Tomàs Grau, director de orquesta español: “La función de los músicos es emocionar”

“Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados”, fue la línea con la que Johannes Brahms dio apertura a su “Réquiem alemán”. Con esas mismas palabras, Tomàs Grau dio inicio a su presentación en Colombia el pasado 4 y 5 de octubre para cerrar el Festival Internacional de Música Sacra de Bogotá. Bajo la batuta del director español, la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia y el Coro Nacional de Colombia, junto con Valeriano Lanchas y Ana Durlovski, interpretaron los siete movimientos compuestos por Brahms.

Para lograr llevar al escenario la música del alemán, Grau comenzó por ensayar varias horas: primero con el coro y el piano, luego con los solistas. Después hubo un ensayo en solitario con la orquesta, que debía transmitir la visión que el director tenía de la obra. Finalmente, el fin de semana pasado las composiciones de Brahms resonaron entre los muros del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo.

Para Grau, esta pieza “es una obra muy especial porque la idea de Brahms fue que réquiem era para los nos quedamos aquí, para los vivos. No es una misa de muertos, como los otros réquiems más habituales. El de Brahms es de esperanza, de luz y difiere de los de Mozart o Verdi”, afirmó en entrevista para El Espectador.

Algo que ha notado el director de las orquestas latinoamericanas con las que ha trabajado es la pasión con la cual los músicos viven, lo cual, para él, es un elemento clave que siempre ha intentado transmitir.

“La música, y más la música sinfónica, no es para las elites, sino para quien la necesite y la ame. Yo he dedicado gran parte de estos últimos años a hacer todo lo posible para acercarla al máximo de ciudadanos y a unos precios asequibles. Para mí, la cultura en general, y la música en particular, puede transformar la sociedad y llevarla a un mejor futuro”, aseguró para el Diari de Tarragona.

Grau, oriundo de Barcelona y nacido en 1979, regresó a Colombia para presentar durante dos noches la música del compositor alemán. El director de orquesta se ha destacado por su paso por algunas de las salas de concierto más importantes de España y por haber dirigido a solistas como Anne Sophie Mutter, Maria Joao Pires, Midori, Mischa Maisky, Maxim Vengerov, Lisa Batiashvili, Patricia Kopatchinskaja, Ivo Pogorelich, entre otros. Según dijo para este diario, una de las lecciones más valiosas que ha aprendido trabajando con artistas reconocidos internacionalmente es que “mientras más grandes, más humildes son”.

El camino de este director de orquesta barcelonés comenzó de manera “inocente”, pues su profesora de música le dijo a sus padres que él tenía talento para la música. Con ese primer impulso, le dieron a escoger entre la guitarra y el piano. Este último instrumento fue el que acaparó su atención y, a los 12 años, con un cambio de escuela de música, decidió que este sería su camino. “Hubo un día en un concierto en Barcelona, en el Palau de la Música Catalana, que vino Daniel Barenboim con la Schatzkapelle Berlin. Fui porque Barenboim tocaba el piano de solista y luego dirigía la orquesta. Me gustó tanto la segunda parte en la que dirigió la quinta de Beethoven con la orquesta, que en ese concierto pensé que, más que pianista, quería ser director de orquesta. Ahí empecé mi andadura y enfoqué mis estudios primero a la dirección de coro y luego a la dirección de orquesta”.

El trabajo de Grau ha ido más allá del podio y la batuta: en 2006, fundó la Franz Schubert Philharmonic, de la cual es director musical y artístico. Según contó, al culminar sus estudios y casarse en Tarragona, vio que en este lugar al que llamaba hogar no había una orquesta sinfónica. Por lo que, de la misma manera “inocente” en la que comenzó su camino en la música, creó con un grupo de amigos una de las orquestas más reconocidas de España.

“Empezamos solo con 12 músicos y poco a poco la orquesta fue creciendo, siempre manteniendo la idea fundacional de acercar la música a la gente. Es decir, en las grandes ciudades ya hay muchos conciertos, pero en las pequeñas y medianas no tanto. Nosotros nos dedicamos no solo a tocar en sitios como Barcelona, Madrid, Zaragoza, Nueva York, Berlín o Budapest, sino también en lugares pequeños. Queríamos que la gente pudiera disfrutar de una orquesta cercana a su casa, despertarles el sentimiento por la música o que simplemente pudieran escuchar una orquesta en su pueblo una vez al año”.

El director mencionó que para trabajar en este campo, la preparación es fundamental y también conocer al detalle las obras que se interpretarán. Pero, además de esto, Grau aseguró que un director de orquesta cumple con otras funciones que van más allá de la música. “En los ensayos uno tiene que ser mucho psicólogo a veces. Uno tiene que tener una pedagogía del ensayo para intentar no cansar al músico, por un lado, pero ser exigente por el otro, a la vez que estamos trabajando con personas y hay que ser muy educado y pedir las cosas muy bien. Así que a veces, sobre todo durante el montaje de las obras, uno debe convencer de que la versión que se va a ofrecer está trabajada, pensada, planificada y que lo que un director está haciendo es unificar todas las voces del coro o todos los instrumentos de la orquesta en esa versión que ya tiene en la cabeza. La unificación es el mayor reto, pero cuando se consigue es maravilloso. Esto viene de una preparación previa, de un estudio al detalle de todas las obras”.

La rigurosidad en la forma de trabajar y el resultado musical y artístico como objetivo fueron elementos que destacaron a Grau en su paso por el Teatro Mayor, según contó Ligia Perilla, principal de contrabajos de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia desde hace 22 años. Para ella, se notaba en la exigencia que la meta final era la música y la unidad y “prueba de ello fue el aplauso del público, fue un resultado muy bien valorado y los músicos creo que también notamos que fue un excelente resultado con su versión de este réquiem”, dijo.

Para Grau la música lo es todo. No solo le dio su camino profesional, también conoció a la mujer que ahora es su esposa. “Conocí a mi mujer gracias a la música, en un curso de dirección. Nuestra hija mayor toca el cello, nuestro hijo pequeño toca el piano. Yo he cantado en coros toda la vida, he tocado en orquesta, he dirigido orquestas y coros. La verdad es que la música me ha llevado a mi familia y también a mi mundo profesional, así que se lo debo todo e intento darlo todo a cambio”, afirmó. El director considera que el poder de la música radica en una frase que repite a los músicos con los que trabaja. “Nuestra función al final es emocionar, es transmitir la música que los compositores han puesto en un papel. Y mi frase siempre es que si conseguimos ponerle la piel de gallina, que se les erice el vello una vez por concierto, ya hemos conseguido el objetivo. Es algo que, como artista, reconforta”.