El Magazín Cultural
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Chanel, la feminidad contrastante

Para ir dando inicio a un nuevo suplemento de estilo en el periódico, unas anotaciones críticas sobre la más reciente pasarela en París de uno de los sellos y nombres más talismánicos de la moda moderna: Chanel. El estilo es la cultura de nuestra época también.

Vanessa Rosales A
14 de marzo de 2021 - 04:11 p. m.
La estética de Chanel es tan ubicua, tan omnipresente, que se ha camuflado en las fibras de la cotidianidad, despojándonos de la capacidad de advertirla explícitamente. La filosofía estética se fundió en las prácticas del vestir insospechadas en millares de mujeres.
La estética de Chanel es tan ubicua, tan omnipresente, que se ha camuflado en las fibras de la cotidianidad, despojándonos de la capacidad de advertirla explícitamente. La filosofía estética se fundió en las prácticas del vestir insospechadas en millares de mujeres.
Foto: Cortesía Chanel

¿Qué nos dicen las ropas de nuestro tiempo? ¿Qué indican cuando parece haberse agotado nuestra capacidad de asombro, de impacto ante la imagen? Habituados como estamos a existir en el momento histórico más estetizado de una civilización que desde siempre ha sido hacedora de imágenes, qué es nuevo, qué nos sacude visualmente. Nuestras retinas entrenadas para la planicie bidimensional de las pantallas, la fatiga pandémica, la virtualidad exacerbada. Y qué pasa cuando ese posibilidad de asombro, cuando su lectura intersecta con una pregunta más punzante, un subtexto casi, ¿qué es la moda en nuestro tiempo? Qué es la industria, para qué es una pasarela, qué signos zumban en este relato, esta teatralidad.

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Lo miro desfasada, desde una escisión particular: en mi habitación propia, sobre la pantalla, en una súbita reconexión con un mundo que me ha sido próximo y familiar, pero de cuyas dinámicas también me he distendido y distanciado. Y qué pasa cuando la pregunta gravita alrededor de Chanel, ese nombre mítico, ubicuo en su simbolismo, que se asocia a Marilyn Monroe, que figura en las líricas del hip hop estadounidense y que aparece en una salsa de Rubén Blades. Según cita una de sus biógrafas más notables de los últimos tiempos, la doctora Rhonda Garelick, en 1956, la revista L’Express, enunciaba: “¿Qué es Chanel? Lo que toda mujer viste sin saberlo”.

¿Por qué ha de importarnos un sello de lujo, anclado en la distancia francesa, envuelto en ese torbellino de señas que parecen confusas, lo inalcanzable, los cercos del acceso? Porque la moda, que es un campo incómodo que al estar colmado de ambivalencias, de paradojas, también es un sitio de signos culturales. Y el de Chanel es ciertamente uno de identidad singularmente trascendente. Más que la diseñadora – que sacudió el esquema sartorial femenino para siempre y quien murió en 1971 –; que el sello – que fue capitaneado por Karl Lagerfeld desde 1983 hasta su muerte en 2019 -; que el perfume Chanel No. 5 – que este año cumple 100 años y que se reporta se vende cada tres segundos en el mundo, Chanel es un símbolo de cómo se forjó habitarse mujer en el mundo moderno.

“Incluso hoy, cada día, millones de mujeres se despiertan y se atavían a sí mismas con alguna versión de Coco Chanel, escogiendo de un vasto acervo de piezas simples y reproducibles que lograron, en su momento, crear el look simplificado que diseñó y usó primero la misma Chanel, luego su vasta armada de compradoras: trajes de falda en colores neutros, pantalones, sacos tipo cardigan, sacos de jerséi, camisetas, zapatos planos, el vestidito negro, y unos cien objetos más que se consideran básicos en el ropero”, escribe también Garelick.

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En un paradigma como el de la moda, donde una de sus lógicas primordiales ha sido la de buscar lo nuevo sin otra función ulterior que esa cacería apetitosa por la novedad en sí misma, esa cualidad simbólica de Chanel no es pequeña ni intrascendente. Su estética es tan ubicua, tan omnipresente, que se ha camuflado en las fibras de la cotidianidad, despojándonos de la capacidad de advertirla explícitamente. La filosofía estética se fundió en las prácticas del vestir insospechadas en millares de mujeres.

