La canción vallenata en el Festival es el alma de ese evento, que con el tiempo se convirtió en una casa grande, cuyas historias viajan a distintos lugares con diversos sonidos, colores, ritmos y danzas. Sus narrativas llenas de hechos cotidianos logran ser magnificadas por el receptor, que se siente atraído por el propósito de conocer a su creador, la tierra donde se originó el acontecimiento cultural, las musas que le sirvieron de inspiración y su capacidad creativa para arrancar desde lo local y lograr, a veces sin proponérselo, una universalidad inusitada.
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Siete años atrás, en uno de esos festivales, Zulma Valdés, el alma de la tienda ‘Compai Chipuco’, lugar que todos los días se besa con una esquina de la icónica Plaza Alfonso López, después de llamarme insistentemente, me localizó para comentarme que en ese lugar estaba una mujer haciendo una investigación sobre la obra inédita que concursaba en ese evento. Llegué y comprendí, al ver cómo hablaba, que estaba al frente de un huracán pasional por nuestra música. Le respondí cada una de las preguntas sobre el mundo que rodea a la gente que concursa en el Festival, en especial el de la canción inédita. Así se inició nuestra relación, por algo que a los dos nos gusta en demasía: el vallenato. Ahora me tocó hacer lo que ella, con insistencia, hizo conmigo.
¿Dónde nació María Picón Chaparro?
Nací en Chacao, Estado Miranda, Venezuela, el 23 de septiembre de 1980, en el hogar de Guadalupe Chaparro Belloso, ama de casa y decoradora, y Carlos Picón Palacios, fallecido, amante de la música, ejecutante del cuatro y piano. Soy la segunda de tres hermanos, Jesús Rafael, ingeniero, y José Antonio, ingeniero químico y músico. A los siete años de edad, nos trasladamos a San Antonio de los Altos, una población montañosa ubicada a veinte minutos de Caracas, cuyo clima frío acogió a una población migrante conformada por portugueses, italianos, españoles y venezolanos que anhelaban vivir en un ambiente de pueblo. Desde niña y adolescente me incliné por leer y declamar poemas, donde logré conocer el mundo de Sor Juana Inés de la Cruz, cuyos dos tomos me guiaron por el mundo de la declamación que hacía a voz populi en la plaza de ese pueblo. A los dieciocho años inicié mis estudios de letras en la Universidad Central de Caracas.
Ese contar historias sobre los hechos más desconocidos de una cultura, sin importar si era local o nacional, siempre la atrajo, y es la literatura el instrumento que la sedujo y se convirtió en protagonista central del homenaje que decidió construir para presentar unas nuevas formas de narrar historias con nuevos elementos que la llevaron a reinventar las que ya estaban contadas.
¿Cómo incidió la literatura en su vida?
Desde la infancia logré acoger la literatura que me llevó a desarrollar la actividad de la lectura. Recuerdo los discos de pasta en donde los personajes de Disney eran el centro de una película en blanco y negro, cuyas obras ‘La cenicienta’, ‘Pinocho’, ‘Blancanieves’ me despertaron la habilidad de escuchar y leer al tiempo. Todo eso lo reforcé con los viajes que realicé en vacaciones a la casa de mi tía por vía materna, quien era una empedernida lectora, a la población de Valencia, a hora y media de donde vivíamos. Al estar en su biblioteca, me tropecé con la obra ‘Salvador Gaviota’, la que marcó un antes y después en mi adolescencia, que me llevó a descubrir que ‘mis sueños tenían el tamaño de mis alas y que estas serían grandes en la medida en que se las diera’. Logré romper la tradición del ser por decisión del otro, que debía ir tras lo que mi mente me dictaba, donde se impuso el área de las humanidades. Al final entendí que la literatura me eligió de la mejor manera, la cual me permitió, al terminar mi carrera, viajar a Madrid, España, al ser becada por la Fundación Carolina, con la que realicé la maestría en Lexicografía Hispánica, que se dicta en la RAE, en colaboración y cooperación de la Universidad de León de España.
¿Por qué la poesía se impuso a la posible escritora de cuentos y novelas?
