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                                                                                                                              Eduardo Galeano: El hombre de las utopías

                                                                                                                              El 13 de abril, cuatro años atrás, falleció Eduardo Galeano, autor de "Las venas abiertas de America Latina" y "El fútbol a sol y sombra", entre otros libros que marcaron a varias generaciones.

                                                                                                                              María Acosta / @Paunks

                                                                                                                              Eduardo Galeano, quien se enfrentó a los regímenes totalitarios de América del Sur y a lo que consideraba injusto, a punta de palabras. / Cortesía

                                                                                                                              Falleció a las ocho y veinte de la mañana en Montevideo, Uruguay (el 13 de abril de 2015). 

                                                                                                                              En Colombia, vendrían siendo las seis y veinte, hora en la que yo me estaba bañando, y aún no me había enterado de su muerte. 

                                                                                                                              Al tomar la flota para llegar a la estación de Transmilenio y dirigirme a la Universidad, prendí la radio y entré por equivocación a Internet desde mi celular, digo equivocación, porque casi siempre me subía al transporte y me agarraba duro de las barandas antes de que el conductor me mandara a la porra, siempre había una glorieta en la que daba un giro brusco para coger la salida por Funza y en medio de mi distracción, presioné con fuerza la pantalla del celular. Al sentarme, me acomodé y vi la pantalla, allí me indicaba la noticia de la muerte de Eduardo Galeano.

                                                                                                                              Si está interesado en leer otro texto de María Acosta, ingrese acá: Nos lo hicieron creer

                                                                                                                              Para esa época yo estaba a la espera de una beca para poder hacer mi doble titulación con Comunicación Social Periodismo, tenía muchas ganas de empaparme el alma con el arte de contar historias reales, aparte de la fotografía, un arte infatigable. 

                                                                                                                              Yo estaba conmovida por la noticia, me dio duro. 

                                                                                                                              Me dio duro así como también me pusieron a pensar las muertes de Mario Benedetti o de Mercedes Sosa, pues recuerdo estar sentada sobre una silla, observando la televisión y ver cómo Charly García le daba el último adiós a “Mechas”. En mi mente me dije: "Mierda, se no están yendo grandes personas." Tres años después, un poco más grande, volvía a tener ese mismo sentimiento, no de dolor, sino de impotencia, pues fallecerían seres como Luis Alberto Spinetta y Gustavo Ceratti. Después seguiría Eduardo Galeano. 

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              A Galeano lo conocí por sus letras, y por la forma en que me sumergía en sus palabras, pues me acostaba algunas noches y ponía uno que otro audio para escucharlo y empaparme de mis sentimientos recónditos. Lo primero que escuché de él fue "El derecho al delirio", un vídeo en el que Galeano aparecía con su librito, al fondo una pared roja, y con una camisa azul oscura. El poema comenzaría con esta frase: "Vaya uno a saber cómo será el mundo más allá del año dos mil..." 

                                                                                                                              Para ese año dos mil quince, yo estaba pasando por una melancolía y una adicción de buscar respuestas donde tuve un amor y no fue amor. Me faltaban el aliento, las ganas, más no el deseo ni la terquedad. No quería que me quisieran sin que me faltara el aire o viceversa, no quería querer y que le faltara el aire a esa persona. Así que la academia fue, es y será mi refugio. Me reconfortaba el hecho de entrar a clases y encontrar cada vez más fascinación en las historias no escuchadas de mi país que merecían ser escuchadas, no podía ser egoísta con mis delirios carnales y caprichos adolescentes, así que dejaba que mis sentimientos cobraran sentido a partir de esa erudición. Personas como Galeano no me dejaron "morir", pues yo entendía sus palabras y eso, eso me reconfortaba sobremanera; él también estuvo en esa búsqueda crítica de identidad latinoamericana que intentó narrar, y lo logró. 

                                                                                                                              Al hombre de las utopías le tocaron un país y una época con varios matices que produjeron a grandes personajes como Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, o Daniel Viglietti. Le tocó vivir a grandes rasgos la Guerra Fría, cuando estaba en furor el enfrentameinto entre el capitalismo de Estados Unidos y el comunismo de La Unión Soviética. Todo eso le permitió tener conciencia de América Latina, esa América rota, con injusticias, desigualdades, creyendo en las utopías y en la fascinación por el fútbol. 

