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Así se vivió la conmemoración de los 100 años de Guillermo Cano

Compartimos una crónica corta sobre lo vivido durante la jornada.

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13 de agosto de 2025 - 01:08 p. m.
En el auditorio del Gimnasio Moderno recordamos la vida y obra de Guillermo Cano.
En el auditorio del Gimnasio Moderno recordamos la vida y obra de Guillermo Cano.
Foto: Gustavo Torrijos Zuluaga
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La Fundación Guillermo Cano Isaza, el periódico El Espectador y el Gimnasio Moderno se unieron ayer, 12 de agosto, en horas de la tarde, para conmemorar y celebrar la vida del eterno director: Guillermo Cano.

Las actividades se desarrollaron en el auditorio, espacio de encuentro cultural. Allí se proyectó un cortometraje animado, se abrió un espacio para la conversación, se anunció una convocatoria que premia la escritura nacional y se presentaron al público una serie de libros sobre Guillermo Cano.

A continuación, compartimos una crónica corta sobre lo que se vivió durante la jornada.

Mientras haya tinta: el cortometraje animado sobre la vida de Guillermo Cano, hecho por la unidad de video de El Espectador

En el auditorio del Gimnasio Moderno, sobre las 5:00 de la tarde, comenzaban a llegar las personas que se disponían a acompañar el homenaje a Guillermo Cano, en conmemoración de los 100 años de su nacimiento. Cien años que —debemos confesar— han sido motivo para continuar con su legado.

Asistieron familiares, lectores, periodistas y espectadores en general. Muchos de ellos, como nosotros, recuerdan a Guillermo Cano incluso sin haberlo conocido en persona.

Se apagaron las luces, cesaron las voces, y, luego de unas palabras de bienvenida, comenzó la proyección del proyecto audiovisual en el que la Unidad de Video de El Espectador trabajó durante tanto tiempo. Dividido en cuatro partes, el cortometraje se inspiró en las columnas de Guillermo Cano, en su famosa libreta de apuntes, en sus vivencias… en ese periodismo que, como lo pensó la redacción en días recientes, era un periodismo tan humano como el miedo mismo que alguna vez sintió don Guillermo. Un miedo que, lejos de ser un obstáculo, fue el vehículo para seguir hablándole a la gente.

El auditorio guardaba silencio. Tal vez el único sonido perceptible fue, al final, el suspiro de quien no pudo contener una lágrima, una palabra entrecortada, un sollozo ante lo que acabábamos de presenciar.

El cortometraje, ilustrado con el mayor de los cuidados y fiel a los detalles, fue narrado por un actor de doblaje que supo transmitir, palabra a palabra, lo que muchos de nosotros alguna vez soñamos leer en papel. Vimos a un Guillermo Cano joven, aprendiendo a sobrellevar las pausas que el periodismo impone: las de reflexionar, las de preguntarse hacia dónde vamos y por qué escribimos lo que escribimos.

Conocimos también al Guillermo Cano director y redactor, al que se opuso a dejar de publicar incluso cuando el poder y el dinero intentaron silenciarlo. Conocimos a Guillermo Cano padre, nieto, esposo. Al que hablaba de la Nochebuena como un recuerdo congelado en la memoria, uno que cualquiera desearía repetir. Un hombre que comprendía, en medio de todo, que la vida y la muerte son las que definen a la humanidad como condición.

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El conversatorio: “Una reunión de amigos a los que agradezco infinitamente” (Ana María Busquets)

En el claustro del Gimnasio Moderno, donde Guillermo Cano jugó al fútbol, se graduó y, años después, se casó con Ana María Busquets, la memoria volvió a encenderse. El lugar respiraba historia y parentescos: Nietos Caballero, Cano, Busquets… todo un árbol genealógico que parecía reunirse de nuevo bajo las luces cálidas del escenario. Allí, frente al público, su esposa, su sobrino Fidel Cano Correa y el periodista Jorge Cardona conversaron con Maryluz Vallejo en un tono íntimo, más de familia que de homenaje solemne, como le habría gustado al propio Cano.

Busquets rompió el hielo con la historia de un amor tejido entre partidos de fútbol y matinés de cine, con una persecución tan paciente como torpe: serenatas en la ventana equivocada, encuentros casuales que no lo eran tanto, llamadas furtivas para saber dónde hallarla. En sus palabras, el periodista se volvió un joven enamorado, obstinado y algo despistado.

Fidel Cano Correa, que nunca llegó a trabajar con su tío, recordó el aura de la redacción de El Espectador, ese “lugar casi sagrado” donde las frases y retratos de los Cano aún presiden las paredes. Contó también la pequeña historia de El Fideloncito, un periódico adolescente que alguna vez rozó la censura familiar y le dejó su primera lección de prudencia editorial.

Jorge Cardona, exeditor general de El Espectador, llevó la conversación a la dimensión histórica: los 43 años de ejercicio periodístico, las batallas contra la dictadura de Rojas Pinilla, la defensa de los ahorradores en la crisis financiera de los 80, la lucha por los derechos humanos y la paz, y, finalmente, el enfrentamiento con el narcotráfico que selló su destino trágico.

En ese espacio, el centenario de Guillermo Cano no fue un acto para llorar ausencias, sino para celebrar un milagro: el de una vida vivida con principios inquebrantables y un legado que aún guía la mano y la conciencia de quienes escriben en El Espectador.

Contar su historia de a través de los libros: El país de Guillermo Cano

Todavía en el auditorio, la última intervención la tuvo un representante de la Biblioteca Nacional de Colombia para presentar El país de Guillermo Cano. En la pantalla, tres libros publicados en el marco del Año Guillermo Cano.

Cada tomo abre una puerta distinta de su vida. El primero, una biografía en formato gráfico. El segundo, la del periodista, que reúne textos escritos por Cano durante su carrera. El tercero, El maestro, escrito por Maryluz Vallejo, perfila en siete retratos a quienes estuvieron cerca de él. El epílogo lleva la firma de María José Medellín, su nieta.

La Biblioteca Nacional presentó la colección como un cuidado de la memoria y el conocimiento, que estará disponible también en versión digital gracias a la Red Nacional de Bibliotecas Públicas. Afuera, la tarde bogotana seguía pero, adentro, la figura de Cano se quedaba un poco más, en videos, páginas y voces que cerraron con nosotros esta jornada.

Premio Guillermo Cano

Durante el evento y en nombre de la Fundación Guillermo Cano Isaza, Fernando Cano anunció el Premio Relatos de País, un concurso que busca premiar las mejores crónicas inéditas sobre la vida en ciudades, pueblos y regiones de Colombia.

La iniciativa no solo rinde homenaje al periodista y exdirector de El Espectador, sino que retoma una de sus prácticas más entrañables: leer miles de cartas de lectores para comprender, desde las voces ciudadanas, el pulso de la Nación.

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Jeannette Uribe(70925)13 de agosto de 2025 - 02:03 p. m.
Creo que las columnas de la escritora Silvia Galvis son también un verdadero reconocimiento a la labor de El Espectador y de Fidel Cano. Deberían republicarse algunas.
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