Este proceso está enmarcado por diversas épocas; cada una de esas escrituras demanda habilidades y cualidades diferentes. Para escribir ensayos, aparte de pasar por un proceso reflexivo, amerita un necesario paso de formación e investigación antes. Me gusta el ensayo porque genera reflexiones, conexiones, documentar y proponer una mirada sobre distintas situaciones en la que vaya a versar el tema escogido. Soy una apasionada por el ensayo académico más que el ensayo literario, en donde el primero está apegado a la ciencia. Al llegar a Santo Domingo, República Dominicana, ese conocimiento me llevó a ser correctora de estilo y edición en revistas académicas y científicas del área de ingeniería, economía, sociología, antropología, educación y salud, en el campo de la medicina, que permite en la actualidad trabajo como editora en la producción de revistas de ciencias de la salud. Confieso que mi experiencia con la narrativa es hacia los cuentos y microcuentos. El acto sostenido de crear historias demasiado largas desde la imaginación es algo que no he logrado, eso se lo dejo a los grandes narradores. La poesía, como responde a un lenguaje diferente, a una manera distinta de nombrar el mundo —además hay un juego con las palabras—, implica una resignificación del sentimiento, de la imagen y experiencia, y es casi como si lo consideráramos un trabajo artesanal y lingüístico, lo que me permite mirarla desde la estética y el lenguaje literario. Viene a ser la poesía mi mayor fuerte. Producto de esa pasión hacia ella surgió el libro ‘Mareas’, publicado hace cinco años, cuya segunda edición continúa siendo de buen recibo, y una segunda reimpresión, con el cual participé en una antología realizada en Argentina con treinta poetas más. Estoy preparando un nuevo sueño poético.
Los festivales que se hacen con música vallenata incurren en serios problemas de género y el querer imponer a como dé lugar al acordeón como el instrumental simbólico, ignorando que con la obra creada por el autor y compositor se inicia toda la cadena productiva que tienen las culturas, artes y saberes, en donde el autor, compositor, intérprete, editor y productor constituyen, en esencia, la hoja de ruta necesaria para que la obra camine por las sendas que las hagan visibles ante propios y quienes la acogen.
¿Por qué se le da por investigar sobre la obra inédita que concursa en el Festival Vallenato?
‘Ya venía con la investigación del joropo, un ritmo trascendental colombo-venezolano, con la doctora Sonia García García, de la Universidad Simón Bolívar, en donde preparamos un proyecto para construir un diccionario, el cual sigue en remojo, porque para hacerlo demanda un proceso investigativo, el cual se estancó por falta de unos recursos que apalancaran tal actividad. En cuanto a la música vallenata, eso fue un llamado que emergió desde las raíces, porque mi padre, amante de la buena música, siempre tuvo un afecto por la de Colombia. En segunda medida, un instructor de conducción que tuve era un fanático a rabiar del vallenato, donde me enseñó con la siguiente condición: ‘¿Importa si pongo esa música mientras le enseño?’
Así aprendí. Luego apareció un compañero de trabajo, que decía ser autor de vallenato y había participado en el Festival, quien me indujo a conocer más esa música. Ya estando en Santo Domingo, escucho la bachata, movimiento musical proscrito en su momento, y empiezo a encontrar varios elementos sociales en común con el vallenato, del que grabó varias obras aceptadas en ese territorio. Al surgir la oportunidad de asistir a un congreso en París, donde participé con la ponencia ‘Análisis del discurso’ en Cergy. De ahí empecé a explorar sobre las canciones inéditas que se han presentado en el Festival de la Leyenda Vallenata, cuyos contenidos están representados en los cuatro ritmos que tiene esa música’.
El Festival de la Leyenda Vallenata es un concurso que tiene su historia y sus gestores, pero antes de hablar sobre ellos no está de más decirles que hubo unos músicos anónimos en nuestra provincia que precedieron a la llegada del acordeón, quienes decidieron crear una música que, al igual que sus ritmos, carecía de nombre. Esos campesinos, concertados la mayoría de ellos, que trabajaban por comida y vestidura, después de un arduo trabajo usaban las noches para cantar sus nacientes obras, al tiempo que danzaban y palmoteaban. Ese repetirlas hasta el cansancio fue creando en ellos un oficio alterno que, con el pasar del tiempo, fue acolitado por manos tocadoras de carrizos, tambores y voces que fueron reproduciendo de un lugar a otro esa obra naciente. Muchos años después llegó el acordeón, por puerto guajiro, envuelto en la magia del contrabando, que sin hacernos daño nos invadió de tal manera que reemplazó a muchos de los instrumentos usados por los indígenas, europeos y luego africanos traídos como esclavos, gestando todo un proceso migratorio sostenido en muchos genocidios, y cuyo mestizaje, producto de veinte o más mezclas, generó todo eso que tenemos, sustentado en un encuentro biológico y cultural de etnias diferentes, mezclas generadoras de nuevos grupos humanos y otros fenotipos. Todo ese mestizaje se gestó a través de una profunda colonización soportada por la presencia de españoles y portugueses en este territorio que ya estaba poblado por una nación indígena.