                                                                                                                              Para sus treinta y un años, en el año setenta y uno, publica su gran obra: "Las venas abiertas de América Latina", libro que tres años después sería censurado por la llegada de las dictaduras, por un lado en Chile de Pinochet, en Argentina con Videla y en Uruguay con un golpe de estado que lo obligaría a salir del país. Galeano lo describiría así:

                                                                                                                              "La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie; en cárceles y cuarteles y en todo el país, la comunicación era delito."

                                                                                                                              Como podemos ver, para ese entonces yo no había nacido, y él ya atravesaba todas esas dictaduras en el cono sur.  Comenzarían a darse unos procesos sumamente fuertes en América Latina de desaparición, persecución, tortura, censura, e injusticias apoyadas por la Escuela de las Américas de los Estados Unidos. Para esas fechas existirían grandes intelectuales, esos de los que yo alguna vez lloré. 

                                                                                                                              Aún no había llegado a la universidad, pues me estaba bajando de la flota para coger el otro transporte, así que en el transcurso de mi viaje, recordé toda esa persecución a la música popular en la que se encontraban los países vecinos y yo me encontraba en otro escenario: El de la gente que me empujaba en el Transmilenio para entrar, pero yo no estaba allí, dejaba que se colaran en la fila, me gritaban, pero gracias a mi hipoacusia no entendía si esos gritos de las personas que provenían de al lado eran groserías, o palabras mal habladas, ruidos tal vez... "Palabrerías del mundo", como diría Spinetta, pues mi mente estaba en la noticia del uruguayo. Estaba cabizbaja, sin ánimos, finalmente me empujaron y me entraron a la fuerza al Transmilenio, no tuve necesidad de caminar.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              La historia Latinoamericana se ve despreciada, quizás, por el olvido, por el sueño y la pereza, la cobardía y el miedo de todos estas matices que se encuentran en relatos, del amor, de la muerte, de la política, del impedimento, del pensamiento, de la vida. Pero, muchos lo saben, otros no quieren saberlo, su presente es más importante que su pasado, aunque el pasado sea la huella, el testimonio, la experiencia del ahora, esa ayuda que va calladamente jugándole al espíritu universal. 

                                                                                                                              Mis manos están sudando, me subo al tercer bus, pues mi universidad queda sobre la Circunvalar, arriba, en las montañas.

                                                                                                                              Llegué la Universidad.

                                                                                                                              Finalmente entro al salón, me encuentro con mi amiga Julia, le digo que murió Galeano y le doy un abrazo. Ella también sabe quién fue él, sabe sus textos, sabe su voz, sabe su situación, su muerte, su silencio. 

                                                                                                                              Hasta entonces, no me han regalado "El libro de los abrazos", pero ya lo leí en esa biblioteca que tanto me gusta, solo alguna vez un chico me habló para decirme que conocía ese libro y que me lo iba a regalar, hasta el sol de hoy no lo tengo en mis manos, al frente mío solo veo "Cerrado por Fútbol", me gusta, me gusta su espíritu que permea toda su obra, su vida, su fin, su milonga, su utopía, sus fragmentos vivientes, inmensos, sus "Nacimientos", sus "Memorias de fuego", "Los hijos de los días", de sus "Palabras andantes", de " Los días y noches de amor y guerra"...

                                                                                                                              "Sí", escribe Galeano en El libro de los abrazos, "por lastimado y jodido que uno esté, siempre puede uno encontrar contemporáneos en cualquier lugar del tiempo y compatriotas en cualquier lugar del mundo. Y cada vez que eso ocurre, y mientras eso dura, uno tiene la suerte de sentir que es algo en la infinita soledad del universo: algo más que una ridícula mota de polvo, algo más que un fugaz momentito".

                                                                                                                              Un día como hoy murió un ser.
                                                                                                                              No es tu silencio, es tu vida, no tu muerte. 
                                                                                                                              Un abrazo.
                                                                                                                              Un adiós.

                                                                                                                              Eduardo Galeano, quien se enfrentó a los regímenes totalitarios de América del Sur y a lo que consideraba injusto, a punta de palabras. / Cortesía

                                                                                                                              Falleció a las ocho y veinte de la mañana en Montevideo, Uruguay (el 13 de abril de 2015). 

