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Cante, palos y quejíos

Amalgama es la obra que inaugura el ciclo Quejido, de la Factoría Tino Fernández, un espacio para el flamenco, que desde la raíz española es puesto en escena por talento colombiano.

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Argenis Leal - teatroenbogota@gmail.com
07 de agosto de 2021 - 08:30 p. m.
"Amalgama" es una puesta en escena de tablao tradicional, donde  están presentes el cante, el baile y la guitarra, pasando por diferentes palos flamencos.
"Amalgama" es una puesta en escena de tablao tradicional, donde están presentes el cante, el baile y la guitarra, pasando por diferentes palos flamencos.
Foto: Casa Flamenca de Bogotá
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El flamenco es una manifestación cultural que se narra de manera orgánica, el cual llego a países como Colombia por tradición oral. Amalgama es una pieza que retoma su forma más tradicional: el tablao, donde se hacen presentes los diferentes elementos que lo conforman, ofreciendo un maravilloso diálogo entre sonidos, movimientos y melodías de aquí y de allá, esas que caracterizan este arte andaluz. Con una estética rancia, (una interpretación anclada en la tradición) sentida y nostálgica, pero a la vez cargada de vida, llena de picos y valles, y de un éxtasis sin igual en el momento clímax y la conexión total de los intérpretes.

Este género, amado por García Lorca, nace de la mezcla de muchas culturas: la árabe, la judía, la gitana y la andaluza, principalmente. Fue creándose poco a poco y tomando elementos de cada una de ellas, pero es desde hace aproximadamente dos siglos cuando se empieza a expresar como lo conocemos hoy, la combinación perfecta gracias al diálogo de la guitarra, la voz y el baile. Es un arte que necesita una fuerte dosis de calle, de compartir, es en la improvisación donde más se crea y se aprende. Cada artista debe comprender los códigos, el lenguaje, los diferentes palos (ritmos) y las estructuras, es fundamental la comunicación entre los intérpretes, porque es en el encuentro donde se conjuga el sentir y la esencia.

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Las falsetas y tapaos de la guitarra, la melodía y el rasgue en la voz, la fuerza de los pies encontrándose con las tablas y la sutileza del movimiento del bailaor, evidencia el sentir, los dolores, las alegrías y hasta las necesidades. “Amalgama surge de las ansias de volver a bailar, de sentir el tablao, de vibrar y explotar en arte todo ese sentir que ha estado guardado durante este difícil tiempo pandémico que nos ha limitado tanto, es el momento de gritar con el cuerpo, con los instrumentos y volver a vivir”, comenta la directora Marcela Hormaza sobre la pieza.

“Los tablaos tienen un componente muy personal, parten de la experiencia de cada bailaor y la interacción con los músicos y la voz. Es un espacio para escucharse, para compenetrarse. Se requieren muchos años de estudio y trabajo poder pararse ahí. En el flamenco hay unos estilos específicos, en este caso Diego va a bailar Alegrías, Marcela va a bailar Tientos, y yo voy a bailar Soleá, un estilo muy dramático, cuando logro bailar a gusto, -como dicen los flamencos-, es como si todo se borrara, es una catarsis”, comenta la bailaora Paola Escobar.

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Y es que detrás del zapateo intenso del flamenco siempre se esconde una gran pasión, como la de Paola Escobar, colombiana con 25 años de experiencia en flamenco, radicada en California, que regresa a Bogotá y será parte de Amalgama. Sus primeros pasos en la danza se dieron como bailarina clásica, pero la película Carmen, de Carlos Saura, sembró la semilla que cambiaría el rumbo de su vida, la impulso a comprar unos zapatos y un mantón e iniciar su formación, pero fue una visita de Paco de Lucia a Colombia la que la llevó a dejarlo todo e iniciar un viaje rumbo a España, cuna del arte andaluz, “era un llamado muy claro que tuve desde muy pequeña. El flamenco es muy poderoso, aun no sé si tiene que ver con el quejío, con el ritmo tan intenso que tienes que navegar, con el taconeo que requiere un esfuerzo físico inmenso, es la conjunción de muchas cosas”, comenta. Posteriormente se trasladó a Cuba, un territorio muy prolífico para el flamenco, ya que fue colonia española hasta el siglo XIX y en los años 30 tuvo una migración muy intensa después de la Guerra Civil. En el 2005 llegó a Miami, donde se desempeñó como coreógrafa de diversas compañías y obras como Las brujas de Salem, donde compartió escenario con el bailaor Manuel Maya, Manolete.

También hacen parte de Amalgama Diego Bejarano, guitarrista con formación musical en España, quien ha tenido la oportunidad de ser telonero de Diego “El Cigala” y Alejandro Sanz. Clara Rozo cantaora de familia de músicos y cantantes, su experiencia se nutrió a partir del contacto con maestros como Raúl Gonzales ‘Numerao’, Anzor Mancipe y Mario Martínez. Diego Fetua, bailarín contemporáneo y bailaor flamenco. Y la directora y bailaora Márcela Hormaza, quien inició su formación en danza en el año 1994 con el maestro Antonio González, desarrolló talleres con el Ballet Español y el Ballet de Lizt Alfonso en la Habana. En el año 2007 viajó a Sevilla, donde amplió su formación en la Fundación Cristina Heeren, de la mano de grandes artistas y maestros.

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Por Argenis Leal - teatroenbogota@gmail.com

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