacionalismo, el sentido del honor asociado con la capacidad de pelea, la necesidad de reafirmación, marginalidad urbana, y consumo de alcohol y drogas. Están conformadas por “parches” jóvenes, sus “capos” suelen ser de mayor edad.

Estas barras bravas han adquirido notoriedad progresivamente en Colombia desde comienzos de la década de 1990, época que representa a los aficionados reunidos en esos extraños colectivos que han hecho del estadio deportivo un elemento vital en cualquier sociedad, aunque también un campo de batalla en el cual quedan tirados los sueños y, a veces, las vidas de jóvenes que apenas empezaban a entender por qué eran tan agresivos y por qué no defendían ideologías, credos, doctrinas o metas. Solo defendían un equipo de fútbol.

Están conformadas por líderes y fanáticos que generalmente viven en el mismo sector de la ciudad, comparten el tiempo libre, el estudio, el sentido de dominio, de hermandad y el gusto por el fútbol. Reestructuran las marcas locales establecidas a partir de experiencias territoriales de arraigo en el espacio que habitan mediante la participación en redes de comunicación deslocalizadas construyendo nuevas identidades.

Se acompañan de un carnaval que es la fiesta que hacen antes, durante y después del partido de futbol, alentando al equipo y exponiendo varios símbolos muy significantes para la barra como los cantos y bailes (inspirados en la cumbia villera argentina característica de un barrista), las banderas (robarle la bandera a otra barra es el mayor motín y la peor humillación, es cuestión de honor para muchas y por ella se pelea hasta la muerte).

Las mujeres en las barras bravas

Las barras integran parches o grupos conformados por hombres y mujeres. Estas últimas sienten pasión y sentido de pertenencia hacia su equipo, lo hacen a través de bailes, forma de hablar, signos, comportamientos y representaciones. Proponen encuentros, manejan procesos editoriales y coordinan reuniones. La barra es su espacio de expresión, actuación y gusto por el fútbol.

Cada fanática vive de una manera especial el futbol, practica un ritual que incluye dos procesos uno dentro del campo y uno fuera de él. Vive con fervor esta pasión por el fútbol e incluso se ha arraigado como parte importante en la barra, y busca el reconocimiento ante el grupo de hombres como la más grande y la mejor.

La mujer expresa fuertes lazos de solidaridad referidos a la defensa de su barra y sus integrantes como premisa fundamental de acción. Tanto mujeres como hombres en la barra configuran un campo productor de significados, ya que este grupo se ha convertido en un medio para construir identidades colectivas y generar una integración que no distingue las desigualdades y las diferenciaciones sociales.

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La violencia

Las acciones violentas de las barras bravas son producto de un amor ciego y compulsivo hacia un equipo de fútbol que en algunos casos reemplaza el amor que falta en la casa del seguidor o en su vida íntima y social. Este amor; fanatismo y sentimiento, es el que los lleva a adquirir un sentimiento de odio contra el contendor. Asisten personas de todas las clases y formas de pensar. En la tribuna manifiestan los nacionalismos, las realidades étnicas y culturales asociadas a sentimientos nacionalistas

Expresan mensajes discriminatorios y humillantes de figuras públicas, estigmatizan movimientos políticos, defienden zonas de reserva campesina, promulgan por la familia como eje central de la sociedad, hace­doras de principios y valores, emprendedoras, amantes de las buenas costumbres, con afán por la preservación de sus raíces y tra­diciones. Expresan su contracultura, adoptan el ideal de la lucha de clases para combatir al ca­pitalismo, son racistas, fascistas, xenofóbicos, homofóbicos y creyentes de la teoría de la raza superior.

Ciudad, lucha de clases y territorialidad

Los barristas hacen alusión al vestuario como el conjunto de accesorios que no se trata solamente de un look sino de otorgar a cada prenda sig­nificación vinculada al universo sim­bólico que actúa como soporte para la identidad. Reinventan las modas que ofrece el mercado para imprimirles, a través de pequeños o grandes cambios, un sentido que fortalezca la asociación objeto-símbolo-identidad.