                                                                                                                              En Colombia, vendrían siendo las seis y veinte, hora en la que yo me estaba bañando, y aún no me había enterado de su muerte. 

                                                                                                                              Al tomar la flota para llegar a la estación de Transmilenio y dirigirme a la Universidad, prendí la radio y entré por equivocación a Internet desde mi celular, digo equivocación, porque casi siempre me subía al transporte y me agarraba duro de las barandas antes de que el conductor me mandara a la porra, siempre había una glorieta en la que daba un giro brusco para coger la salida por Funza y en medio de mi distracción, presioné con fuerza la pantalla del celular. Al sentarme, me acomodé y vi la pantalla, allí me indicaba la noticia de la muerte de Eduardo Galeano.

                                                                                                                              Si está interesado en leer otro texto de María Acosta, ingrese acá: Nos lo hicieron creer

                                                                                                                              Para esa época yo estaba a la espera de una beca para poder hacer mi doble titulación con Comunicación Social Periodismo, tenía muchas ganas de empaparme el alma con el arte de contar historias reales, aparte de la fotografía, un arte infatigable. 

                                                                                                                              Yo estaba conmovida por la noticia, me dio duro. 

                                                                                                                              Me dio duro así como también me pusieron a pensar las muertes de Mario Benedetti o de Mercedes Sosa, pues recuerdo estar sentada sobre una silla, observando la televisión y ver cómo Charly García le daba el último adiós a “Mechas”. En mi mente me dije: "Mierda, se no están yendo grandes personas." Tres años después, un poco más grande, volvía a tener ese mismo sentimiento, no de dolor, sino de impotencia, pues fallecerían seres como Luis Alberto Spinetta y Gustavo Ceratti. Después seguiría Eduardo Galeano. 

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              A Galeano lo conocí por sus letras, y por la forma en que me sumergía en sus palabras, pues me acostaba algunas noches y ponía uno que otro audio para escucharlo y empaparme de mis sentimientos recónditos. Lo primero que escuché de él fue "El derecho al delirio", un vídeo en el que Galeano aparecía con su librito, al fondo una pared roja, y con una camisa azul oscura. El poema comenzaría con esta frase: "Vaya uno a saber cómo será el mundo más allá del año dos mil..." 

                                                                                                                              Para ese año dos mil quince, yo estaba pasando por una melancolía y una adicción de buscar respuestas donde tuve un amor y no fue amor. Me faltaban el aliento, las ganas, más no el deseo ni la terquedad. No quería que me quisieran sin que me faltara el aire o viceversa, no quería querer y que le faltara el aire a esa persona. Así que la academia fue, es y será mi refugio. Me reconfortaba el hecho de entrar a clases y encontrar cada vez más fascinación en las historias no escuchadas de mi país que merecían ser escuchadas, no podía ser egoísta con mis delirios carnales y caprichos adolescentes, así que dejaba que mis sentimientos cobraran sentido a partir de esa erudición. Personas como Galeano no me dejaron "morir", pues yo entendía sus palabras y eso, eso me reconfortaba sobremanera; él también estuvo en esa búsqueda crítica de identidad latinoamericana que intentó narrar, y lo logró. 

                                                                                                                              Al hombre de las utopías le tocaron un país y una época con varios matices que produjeron a grandes personajes como Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, o Daniel Viglietti. Le tocó vivir a grandes rasgos la Guerra Fría, cuando estaba en furor el enfrentameinto entre el capitalismo de Estados Unidos y el comunismo de La Unión Soviética. Todo eso le permitió tener conciencia de América Latina, esa América rota, con injusticias, desigualdades, creyendo en las utopías y en la fascinación por el fútbol. 

                                                                                                                              Para sus treinta y un años, en el año setenta y uno, publica su gran obra: "Las venas abiertas de América Latina", libro que tres años después sería censurado por la llegada de las dictaduras, por un lado en Chile de Pinochet, en Argentina con Videla y en Uruguay con un golpe de estado que lo obligaría a salir del país. Galeano lo describiría así:

                                                                                                                              "La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie; en cárceles y cuarteles y en todo el país, la comunicación era delito."

