Liliana Londoño tenía 13 años cuando quedó embarazada. Su primer amor la había dejado con la responsabilidad de salir adelante con una hija, entonces debió abandonar los sueños de terminar el colegio y estudiar en la universidad. “Para mí fue muy duro. Creo que eso fue lo que me hizo llegar a muchas cosas que no eran buenas”, cuenta Liliana desde sus recuerdos en aquella Medellín golpeada por la violencia entre pandillas y jóvenes que se consumían más y más en las drogas.
Los recuerdos de su juventud hoy son la plataforma de una misión que ella misma se ha impuesto. A la terraza de su casa, ubicada en el barrio Caicedo de la Comuna 9 de Medellín, llegan cada día alrededor de 40 niños de diferentes edades con el único propósito de aprender a leer y escribir. Con la ayuda de algunos jóvenes voluntarios que están en décimo y once, los chicos tienen la oportunidad de afianzar sus conocimientos en matemáticas e inglés para mejorar su rendimiento académico en el colegio.
La casa de Liliana es un semillero de sueños y un refugio para algunos niños que evitan ser testigos de la violencia intrafamiliar en sus hogares o que huyen de la droga, la delincuencia y el ocio, así lo asegura George Hernández, uno de los chicos que asisten los sábados a las clases de refuerzo escolar: “Acá uno aprende muchas cosas buenas. En cambio en la casa sólo es ver televisión y perder el tiempo”.
Los lápices, cuadernos y colores que utilizan son el resultado de un trabajo más arduo. Liliana recicla los útiles para que ellos puedan tener dónde hacer los ejercicios de matemáticas, pero hace falta un tablero.
Además de los jóvenes estudiantes de bachillerato, a esta gran labor se han unido las madres de la Comuna 9. Una de ellas es Luz Mery López, quien dice: “Acá soy voluntaria de la labor que hace doña Liliana, porque me encantan su compromiso, su entrega y su amor con estos niños, y la labor que hace es muy bonita”.
Atrás han quedado los sueños de la niña de 13 años ilusionada con una fiesta de 15 o una celebración de grado de bachiller, pues los ha cedido a los niños que a diario visitan su casa. Ahora sueña con que algún día pueda acoger allí a más niños de las diferentes comunas de Medellín. “Para mí está muy claro que tengo un compromiso con ellos, que no son mis hijos, pero parecen mis hijos, porque sé que de mí depende que ellos tengan una buena educación, y ojalá que los padres tengan ese mismo sentir por sus propios hijos”, sostiene Liliana Londoño a las cámaras de Titanes Caracol, concurso en el que ha sido nominada en la categoría de Educación.