En una ciudad que cada vez se expande más hacia los cielos y donde los grandes complejos de apartamentos han tomado mayor protagonismo, la casa neoclasicista que resiste en la calle 85 con séptima se convierte en un paisaje inusual de este sector de la capital. Hay quienes la reconocen como una de las sedes del Club Médico de Bogotá, mientras que otros aún la identifican como la Mansión Planas, en honor a su primer dueño. Incluso hay quienes la recuerdan como la casa de los Reyes, por una famosa novela de 2005. Hoy lleva el nombre de Casa República y se presenta como un centro de experiencias en el que confluyen el lujo, la gastronomía y el arte.
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La historia de esta edificación de alrededor de 3.000 metros cuadrados comenzó a mediados del siglo XX, cuando el prestamista ecuatoriano Miguel Planas le encargó al arquitecto Alfonso Noguera Corredor que hiciera la casa en la que pasaría el resto de sus días. Según relató Alfonso Noguera Arias, hijo del arquitecto, en una entrevista con RCN Radio en 2018, Planas le pidió a su padre que se inspirara en Tara, la casa de Lo que el viento se llevó (1939), para crear su obra: una mansión de estilo neoclásico, con columnas monumentales, ventanales simétricos y amplios salones que evocaban la opulencia retratada en la película.
El arquitecto, además, incluyó otros detalles importantes dentro de la casa, como las molduras de los techos inspiradas en la arquitectura francesa y la chimenea que corona el salón principal, réplica de la que se encuentra en la Casa Blanca. En 1965, en el ocaso de su vida, Planas decidió vender la casa al Club Médico de Bogotá, que la administró durante más de cincuenta años. Para los bogotanos se convirtió en un espacio exclusivo donde se celebraban importantes eventos de la vida social de la ciudad, pero el tiempo la fue deteriorando, se acabaron los grandes bailes y la casa dejó atrás su época dorada.
En 2018, la Mansión Planas volvió a los titulares por un ambicioso proyecto que pretendía trasladarla varios metros para dar espacio a una nueva edificación que permitiera financiar su mantenimiento. En principio, se pensó en hacer una torre de parqueaderos. Luego, se propuso construir un hotel con spa. Sin embargo, el proyecto causó revuelo entre los vecinos que veían amenazado el patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad y, finalmente, en plena pandemia, la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte decretó el fin de la iniciativa mediante la resolución 296 del 3 de julio de 2020.
Esto devolvió al Club Médico a la primera casilla del tablero, pues debía pensar en una nueva manera de generar ingresos que sirvieran para mantener la casa. En ese panorama entró un grupo de socios conformado por Lina Salazar, Nicolás Vergara, Ana María Calle, David Simpson y el chef Felipe Giraldo, dispuestos a darle un nuevo aire a esta imponente mansión del norte de Bogotá.
Según relató Salazar, ella planteó la idea de hacer de la Mansión Planas el centro de su nuevo proyecto, debido a una conexión personal con la casa, pues su abuelo, Augusto Salazar Sánchez, había sido miembro y presidente honorario del Club Médico y, además, allí se había celebrado el matrimonio de sus padres. Sin embargo, lo que para ella había sido uno de los centros de eventos más glamurosos de la ciudad conservaba poco de sus días de gloria, y eso la impulsó a actuar.
“En la celebración de los 100 años de mi abuelo la volví a ver y me dio tristeza. Estaba muy deteriorada, pero justo en ese momento él me inspiró a hacer algo ahí. En ese tiempo estábamos trabajando con Nicolás Vergara y Ana Calle en la construcción del HAB Hotel; les conté de la casa y cuando fueron a verla quedaron fascinados. Así nació la idea de armar el equipo y el proyecto. Poco después hablamos con los médicos y les propusimos darle nueva vida al lugar: imaginarnos un espacio icónico dentro de Bogotá, en un escenario patrimonial, recuperando el glamur que alguna vez tuvo. Y lo principal: convertirlo en un centro gastronómico de muy alto nivel”, contó Salazar.
Comenzó así un ambicioso proyecto de restauración que no solo tuvo la tarea de reparar los daños, sino también la de conservar algunos de los elementos distintivos de esta casa patrimonial y conjugarlos con el nuevo aire que querían darle. Esto se reflejó sobre todo en la curaduría de las obras de arte con las que llenaron las paredes de la casa. “Yo creo que fue la parte más divertida de todo el proyecto, porque la casa venía con unas obras clásicas muy importantes de artistas como Gómez Campuzano, que tenían un potencial espectacular para adecuar los espacios, pero que estaban mal puestas”, explicó Salazar, arquitecta, diseñadora y cofundadora de Casa República.
También se sumó al proyecto de curaduría el artista Alejandro Riviere, con quien crearon una colección de obras que combinaban lo clásico con otras piezas de arte moderno. En Casa República se encuentran arte abstracto, fotografías, retratos al óleo, bocetos y muchas otras técnicas que convierten el espacio en un albergue para todo tipo de expresiones. Incluso, una de sus atracciones más recientes es la exposición “El paraíso está en otra parte”, del artista colombiano Harold Rubio, cuyas obras estarán disponibles y abiertas al público hasta febrero del próximo año en la galería de la mansión.
Poco a poco, el proyecto fue tomando fuerza y, en noviembre de 2024, finalmente se abrieron las puertas de la casa al público a través de Adriano, un restaurante de cocina española que marcó el comienzo de lo que se plantea como un proyecto que reúna varias propuestas gastronómicas en un solo lugar. “La casa fue un reto porque era intimidante. La gente cree que aquí hay protocolo y nos llaman a preguntar si tenemos código de vestimenta, incluso, pero lo que hemos querido es convertirla en un espacio mucho más desacartonado”, explicó Giraldo, chef ejecutivo de Adriano.
Para él, los platos que conforman el menú del restaurante reflejan esto: una iniciativa de tomar lo tradicional y darle un toque fresco y libre de pretensiones. “No queríamos tener productos raros ni espumas ni nada vanguardista, pero sí queríamos divertirnos un poco para salirnos de lo tradicional”, agregó el chef. Las recetas típicas de la cocina española, combinadas con el uso de productos locales y algunos giros tropicales, fueron dándole forma a su propuesta gastronómica, que hoy es uno de los puntos centrales del proyecto, que se apoya en los mejores días de la mansión, al tiempo que busca alejarse de la idea de ser un espacio cerrado a la ciudadanía. “Esta es nuestra forma de devolverle la casa a la gente para que vengan y la disfruten”, concluyó Giraldo. Incluso agregó que quien esté interesado en simplemente entrar y recorrer sus espacios está invitado a hacerlo. Casa República marca así el comienzo de una nueva era para la Mansión Planas, una edificación ineludible en el patrimonio cultural y arquitectónico de Bogotá.