Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Alejandra Bedoya, la pionera de la lutería en Colombia

Fue la primera mujer colombiana en graduarse de la famosa escuela Antonio Stradivari, de Italia. Es una de los cinco lutieres que fabricaron los 22 violines que se donarán a algunos de los músicos que están tomando las clases magistrales que dictan gratuitamente los competidores internacionales del Concurso de Violín de Bogotá.

Diego León Giraldo / Especial para El Espectador

07 de noviembre de 2025 - 06:00 p. m.
Alejandra Bedoya fue la primera mujer colombiana en hacer sus estudios completos en la famosa Escuela Stradivari, de Cremona (Italia).
Foto: Cortesía Alejandra Bedoya
PUBLICIDAD

La primera vez que Alejandra Bedoya escuchó el sonido de un violín fue a los 12 años, durante la misa de un pariente fallecido, en la iglesia La Consolata, del Barrio Laureles, de Medellín. Quedó hipnotizada.

Hoy, a los 40, es la pionera de la lutería en el país, pues aunque había hombres que ejercían el oficio, ella fue la primera colombiana en hacer sus estudios completos en la famosa Escuela Stradivari, de Cremona (Italia).

La paisa es uno de los cinco lutieres responsables de fabricar los 22 violines de alta calidad que el Concurso Internacional de Violín Ciudad de Bogotá entregará a los violinistas más talentosos, del grupo de 51 colombianos seleccionados para tomar clases magistrales gratuitas que están dictando los competidores de 10 países que llegaron a la capital.

La competencia, que termina este 7 de noviembre, es una estrategia de internacionalización de la Alcaldía, a través de la Secretaría de Cultura y la Filarmónica, con el Teatro Julio Mario Santo Domingo y el apoyo de la Asociación Nacional de las Artes y la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

Bedoya transitó en su adolescencia por agrupaciones y escuelas, clases privadas y se imaginó dedicada a la interpretación. Tras salir de secundaria se matriculó en cursos de ebanistería, carpintería y manualidades en el Sena, tratando de superar la decepción que le produjo no haber ingresado al Conservatorio de la Universidad de Antioquia.

Tenía 17 y su objeto más preciado era el violín que le habían regalado de 15. Pero una tarde de compras, cuando les robaron el carro con el instrumento adentro, pensó que con lo aprendido en carpintería podría construirse el reemplazo.

El estudio le enseñó que un buen violín debe tener maderas especiales, maduradas durante decenas de años. Todas son importadas, de arces balcánicos que compra directamente a los leñadores cada que viaja. Las cuerdas las consigue con la casa Thomastik-Infeld, de Viena.

“Fui la primera que se fue hace 20 años. Ser pionero implica enfrentar muchos problemas, es también ser la más sola. Me han tocado batallas dolorosas con colegas a los que pido respeto por el proceso. Pero igual ha sido satisfactorio”, afirmó.

Read more!

Además de los violines, que tienen una medida estándar e inmodificable desde hace 500 años, Bedoya construye violas y violonchelos, esos sí con medidas ergonómicas para músicos latinoamericanos y mujeres, que tienen una anatomía distinta a la de los europeos.

¿Cuándo tuvo su primer violín?

Cuando cumplí 15 años, en lugar de cualquier fiesta o viaje, le pedí a mi mamá (Martha Cecilia) un violín. Era chino, de los únicos que llegaban a Colombia hace 25 años. Después me lo robaron, y pensé en hacerme otro.

No ad for you

¿Cómo fue eso?

Era un 11 de octubre, yo tenía 17 y estábamos comprando un regalo para mi mamá. Nos pegaron una atracada violenta. Cuando íbamos a entrar al carro nos apuntaron con un arma y nos pidieron las llaves. Ahí estaba el violín.

¿Y por qué su solución fue construirse otro?

A los 16 terminé el colegio, intenté ingresar al Conservatorio de la Universidad de Antioquia y no pasé. Mi mamá me sugirió el Sena, mientras decidía qué hacer con mi vida. En Medellín estaba el Centro Nacional de la Madera, con oferta en ebanistería, enchapado, talla. Siempre fui muy manual y hábil, pues estudié con monjas y nos enseñaron a tejer y bordar. Me pasé tres años tomando cuanto curso aparecía relacionado con la madera. Teniendo las herramientas pensaba que era fácil de replicar, solo madera y cuerdas.

Read more!

¿Ese fue el comienzo en el camino de la lutería?