¿Cómo es esa realidad que encuentra al llegar a Valledupar, considerado ‘el Vaticano del Vallenato’?
Me atrajo su gente, llena de afectos, ritmos, instrumentos y sus variadas melodías, en donde el cuerpo responde a los sonidos, cuyo impulso interno se sincroniza o se alinea a un tipo de música. El vallenato hace parte del Caribe, cuya percusión tiene una viva expresión a través de sus tambores. Los instrumentos de aire tienen en mí una inexplicable relación. Todo tiene que ver con un gusto interno por su música, compases y ese mundo armónico que prevalece en la creación de esos ritmos, en donde es importante resaltar esa expresión creativa que tiene el autor y compositor. Es todo un mundo emocional y, por qué no, pasional, cuyas letras sencillas, sin rebuscamiento elaborado, logran exponer y representar una cantidad de emociones, sentimientos y testimonios de vida que identifican y de cultura bastante particular. Los valores, discursos, contenidos y los propósitos comunicativos, temas que abordo en el libro ‘Versos en acordeón’, son diferentes, situación que le da un valor trascendental, no desde el punto de vista musical, porque lo tiene, sino desde lo social, histórico, semiótico, cultural, en donde se demuestra su valor natural. El vallenato, como música, se ha encargado de crear una unidad dentro de la diversidad que posee Colombia, donde más allá de considerársele un género musical, es un recuento histórico, es un archivo documental de la historia de ese territorio, que convierte a esa música en una expresión diversa de gustos.
María Carla Picón Chaparro es una profesional en literatura, cuyo origen venezolano se le siente a leguas, territorio que dejó hace muchos años para irse a vivir en Santo Domingo, República Dominicana, donde es docente de dos importantes universidades. Allí, en ese lugar, sintió el llamado de la investigación y decidió enfilar sus caminos por la obra que se presenta al interior del Festival de la Leyenda Vallenata. Con tesón se dedicó a buscar los más recónditos secretos que tiene la canción nuestra, no solo en el proceso de su creación e interpretación dentro de ese evento, sino el efecto que hace en los diversos colectivos sociales de Colombia y los lugares fuera de ella.
¿Qué le brinda el libro ‘Versos en acordeón’ a quienes crean y siguen a la música vallenata?
Este libro fue lanzado el 3 de mayo en la biblioteca Rafael Carrillo Luquez a las 4 de la tarde, en la sala Consuelo Araujo Noguera. Es una amplia mirada desde lo académico a lo hecho por los autores y compositores que, desde 1969, han participado y ganado la canción inédita del Festival de la Leyenda Vallenata. No busco, como autora, aparecer como una autoridad de ese mundo amplio que encierra esa música. Es un estudio que, desde mi formación, me conduce al análisis discursivo de la canción inédita que se hace en ese evento, que genera variadas reflexiones bien documentadas, atadas a una metodología de investigación, cuyos hallazgos están vivos y hablan de un discurso sociocultural de esa canción, cuyo valor literario es demostrable en muchas de ellas, que termina siendo la defensa de la misma y del concurso como tal, a través de las 61 canciones ganadoras, cuyos imaginarios, cosmogonías, culturas, tradiciones, comprensión de la esencia del concurso, cuyas voces referenciales son la base del contenido, cuya visión histórica le facilita a quien no sabe o conoce la obra inédita en el concurso del Festival Vallenato su recorrido, donde la transformación de la misma es evidente, sus motivos y la tradición en torno a ese proceso creativo. Este libro recupera la visibilidad del autor y compositor, quien crea la obra de diversas maneras. Es un registro amplio de las obras ganadoras, un reconocimiento amplio al creador y un llamamiento a darle una mayor divulgación a lo que hacen esos jóvenes, mujeres, hombres y adultos mayores en la producción de una obra que representa a una cultura musical en lo nacional e internacional, que deben ser grabadas para que no se queden en el anaquel del Festival, sino que pueda decirse que están vivos sus gestores. El tiempo se ha encargado de mostrarnos, en sus inicios, a un vallenato que narraba sus historias; ahora ese hecho de contar es lírico descriptivo, que cambia la manera de exponer su proyecto comunicacional.
