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Doscientos años de Castillo y Rada (III)

A manera de homenaje al historiador Héctor Muñoz Bustamante, recientemente fallecido, presentamos la tercera entrega de una de sus series. “Doscientos años de Castillo y Rada” se publicó entre el 17 y 22 de diciembre de 1976 en El Espectador. Con estos textos sobre el prócer, Muñoz recibió su segundo Premio Simón Bolívar en 1977.

Héctor Muñoz Bustamante
26 de noviembre de 2022 - 12:02 a. m.
Imagen de la publicación original de la tercera entrega de esta serie: "Defensor de los impuestos directos", en 1976.
Imagen de la publicación original de la tercera entrega de esta serie: "Defensor de los impuestos directos", en 1976.
Foto: Archivo

José Maria del Castillo y Rada era en 1820 una de las más renombradas personalidades nacionales. No solo por su adhesión a la causa libertadora, sino también por su preparación para el gobierno y por la forma tan airosa como había actuado en la primera República. De ahí que las provincias de Neiva, Pamplona y Cartagena se disputarán el honor de elegirlo diputado al Congreso de Cúcuta.

Entró a esta asamblea con las ideas que habla adquirido desde su primera edad que le dieron reputación en la época anterior y que se habían fortificado con la reflexión, el estudio y con la experiencia. En ese Congreso sostuvo su natural independencia, y con los ojos fijos en la justicia y en la conveniencia pública, defendió con ardor los principios y olvidó absolutamente a los hombres. Censuró las concesiones que se hicieron en favor de Bolívar.

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Le tocó participar a Castillo en la discusión y aprobación del proyecto que, por insinuación suya, adoptó el general Santander, que autorizaba una emisión de vales por $200.000, pagaderos en las salinas de Zipaquirá, Nemocón y Tausa.

Don Antonio Nariño, nombrado por Bolívar vicepresidente interino de Colombia, no pudo disfrutar de las satisfacciones del Gobierno. Derrotado su proyecto de constitución federalista, se malquistó con muchos diputados, y el antiguo líder del centralismo, prematuramente envejecido, se sintió desplazado por las nuevas generaciones. Y renunció a la vicepresidencia. El Congreso, sin tomarse mucho tiempo, eligió en su reemplazo a Castillo y Rada, quien ejerció el cargo desde el 4 de julio hasta el 3 de octubre, en que tomaron posesión Bolívar y Santander de los cargos de presidente y vicepresidente.

Ese mismo día el general Santander visitó a Castillo y Rada para ofrecerle, en nombre del Libertador, los ministerios del Interior o el de Hacienda.

Castillo prefirió y aceptó el Ministerio de Hacienda por su inclinación a este ramo, sobre el cual había hecho amplios estudios. El 18 de aquel mes se posesionó del Ministerio.

Vale la pena anotar también que, como encargado del Poder Ejecutivo en ausencia de Bolívar, tuvo que firmar y mandar cumplir la ley fundamental de la República de Colombia, que proclamó la unión de los pueblos hermanos; igualmente le tocó en suerte sancionar y poner en vigor la “ley sobre libertad de los negros y abolición del tráfico de esclavos”.

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Los Impuestos Directos

Como secretario de Hacienda, Castillo y Rada dio demostraciones de sus altas condiciones de inteligencia, de probidad y de infatigable laboriosidad. En los años en que desempeñó ese Secretaría o Ministerio desarrolló ideas muy avanzadas para la época, destacándose como financiero y administrador y siendo sus Memorias al Congreso positivamente comentadas.

El académico Abel Cruz Santos escribe: “Hacer la transición, con un elemento humano generalmente impreparado, del sistema económico y fiscal de la Colonia al nuevo orden democrático, ideado por los legisladores de 1821, no era, ciertamente, empeño de fácil realización. La colonia había consolidado muchos privilegios para las altas clases sociales, difíciles de desarraigar, aun entre las personas que militaban en la causa republicana. Nadie quería pagar impuestos, ni mucho menos que se afectara su patrimonio particular cada vez que las urgencias de la guerra de independencia lo exigían. Se defendían los estancos, la alcabala, los diezmos, la esclavitud, los latifundios”.

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Contra esa fortaleza de intereses creados tuvo que enfrentarse Castillo y Rada como secretario de Hacienda de la Gran Colombia. Tenía como preocupación básica obtener los recursos indispensables, cuidando de no cegar las fuentes originarias de la economía nacional.

En una de sus Memorias de Hacienda conceptuaba: “Las rentas del Estado deben salir de la renta nacional, y naturalmente crecen en la misma proporción en que esta se aumenta. Así, cuando se trata de aumentar el producto de las contribuciones, no puede prescindirse de promover eficazmente los progresos de la riqueza pública y hacer que esta reciba un fuerte impulso y una nueva vida de los nuevos impuestos”.

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Creía, pues, Castillo y Rada en la acción estimulante del impuesto. “Los impuestos directos -expresó- igualan a los ciudadanos en la contribución como esta en Ios derechos; y esta igualdad no es grata ni provechosa a ciertos hombres, que, acostumbrados a no hacer desembolsos en beneficios de la República, quieren sacar las ventajas de la independencia, dejando todas las cargas a la clase que nunca pudo evitar las contribuciones y sobre las cuales pesan cruelmente las indirectas”.