En aquella época se juntaron la Universidad de Antioquia, la Corporación Andina de Fomento (CAF), el consulado de Austria, Antioquia Presente y el Sena y abrieron la primera escuela de lutería de Colombia. No había cupo, alguien desertó y entré. Éramos varias mujeres, pero fui la única que siguió. Se hicieron los primeros instrumentos que se construyeron en la ciudad, se volvieron patrimonio, se vendían a precio simbólico y con eso ayudaban a que se sostuviera la escuela.

No ad for you

¿Qué tal sonaban?

Tengo mi primer instrumento, porque lo compró Suramericana y me lo donaron. Tiene una cantidad de detalles estéticos pero la calidad de maderas era muy básica. Para ser el primero y a los 18 años, es increíble.

¿Cuánto le tomó hacer ese primero y cuánto le toma hoy fabricar uno?

Unos nueve meses, de lunes a viernes, en jornadas de 9:00 a.m. a 3:00 p.m. Actualmente, trabajando de lunes a lunes, más de ocho horas diarias, me demoro un mes.

¿Qué tan frustrante fue no pasar a la universidad?

Me permitió ir en la vía que me correspondía, me situó en el camino de la lutería.

Eso lo piensa ahora…

En ese momento era triste. Me preguntaba qué pasó, qué me faltó, qué hice mal, hasta dónde no llegué o cuál era el nivel que debía tener.

¿Cómo resultó viajando a Cremona?

La Fundación Ramírez Moreno auspició mis estudios. Mi maestro tocaba en la Filarmónica, fui asistente puntual de los conciertos y allí conocí al doctor Juan Camilo Ochoa, que era presidente de Suramericana. Me conectó con la fundación y ellos, que son de verdad sin ánimo de lucro, me apoyaron. Estuve en Cremona de los 21 a los 29; también un año en Berlín con un maestro y volví a Italia a hacer la segunda especialización.

No ad for you

¿Cómo fue llegar a la Escuela Antonio Stradivari?

Cremona es una ciudad muy pequeña, que se puede caminar y en bicicleta se recorre en una hora. El primer año no hacía amigos, no iba a fiestas ni socializaba. Toda esta gente era políglota, sabía latín, geometría sagrada, diseño, tecnología de los materiales. Me concentré en leer y leer en todas las bibliotecas. Ahora hablo italiano e inglés, aprendí alemán y me desenvuelvo en portugués y francés.

¿Había más mujeres?

El 2006 fue un año histórico, pues éramos más mujeres. La escuela tenía unos 200 alumnos. Había turcos, un afgano, dos suramericanos, un centroamericano, un inglés, alemán, estadounidense, palestino y finlandés. Era el mundo en una habitación. Ahora el 80 por ciento son asiáticos (coreanos, chinos, japoneses, taiwaneses), y el resto italianos, del resto de Europa y algún latinoamericano. Entonces los asiáticos eran solo un 10 por ciento.

Esto a pesar de que la lutería es un oficio mayoritariamente hecho por hombres y mayores…

En Europa, el oficio está muy desligado del género. Hay restauradoras que han logrado grandes avances y han hecho descubrimientos de la física acústica, la concepción de los instrumentos, investigadoras de los materiales. Se piensa que es masculino, de fuerza y sí se necesita estar en forma, pero es de fuerza contenida, como de una delicadeza y énfasis.

No ad for you

¿Qué tanta demanda hay acá?

El nivel ha subido muchísimo. En Bogotá hay más movida. Ahora hay una escuela de formación en Ibagué, donde hay material humano y gente que está dando la vida y el corazón a este oficio.

¿Cuál ha sido el violín más hermoso que ha tenido en la mano?

Una vez vi una colección con unos 15, entre los que había (Giuseppe) Guarneri, (Giovanni Battista) Guadagnini, (Francesco) Ruggieri, (Giovanni Battista) Rogeri. Y de los Stradivarius, me he topado con varios.

¿Qué tiene el Stradrivarius?

Es tan famoso que existe en la mente de gente que ni siquiera sabe qué es la lutería, porque él llegó al punto más excelso de la construcción en una época donde no había unidades de medida, electricidad, ni la tecnología actual. Hizo más de mil instrumentos en su vida. Yo he hecho 50 y estoy agotada.

¿Le hace falta tocar?

Nunca dejé de hacerlo, aunque ya soy una turista del violín.

Por Diego León Giraldo / Especial para El Espectador

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.