Como otras casas emblemáticas en el discurso de la moda del siglo XX, el caso de Chanel ha tenido que ver con fórmulas que han buscado conservar un balance particular, uno que oscila entre el lenguaje de una filosofía y una tradición con las fluctuaciones de la temporalidad, cambiante, concreta. Cuando Lagerfeld, el llamado Káiser, falleció en 2019, Virginie Viard asumió la dirección de la casa. Tampoco es un cambio insignificante o menor si se tiene en cuenta que la moda, uno de los temas más codificados como “femeninos”, fue forjada durante décadas por “autores” que eran varones muchas veces. Coco Chanel fue una de las pocas couturiers mujeres y su filosofía estilística da cuenta de lo que vehicula la subjetividad femenina en el diseño de ropas. Con Viard, se restituyó la posibilidad de que fuese una vez más una mirada de mujer canalizando los códigos de la vestimenta.

La más reciente colección de la casa, Otoño/Invierno 2021-22, presentada virtualmente como tantas otras por cuenta de la situación pandémica, fue transformada en material audiovisual por el dúo Inez & Vinoodh. Ropas hechas para el movimiento. Postales en movimiento, en blanco y negro, repentinamente transformadas a color, el tras bambalinas de las modelos dejando abrigos o recogiendo prendas, el despliegue sobre la pasarela, los salones de la icónica guarida nocturna y parisina, Castel. Como concepto, Viard se refirió a la amalgama entre otro gran arquetipo en los imaginarios de la moda moderna, el chic parisino, -desde nuestra contemporaneidad hasta los 70- y pinceladas invernales con lemas de esquí. En el corazón de la colección, otro lema primordial: los contrastes.

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Estaba allí en la colisión armoniosa entre los abrigos maxi y las longitudes cortas; entre las reinvenciones del traje Chanel con visos contemporáneos; en los looks con denim donde aparecía, infalible, el paño; en las versiones más jóvenes de ensambles cromáticamente cargados; en las siluetas boxy, fulgurantes y ornamentadas con pantalones insignes de una casa que habilita el confort incomparable de ser mujer y andar por la acera las manos en los bolsillos. Estaba en esos ensambles que evocan elementos fundacionales de la casa.

El contraste es un lema de nuestro tiempo. La moda es también el estilo predominante de un momento. El nuestro, desde hace unos años, es una disgregación de elementos, una extraordinaria compilación de reciclajes, una celebración de la conjunción de lo inesperado, la gracia de las estéticas sincréticas, eclécticas. Estéticas que consigan indicar las vórtices temporales, la forma en que es trastocado el concepto de novedad, el bricolaje de referencias que saturan una mirada saturada. Pero hay algo puntual sobre la comprensión del contraste en esta colección de Chanel y en la línea que ahora aporta Viard a la casa. Es ineludible no leer esa comprensión como una consecuencia también de la subjetividad femenina que es la que canaliza la visión actual de Chanel. Una que, además, evoca cómo la misma Mademoiselle fue capaz de articular los contrastes de la feminidad.

“Yo proveo contrastes…”, dijo alguna vez, “a los cuales no logro habituarme: pienso que soy la persona más tímida y la más audaz, la más gozosa y la más triste. No es que sea violenta; son los contrastes, los grandes opuestos, que colisionan en mí”.

Ese carácter mixto, esa capacidad para la contradicción, cohabitaban con la simplicidad fulminante de su filosofía estética. También es ineludible sentir que esa habilidad para asimilar estados contrastantes puede servir de metáfora para observar la moda en sí, con sus índices semióticos, sus señuelos culturales. El contraste en sí mismo es sello de una era ecléctica, de un terreno como la moda, que es espina y belleza, fantasía y espejo. Y el contraste también es marca de un nombre que como Chanel, lleva en sí la capacidad contradictoria de avivarse en cada ciclo, de existir con extraordinaria trascendencia, de permitirnos asomarnos al estilo para presenciar sus iluminadoras disparidades, para echar vistazo crítico al espíritu de un momento. Adivinarlo de manera momentánea, atrapar algo de su ritmo, moverse para continuar en la cadencia de sus movimientos.

Por Vanessa Rosales A

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Ciudadanos(pznsj)15 de marzo de 2021 - 02:27 a. m.
Tenía ganas de leer esta pieza cuando la anunciaste y he quedado muy decepcionada como seguidora de tu trabajo. Solo se observan lemas que pueden referirse a cualquier diseñadxr o marca. No se habla de la pasarela mas allá de fórmulas genéricas y reiteraciones de escritura que expulsan del texto. Da la sensación de escritora que no se edita. Da tristeza verte atrapada en tus lugares comunes.
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