Estos comportamientos reflejan una inconformidad hacia lo impuesto, y junto a la moda, conforman una mezcla donde la diversidad de clases sociales agrupadas en las barras bravas desaparecen representándose como un grupo unido y fiel a su equipo que escenifica el juego, dramatiza la derrota o la victoria.

Los barristas se apropian de la metrópoli, la recorren, la exploran y dejan sus huellas, la conciben como suya, la luchan, la respetan y la aman, es su imaginario, es su sueño, son sus dueños. Las imágenes de la ciudad son múltiples y cada hincha va armando simbólicamente su propio territorio de acuerdo con los recorridos y con los deseos que pueda realizar en estos espacios.

El territorio surge y se transforma según el fanático ejerza las acciones de denominar su espacio y recorrerlo. Es el lugar donde el barrista ordena su mundo. Es el contexto cultural en el que se desarrollan las caracterizaciones de cada actor. Para el caso de los barristas, sus territorios son los escenarios donde confluyen todos los anhelos, mitos, símbolos, conflictos, ideas y pasiones desatadas en un ámbito propio y privado.

Las barras son un híbrido de manifestaciones sociales, en el que se mezclan elementos de lucha de clases, tendencias musicales, políticas, modas y copias de expresiones de otros países.

Con códigos políticos y hasta militares

Los barristas viven entre dos sentimientos encontrados: de inmensa fe en sus propias capacidades y de desconfianza en las instituciones. Se sienten divorciados de los actuales líderes de la política, de las fuerzas armadas, de los medios de comunicación, de los dirigentes deportivos y del sector empresarial.

Estos grupos se caracterizan porque abogan por la autonomía; por la existencia del derecho a la diferencia aunque sean ellos mismos que no la respeten en ocasiones. Son una amalgama de etnias, razas y tradiciones, invadidos por una cultura extranjerizante.

Transforman todo en accesorios coreográficos, de la religión adoptan los emblemas; de las organizaciones políticas los símbolos más provocadores; de los movimientos revolucionarios la imagen de sus ídolos: de la milicia el saludo con el brazo derecho en alto; y de los grupos militares algunos códigos. Integran todo elemento comunicativo que pueda aportar al espectáculo y a la barra con el fin de alentar al propio equipo o intimidar al adversario.

Los barristas buscan espacios para existir y unirse con los jóvenes; fomentan su barra o parche para tener más integrantes que apoyen sus expresiones; crean nuevas palabras, sitios de reunión, estilos de vestir, nuevos usos y desusos del cuerpo; hacen respetar su espacio, proponen razones para ejercer dominios y libertad para despistar la inconformidad, de la pasión mediante el amor hacia su equipo.

Lejos de ser una válvula de escape a las frustraciones y problemas de la vida diaria, el fútbol, el estadio y la ciudad, adquieren un sentido mítico el cual es proyectado en la escenografía elaborada durante los partidos. Ello permite entender por qué los fanáticos convierten la ciudad en una prolongación del terreno de juego, en un espacio de simbologías, territorialidad, de diseño de mapas, de identidad, en escenario de enfrentamientos sociales y políticos.

Entonces nos preguntamos ¿Qué podría suceder con estas barras? ¿Un vandalismo desatado, furioso? ¿Una nueva propuesta de prácticas comunicativas? ¿Nuevos territorios simbólicos por conquistar? ¿Una nueva forma de defender la ciudad? Son interrogantes para otra publicación con el fin de tratar de dar una interpretación dentro de un espacio y campo altamente subjetivo cómo es la participación de las barras bravas en el fútbol.

* William Ricardo Zambrano es posdoctorado en Dispositivos Digitales. Doctor en la Sociedad de la Información y del Conocimiento y magíster en Comunicación Social. Contacto: william_zambrano@cun.edu.co zambrano_william@hotmail.com.

Por William Ricardo Zambrano A.

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Héctor(15733)20 de agosto de 2021 - 06:08 p. m.
Hay un error imperdonable en los dos primeros renglones del artículo. No quise averiguar el resto.
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