Consideraba el secretario de Hacienda el impuesto indirecto como “enfermedad oculta, pero mortal, ya que pasa inadvertida para el consumidor en el precio del artículo”. “En cambio -decía Castillo- el gravamen directo guarda la debida proporción con las rentas, ganancias y salarios de los contribuyentes; y, además, no es vejatorio en su exacción y estimula la iniciativa privada”.

Pero no dejaba Castillo y Rada de advertir la falla -de la contribución directa, tal como la había establecido el legislador en 1821. Faltaba entonces un catastro técnicamente elaborado, ya que el gravamen gravitaba, especialmente, en la propiedad territorial rural y urbana; faltaban funcionarios eficientes para efectuar la tasación y, por último, el impuesto fue recibido con resistencias por las altas clases sociales y económicas que lo consideraban como indebida intromisión del Estado en la actividad privada. “Estos hombres han sido los enemigos de la ley, los que han predicado contra ella, y han logrado hacerla ineficaz y poco o nada productiva. A los esfuerzos de estos egoístas se han reunido la poca severidad de los intendentes y gobernadores, el descuido y connivencia de los jueces políticos y el hábito funesto de defraudar a la República en sus derechos”, decía Castillo.

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Como amigo de la política proteccionista a las incipientes industrias domésticas, opinaba el secretario de Hacienda que el arancel aduanero debería tener una orientación económica. En su concepto, las aduanas “no solo son fuente de una renta cuantiosa, sino también como uno de los medios poderosos de fomentar la agricultura, las manufacturas y el comercio; y para que su arreglo sea provechoso, es de absoluta necesidad conciliar de tal modo estos dos objetos, que el de aumentar los productos no embarace los productos de la riqueza, sino que antes bien crezcan aquellos en la misma proporción que esta”.

En este orden de ideas sugería derechos moderados de importación, vigilancia en los puertos, empleados muy escogidos y bien remunerados, recompensas a los aprehensores de contrabandos, la exportación libre de derechos y severas penas a los defraudadores del fisco. En cuanto a los diezmos -cuyo producto se distribuía entre la Iglesia y el Estado- y de cuya eliminación se manifestaba partidario, aclaraba Castillo y Rada que no era su propósito dejar al culto católico sin . medíos de subsistencia. Pero consideraba que esa obligación era de carácter general y por lo tanto debía atenderse con los ingresos ordinarios, como ocurría con el Ejército y con los servicios públicos. Y que, por lo tanto, era injusto que su incidencia afectara a un determinado sector social, como el agrícola, entrabando el desarrollo de esa industria.

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Gobierno y administración

Castillo y Rada expuso la tesis según la cual los servicios públicos deben atenderse con los ingresos ordinarios. Es decir, con el producto de las rentas. “Pero -agregaba- no debe entenderse que no alcanzan las rentas cuando no se recaudan y no se satisfacen o cuando no se administran bien o distribuyen mal; y solo en el caso de que el aumento de los servicios públicos así lo exija, pueden los gobiernos exigir nuevos arbitrios y esperar fundadamente obtenerlos”.

Como gran hombre de Estado, Castillo hizo en una de sus Memorias de Hacienda la interesante distinción entre los conceptos de gobierno y administración:

“La excelencia del gobierno se estima por la bondad de la administración. El mejor gobierno es siempre el mejor administrado. La administración no es otra cosa que el gobierno puesto en acción o el ejercicio de los diferentes poderes bajo la dirección de un jefe. Por más que nación tenga las mejores instituciones y las leyes más adaptadas a ellas, nunca gozará de sus beneficios si no tiene una buena administración. Tal es la influencia de esta, que aun siendo malo el gobierno, corrige o suaviza sus vicios”.

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El extraordinario esfuerzo del vicepresidente Santander para financiar las campañas libertadoras tuvo en el secretario de Hacienda el más decidido colaborador.

Importantes Decretos

Entre los decretos elaborados por Castillo y Rada en los años de 1822, 1823, 1824 y 1825, se recuerdan: a) El que ordenaba rendir cuentas oportunamente a los deudores del Tesoro; b) El que reglamentaba el pago de los derechos de quintos sobre los metales preciosos; c) El que creó una comisión para la liquidación de la deuda pública; d) Sobre declaración de pertenencia de los bienes rescatados por las tropas libertadoras en poder del enemigo; e) El que prohibía la introducción de géneros españoles; f) El que reglamentaba la emisión de un empréstito interno por la suma de 8.500.000; g) Sobre exenciones en el pago de la contribución directa; h) Sobre habilitación de puertos para el comercio internacional; i) Sobre administración de las salinas terrestres y marítimas; j) Sobre admisión de los vales del Tesoro en el pago de ciertas contribuciones; k) El que creó la comisión liquidadora de la deuda del Perú a Colombia; 1) Sobre la recaudación de la contribución directa.

Castillo y Rada llena la historia de aquella época en el orden económico con sus novedosos principios, su erudición y su talento. Era realmente admirable que a un hombre educado en las escuelas de la Colonia, le fueran familiares las ideas más avanzadas de la ciencia de la economía.

***Espere la tercera entrega de la serie “Doscientos años de Castillo y Rada” el próximo lunes 28 de noviembre: Disputa electoral entre Castillo y Santander. Nombrado vicerrector de la Universidad Central.

Por Héctor Muñoz Bustamante

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