                                                                                                                              Como podemos ver, para ese entonces yo no había nacido, y él ya atravesaba todas esas dictaduras en el cono sur.  Comenzarían a darse unos procesos sumamente fuertes en América Latina de desaparición, persecución, tortura, censura, e injusticias apoyadas por la Escuela de las Américas de los Estados Unidos. Para esas fechas existirían grandes intelectuales, esos de los que yo alguna vez lloré. 

                                                                                                                              Aún no había llegado a la universidad, pues me estaba bajando de la flota para coger el otro transporte, así que en el transcurso de mi viaje, recordé toda esa persecución a la música popular en la que se encontraban los países vecinos y yo me encontraba en otro escenario: El de la gente que me empujaba en el Transmilenio para entrar, pero yo no estaba allí, dejaba que se colaran en la fila, me gritaban, pero gracias a mi hipoacusia no entendía si esos gritos de las personas que provenían de al lado eran groserías, o palabras mal habladas, ruidos tal vez... "Palabrerías del mundo", como diría Spinetta, pues mi mente estaba en la noticia del uruguayo. Estaba cabizbaja, sin ánimos, finalmente me empujaron y me entraron a la fuerza al Transmilenio, no tuve necesidad de caminar.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Me gustaba, y me gusta mucho la literatura de Galeano porque entendí que con el humor, la metáfora y la poesía se pueden decir realidades mucho más profundas, más flexibles, y también dar esa puesta en escena al entendimiento latinoamericano. Yo, por mi parte, también le apuesto a esa narrativa, aún con mis delirios sentimentales ajenos, citadinos y caminantes que se funden con la realidad colombiana. Para sumar mi impotencia y pensamientos entrecortados por las dos realidades, ese pasado y mi presente, coloqué "Como la cigarra", de Mercedes Sosa, mujer que al igual que Viglietti, Parra, Jara y demás cantautores vivieron esa narrativa de la que nos habló Galeano, esa persecución al pensamiento y la incidencia. 

                                                                                                                              La historia Latinoamericana se ve despreciada, quizás, por el olvido, por el sueño y la pereza, la cobardía y el miedo de todos estas matices que se encuentran en relatos, del amor, de la muerte, de la política, del impedimento, del pensamiento, de la vida. Pero, muchos lo saben, otros no quieren saberlo, su presente es más importante que su pasado, aunque el pasado sea la huella, el testimonio, la experiencia del ahora, esa ayuda que va calladamente jugándole al espíritu universal. 

                                                                                                                              Mis manos están sudando, me subo al tercer bus, pues mi universidad queda sobre la Circunvalar, arriba, en las montañas.

                                                                                                                              Llegué la Universidad.

                                                                                                                              Finalmente entro al salón, me encuentro con mi amiga Julia, le digo que murió Galeano y le doy un abrazo. Ella también sabe quién fue él, sabe sus textos, sabe su voz, sabe su situación, su muerte, su silencio. 

                                                                                                                              Hasta entonces, no me han regalado "El libro de los abrazos", pero ya lo leí en esa biblioteca que tanto me gusta, solo alguna vez un chico me habló para decirme que conocía ese libro y que me lo iba a regalar, hasta el sol de hoy no lo tengo en mis manos, al frente mío solo veo "Cerrado por Fútbol", me gusta, me gusta su espíritu que permea toda su obra, su vida, su fin, su milonga, su utopía, sus fragmentos vivientes, inmensos, sus "Nacimientos", sus "Memorias de fuego", "Los hijos de los días", de sus "Palabras andantes", de " Los días y noches de amor y guerra"...

                                                                                                                              "Sí", escribe Galeano en El libro de los abrazos, "por lastimado y jodido que uno esté, siempre puede uno encontrar contemporáneos en cualquier lugar del tiempo y compatriotas en cualquier lugar del mundo. Y cada vez que eso ocurre, y mientras eso dura, uno tiene la suerte de sentir que es algo en la infinita soledad del universo: algo más que una ridícula mota de polvo, algo más que un fugaz momentito".

                                                                                                                              Un día como hoy murió un ser.
                                                                                                                              No es tu silencio, es tu vida, no tu muerte. 
                                                                                                                              Un abrazo.
                                                                                                                              Un adiós.

                                                                                                                              Por María Acosta / @Paunks

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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