“En Colombia hubo una dictadura, hubo un dictador, y nadie habla de esa dictadura. Y si hablan, hablan bien: que el voto a la mujer, que la televisión… ¡Una dictadura!”. Andrés Arias defiende con firmeza la idea de que el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla, entre 1953 y 195,7 fue eso, una dictadura, y cree también que poco se ha abordado sobre este momento de la historia del país, esto en parte porque no es fácil acceder a los archivos de la época.
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Arias, periodista y escritor, se concibe como un “acumulador de cosas”, y para escribir este libro de ficción, de cuentos, aseguró que empezó a recoger documentos, periódicos, archivos y fotografías sobre Rojas Pinilla y su dictadura. “Sí hubo una dictadura y en la dictadura pasaron cosas, ¿por qué eso se cuenta en cosas buenas? Eso me parecía muy particular, muy raro. De ahí vino el libro, quizá”.
Sobre hacer de este libro una serie de cuentos, el autor aclaró: “No quería contar toda la dictadura. No es una biografía de Rojas. No quería meterme a contar la dictadura, hechos, hitos… Jugar con el tiempo. Entonces me pareció chévere jugar así, arriesgarme”.
¿Por qué Arias considera que el gobierno de Rojas Pinilla fue una dictadura? En diálogo con este diario, afirmó: “Sí fue dictadura. Primero, se tomaron el poder, una toma de poder. Pero más allá del hecho de cómo llegó Rojas al poder, su forma de gobernar fue dictatorial: cierre de periódicos, censura, desapariciones, torturas, campos de concentración en Villarrica, comunismo declarado ilegal, persecución de los cristianos, por ejemplo… Contó con todos los elementos de una dictadura de derecha en mitad del siglo latinoamericano. Todos los elementos los tuvo”.
Ese primer cuento, en el que la hija de Rojas Pinilla le pregunta a la empleada del servicio de la casa: “¿Usted cree, niña, que eso es un golpe de Estado?”. “No, eso se llama golpe de inteligencia. ¿Ha habido en Colombia un hombre más inteligente que mi papá?”. Hablemos de ese fragmento.
Es una idea que sí está en la cultura popular. Hay que tener en cuenta que la publicidad y prensa de la dictadura fue muy importante. Hay un cuento sobre eso, el número seis, donde hablo de esa estructura de publicidad y prensa. Y además era censura: los medios no podían contar lo que estaba pasando. Entonces la gente tenía una idea muy clara, por el gobierno, de lo que debía ser: crear una realidad falsa.
Y como toda dictadura de derecha de mitad de siglo tuvieron muchas obras; fueron muy populistas. Uno, porque se ganaban a la gente con eso; dos, porque era una forma también de poder robar. Hacen muchas cosas, muchas obras, para sacar el 10, el 15 o el 20 %. Es una forma de hacer mucha plata. Entonces fue una dictadura muy populista, pero también hizo cosas buenas. Uno no puede negar que las hizo, pero este tampoco es un libro en contra de él. No es un libro periodístico. Es ficción sobre lo que fue la dictadura. Y creo que abarca también las cosas buenas, malas, graciosas, raras. Cuenta un pedazo. Es lo que quise contar de la dictadura. No tiene ese espíritu de denuncia. Es ficción.
Aquí dice en uno de los diálogos: “¿Cómo vamos a poner a pagar cárcel a un pobre muchacho policía que lo que hizo fue un acto heroico ante esos hijueputas revolucionarios?”. Aquí quiero preguntar por ese símbolo que ha tenido siempre el país con las fuerzas armadas.
Eso es muy de la historia colombiana. Colombia es un país que quiere el orden. Nos gusta el orden, que todo esté calmadito. Entonces creo que eso pasa mucho en la historia de Colombia y aparece varias veces en el libro. Esa idea de que el gobierno oprime o tortura o desaparece “para bien”. Es esa frase famosa de “algo estarían haciendo”. Hay un cuento dedicado a Villarrica y Sumapaz donde se ve cómo esas personas fueron bombardeadas con napalm y luego encerradas en campos de concentración, pero eso se veía como “lo correcto”. Porque eran las guerrillas liberales que no querían terminar de hacer la paz. Que había niños, niñas… “no importa”.
Hay un diálogo donde un personaje dice: “No me crea pendejo, Duván. Cuidado, mijito, que matar maricas no es pecado; y además se van derechito para el infierno”. ¿Qué legados culturales cree que han sido estructurales del conservadurismo?
Hay varios de los que además no sabemos. Sabemos de la persecución a liberales, a conservadores, a comunistas, a masones, a cristianos… pero sabemos muy poco de la persecución en la vida diaria a los gays en los años 40 y 50 en Colombia.