Después de siete años de un duro trajín, la escritora nos brinda una obra llena de un trabajo intenso y extenso, que reúne desde 1969 al 2024 toda la obra ganadora del concurso de la canción inédita, la cual se encuentra al interior de ‘Versos en acordeón’, una obra de tres palabras, pero que va más allá al recoger el sentir de un creador, no importa el lugar de donde provenga, cuya cita es en abril para batirse con letras y melodías con una cantidad que cada día crece.
En esta obra encontraremos cómo esa canción inédita se reinventa y está viva, una acuciosa investigación que pone de manifiesto el discurso de un creador, con el que intenta conquistar la adhesión de un público diverso, que tanto la obra como quien la escucha ha ido variando sustancialmente. Esa canción expuesta en el concurso ha sufrido los embates de la industrialización, hecho que no es ajeno al evento, que le da más relevancia a la parrilla de los más reconocidos artistas del vallenato y de otros géneros musicales que a los concursos, en especial a la canción que cada día pierde su protagonismo por varios factores, entre ellos el exceso de primacía al acordeonero ganador de la categoría profesional frente a la obra musical inédita que se expone, el declive de la calidad de la obra, debido a que se está haciendo para el Festival, las trapisondas que cada día se hacen más visibles, las cuales han vuelto más frágil lo que se presenta, las pocas veces que es grabada por la mala calidad de la misma y que la nueva generación que está de moda no sabe cantarla, componerla e interpretarla. Esta última realidad ha llevado al ostracismo a la obra ganadora, hecho que contrasta con un pasado glorioso de la canción vallenata, en donde hasta las que no ganaban eran grabadas y con igual o más éxito que la ganadora.
¿Qué se puede encontrar en el libro ‘Versos en acordeón’ que saque a la canción vallenata del tema recurrente?
Hay elementos llamativos que nos cuentan que ellas representan ‘épocas’, unas contando lo que acontecía, otras recogiendo temas sociales. El tema más usado es ‘la música’, que desde el nuevo siglo han abordado lleno de una preocupación por la realidad actual que vive la música vallenata en todos sus frentes. El cambio es evidente, que se evidencia en el ritmo y sus narrativas. El vallenato no está cantando su realidad. Las palabras más usadas son ‘alma’, ‘acordeón’, ‘amor’, ‘amistad’, ‘parranda’, ‘canción’, convertidas en el eje que sostienen a la canción vallenata de ese encuentro con el otro, que se suman a la estrategia comunicacional que ha variado, cuyo recurso literario es ‘la metáfora’, ‘las descripciones’, ‘las imágenes sensoriales’. Hay un ‘yo lírico’, ‘sujeto poético’ y ‘objeto poético’. Estos siete años estuvieron distribuidos en varias fases, entre ellas una investigación documental, el viaje a Colombia, con un extenso trabajo de campo, entrevistas, recuperación del corpus, o sea, las 61 canciones, ponencias, revisión, entre otras. De cada canción saqué ‘palabras’, que, a manera de categorías gramaticales, me permitió sacar los sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios.
Después de ese recorrido que la literata María Carla Picón Chaparro nos entrega en su libro “Versos en acordeón”, nos invita, sin decirlo, a prestar atención sobre la urgencia de ponerle más cuidado a la cara más visible que tiene el Festival de la Leyenda Vallenata, como lo es el concurso de la canción vallenata, que hace tiempo se enredó en la telaraña de la obra, a cuyo texto le falta inventiva, por lo que terminó contando más de lo mismo, con melodías repetidas, iniciativas y finales predecibles, en donde sus intérpretes se sobreactúan en procura de hacer más y lo que terminan es haciendo menos. Se necesitan creadores que compongan obras para ratificar lo que se hizo en el pasado y consolidar un presente que está enredado, y no quedarse en autores fugaces que hacen obras solo para el Festival.
* Escritor, periodista, compositor, productor musical y gestor cultural para que el vallenato tenga una categoría en el Premio Grammy Latino.