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¿Por qué se interesó en la apicultura?
Me formé como ingeniero de alimentos y, luego, me especialicé en procesos y calidad. Trabajé en la industria por unos años, pero cuando viajé a Nueva Zelanda, encontré una tienda apícola. En ese país producen y comercializan una de las mieles más costosas del mundo, la miel de manuka, por una floración que se da únicamente en Oceanía. Luego de hablar con estas personas, vi una oportunidad de ligar mi carrera con el mundo apícola.
¿Cómo siguió en su camino después de eso?
Cuando regresé al país, cursé una especialización en emprendimiento y presenté un proyecto para trabajar con abejas en la ciudad, porque no había apicultura urbana en Colombia. Apoyaron la idea de negocio y, en ese momento, las noticias sobre las abejas no eran muy alentadoras, ahora tampoco lo son. Lo que se quería hacer era trabajar para ellas. Mi intención era unir a las universidades privadas y públicas para saber qué facultades e investigadores podrían estar interesados en cuidar y proteger a las abejas. Así se empezaron a masificar los apiarios urbanos y eso es lo que ha ido creciendo en estos años.
¿Cómo vinculó la ingeniería de alimentos a la apicultura?
La ingeniería de alimentos hace parte de esa cadena agrícola que tenemos en nuestro país. Al final, una de las cosas que hace un ingeniero de alimentos es transformar los alimentos para consumo humano. En este caso, para las abejas, en lo que hemos venido a trabajar, es lo mismo, en desarrollar suplementos para poder cuidarlas y protegerlas, porque igual son seres vivos que son muy importantes para el ser humano porque ayudan y contribuyen a la seguridad alimentaria. De hecho, la literatura menciona que un tercio de nuestros alimentos son polinizados gracias a estos maravillosos insectos.
¿Cómo fue su experiencia cuando comenzó a formarse?
Al principio no tenía ni idea. A pesar de que mi formación pertenece a la cadena agrícola, no conocía la biología ni el funcionamiento de estos individuos. Entonces, comencé a prepararme. Empecé a estudiar Apicultura en el SENA. Luego estudié en la Universidad Nacional e hice un diplomado en la Universidad de Nariño y otros cursos cortos en Argentina, Chile, Uruguay y México.
¿Qué percepción tenía de estos insectos cuando empezó a trabajar con ellos?
Cuando estudiaba en la Universidad Nacional conocí a un doctor en Genética. Le conté sobre mi proyecto de trabajar con abejas y me decía que eso estaba lejos del contexto colombiano, porque en los países donde se hacía había una abeja menos defensiva. Le pedí que me avisara si sabía de un proyecto parecido a lo que quería hacer. Me llamó por un proyecto en la Universidad Javeriana, que era de los primeros de apicultura urbana. Ahí me di cuenta de los mitos y las realidades de las abejas y cómo las han descrito y las mentiras que se han dicho sobre ellas en entornos como Hollywood. A través de películas se ha esparcido la creencia de que te pueden picar o matar, pero es como cualquier ser vivo que hay en el mundo. Al final se resume en el respeto por otra especie, porque ellas lo que hacen es defenderse.
¿Cree que la percepción sobre estos animales ha cambiado últimamente en Colombia?
Sí y no. Este país tiene una vocación agrícola. Aunque en muchos departamentos se cultivan alimentos, en varios se fumiga de manera indiscriminada y sin seguir las instrucciones de uso. Esto termina afectando no solo a las abejas, sino a muchos otros polinizadores. Otro problema aparece cuando las personas ven un gran enjambre en un poste o árbol y sienten miedo por los mitos alrededor de las abejas y a veces llaman a los bomberos, pero otras veces les echan gasolina o tapan el panal con cemento y, de esa forma, mueren ahogadas. El gobierno Duque firmó la Ley 2193 en 2022, que trataba de establecer mecanismos para el fomento y desarrollo de la apicultura en Colombia. Pero esa ley se quedó en el papel y no se ha logrado la implementación en ese ni en este gobierno.
¿Qué le han enseñado las abejas en el tiempo que ha trabajado con ellas?
Una de las cosas que he aprendido de ellas, y que deberíamos aprender como sociedad, es a trabajar en equipo. Si las abejas realmente trabajan en equipo, trabajan para una sociedad, trabajan para ellas mismas, trabajan para un bien común, trabajan para nosotros en silencio sin buscar ningún tipo de recompensa. Mientras que nosotros como seres humanos no lo hacemos. Las abejas no son así. Otro aprendizaje podría ser la distribución de alimentos. Las abejas dentro de la colmena distribuyen la comida y el agua para todas. Eso lo hace un trabajo en equipo, eso lo hace un líder, que en este caso hablamos de una reina, que solo coloca sus huevos si hay suficientes recursos en el exterior.
¿Qué desafíos ha encontrado como en su camino?
El primero fue el académico. Para trabajar con abejas hay que tener conocimientos varios, como su biología para conocer su metamorfosis, las actividades que hay internamente en la colmena... Tienes que saber también un poco de ecología, biología, zootecnia, veterinaria y botánica, porque como se alimentan de flores, hay unas que les pueden hacer daño. Esto es una formación diaria en estos aspectos. Otro reto es el cambio de percepción. Cuando uno llega a tocar puertas a las universidades, generalmente hay un temor por el “peligro” que creen que esto puede generar y es un desafío intentar convencerlos de lo contrario. El último tiene que ver mantener los apiarios, porque se necesita un presupuesto y un ingreso para que se puedan sostener. Cada año hay que buscar alternativas para financiar el apiario a través de actividades para que haya una continuidad. Por ejemplo, la Universidad del Rosario lo hace a través de investigaciones y actividades internas y la Universidad Javeriana, más allá de lo académico, lo hace a través de la producción de miel. Cada universidad es una historia distinta y también depende de quien esté al frente de la institución.