Yo lo que he leído para este libro y otras cosas me lleva a pensar que se daba por hecho: si usted es marica, pues se lo pueden volar. Y ya. Lo matan por ser liberal, por ser masón, por ser marica. Muy de la primera mitad del siglo XX. En el cuento el tipo le dice al otro: “cuidado, porque o se puede ser varón o lo terminan matando”. Es fuerte.
Hablemos de los medios en la época. Aquí se dice: “Ahora se encarga de censurar a El Espectador, los tengo entre ojos. Están que pisan la cascarita y les va a pasar lo mismo que a los comunistas masones de El Tiempo”. ¿Qué significa esa censura a los que informan a la sociedad?
Me parece increíble que un país que tuvo censura diga que eso no fue dictadura. A ver: si los periódicos salían con huecos… Si el censor llegaba tarde y había una noticia que no querían que saliera, y no había con qué cambiar la página, salía con huecos. El Tiempo salía con huecos. No solo la censura de prensa: también la televisión, que era un medio de difusión de la dictadura. Estaba llena de prohibiciones, de regaños. Echaban gente: Marta Traba, por ejemplo. Pero la gente no se enteraba porque no había redes. Era difícil.
Había una narrativa: “el país está en paz”, “las cosas están mejor”, “llegó el general” … Yo cuento por ahí que la gente rezaba por él en algunos cuentos. Era un mundo de ficción. Creo que cuando Rojas se cae, uno de los motivos es ese: la gente se cansó de no saber nada. Y súmele que quería reelegirse sin hacerlo democráticamente, usando un constituyente lleno de amigos.
La gente dice que fue una “dictadura blanda”, que no fue tan represiva. Rojas fue más ladrón que matón. Yo lo comparo con Trujillo: Trujillo, que mató a miles; Rojas prefería la plata. Por eso algunos dicen que no fue tan dictadura. Pero lo fue.
Pareciera —o me daba la impresión leyendo— que la historia del general y de toda la dictadura se puede contar por sí misma, pero también pareciera que no se puede contar sin el otro lado. Y es que en muchas ocasiones se menciona a Laureano Gómez. ¿Qué importancia tiene precisamente ese lado del liberalismo?
Mucha. Mucho para contar, porque eran tiempos de bipartidismo: o es un lado o es el otro. Además, eran tiempos de la toma del poder, de cómo se toma el poder. Rojas era el orden, pero ahí estaba Laureano jodiéndolo todo el tiempo. Me parece fascinante.
Sin embargo, uno siente que la historia ha sido bastante suave con Rojas y no con Laureano. Eso es raro también, pero tiene que ver con lo que decía el otro día: Rojas dejó obras muy tangibles. Laureano no tanto. Creo que eso fue muy inteligente de Rojas: dejar cosas que aún existen mientras que Laureano dejó otras cosas, pero no tan tangibles para la memoria.
Hay otro tema interesante: el negacionismo. Un personaje dice: “El listado de militares no fieles a Gómez asesinados durante su gobierno, por favor. Esos son cuentos de literatura. Los torturados y desaparecidos, más cuentos…”. Ese diálogo refleja un problema de nuestra historia. ¿Qué piensa?
Es increíble que todavía pase. Esa dificultad para la justicia, para reconocer. Todo es culpa del otro. Si es la UP, que no, que fue la guerrilla, que fue el Ejército… Fueron los dos. En Colombia jugamos siempre a buenos y malos. Que Petro es malo y Uribe es bueno. Y los dos son malos. Entonces esos negacionismos apasionados son muy de Colombia, sobre todo de derecha, porque ese discurso tiene más poder: más medios, más riqueza, más voz.
Muchas cosas no se contaron de Rojas. En un cuento digo que probablemente muchas cosas no se iban a contar. La dictadura se acabó, llegó un gobierno democrático y muchas cosas iban a quedar calladas. No nos gusta ir atrás: es peligroso, descubren cosas. No nos gusta. Los archivos del gobierno de Rojas, además, no son tan accesibles. Muchas cosas desaparecieron. Entonces mucho se quedó sin saber.
¿Considera que esta es una de las etapas con más vacíos históricos en Colombia?
Sí. Por ejemplo lo de Villarrica: cuando lo cuento en conferencias, la gente queda con la boca abierta. Sí, hubo campos de concentración. Está en el informe de la Comisión de la Verdad: gente en potreros con alambre de púas, al sol, sin agua. El informe habla de una “guerra olvidada”, “guerra ignorada”, “guerra secreta”. Del Frente Nacional para atrás sabemos muy poco. Muy poquito. Y eso que hay voces, testimonios, gente viva que puede contar: “Yo tenía 10 años”, “yo tenía 15” … Pero todo es muy vago. Por eso me interesaba esta dictadura: hay mucha gente que puede contar cosas. Y mucha gente no cree que haya sido una mala dictadura… y cuando empiezan a hablar, empiezan a contar cosas terribles. Eso me impresiona.
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