Algunos analistas señalaron que el fin de la guerra fría marcó el fin de la historia. Esta tesis analizada a partir de la realidad de los países subdesarrollados, indica otro destino: ellos no pueden hacer la historia pues están condenados a padecerla según Eduardo Galeano, quien se sumó a la polémica.
1. ¿El fin de la historia?
Para nosotros no es ninguna novedad. Hace ya cinco siglos, Europa decreto que eran delitos de la memoria y la dignidad en América. Los nuevos dueños de estas tierras prohibieron hacerla. Desde entonces solo podemos aceptarla.
2. Pieles negras, pelucas blancas, coronas de luces, mantos de luces, mantos de seda, y pedrería; en el carnaval de Río de Janeiro, los muertos de hambre sueñan juntos y son reyes por un rato. Durante cuatro días, el pueblo más musical del mundo vive su delirio colectivo. Y el miércoles de cenizas, al mediodía, se acabó la fiesta. La policía se lleva preso a quien siga disfrazado. Los pobres se despluman, se despintan, se arrancan las máscaras visibles, mascaran que desenmascaran, máscaras de la libertad fugaz, y se colocan otras mascaras de la rutina, la obediencia, y la miseria. Hasta que llegue el próximo carnaval, las reinas vuelven a lavar platos, y los príncipes a barrer las calles.
Ellos venden diarios que no saben leer, cosen ropas que no pueden vestir, lustran autos que nunca serán suyos, y levantan edificios que jamás habitaran. Con sus brazos baratos, ellos brindaran productos baratos al mercado mundial. Ellos hicieron Brasilia, y de Brasilia fueron expulsados. Cada día ellos hacen el Brasil, y el Brasil es su tierra de exilio. Ellos no pueden hacer la historia. Están condenados a padecerla.
3. Fin de la historia. El tiempo se jubila, el mundo deja de girar. Mañana es otro nombre de hoy. La mesa está servida; y la civilización occidental no niega a nadie el derecho de mendigar las sobras.
Ronald Reagan despierta y dice: “La guerra fría acabo. Hemos ganado”. Y Francis Fukuyama, un funcionario del departamento de Estado, gana súbitamente éxito y fama descubriendo que el fin de la historia. El capitalismo, que dice llamarse democracia liberal, es el puerto de llegada de todos los viajes, “la forma final de gobierno humano”.
Horas de gloria ya no existe la luchas de clases y al este ya no hay enemigos, sino aliados. El mercado libre y la sociedad de consumo conquistan el consenso universal, que había sido demorado por el desvió histórico del espejismo comunista.
Como quería la Revolución Francesa, ahora somos todos libres, iguales y fraternales. Y todos propietarios. Reino de la codicia, paraíso terrenal.
Como Dios, el capitalismo tiene la mejor opinión sobre sí mismo, y no duda de su propia eternidad.
4. Bienvenida sea la caída del muro de Berlín, dice un diplomático peruano, Carlos Alzamora, en un artículo reciente; pero dice que el otro muro, el que separa al mundo pobre del mundo opulento, está más alto que nunca. Un apartheid, universal: los brotes de racismo, intolerancia y discriminación, cada vez más frecuentes en Europa, castigan a los intrusos que saltan ese alto muro, para meterse en la ciudadela de la prosperidad. Y a la vista del mundo está. El muro de Berlín ha muerto, de buena muerte, pero no alcanzó a cumplir treinta años de vida, mientras que el otro muro celebrará muy pronto sus cinco de edad.
El intercambio desigual, la extorsión financiera, la sangría de capitales, el monopolio de la tecnología y de la información y la alienación cultural son los ladrillos que día se agregan, a medida que crece el drenaje de riquezas y soberanía desde el sur hacia el norte del mundo.
5. Con el dinero ocurre al revés que con las personas cuanto más libre, peor. El neoliberalismo económico, que el norte Impone al sur como fin de la historia, como sistema único y último, consagra la opresión bajo la frontera bajo la bandera de la libertad. En el mercado libre es natural la victoria del fuerte y legitima la aniquilación del débil. Así se eleva el racismo a la categoría de doctrina económica. El norte confirma la justicia divina: Dios recompensa a los pueblos elegidos y recompensa a los pueblos elegidos y castiga a las razas inferiores, biológicamente condenados a la pereza, la violencia y la ineficacia. En un día de trabajo, un obrero del norte gana más que un obrero del sur en medio mes.
6. Salarios de hambre, costos bajos, precios de ruinas, en el mercado mundial. El azúcar es uno de los productos latinoamericanos condenados a la inestabilidad y la caída. Durante muchos años, hubo una excepción: la Unión Soviética, ha pagado y paga todavía, un precio equilibrado por el azúcar de Cuba. Ahora en plena euforia, el capitalismo triunfante, se frota las manos. Hay bastantes indicios de que ese pacto comercial no va a durar mucho tiempo más. Y a nadie se le ocurre pensar que esa excepción ejemplar pudiera anunciar la posible creación de un nuevo orden internacional más justo, una alternativa al sistemático saqueo que los técnicos deterioro de los términos de Intercambio". No: sí los soviéticos pagan todavía buen precio por el azúcar cubano, eso no hace más que probar las diabólicas intensiones que han guiado los malos pasos de Moscú, que se metía donde no debía cuando usaba cuernos, tridente y rabo.
El orden vigente es el único orden posible: el comercio ladrón es el fin de la historia.
7. Preocupado por el colesterol, olvidado del hambre, el norte aplica la caridad. La Madre Teresa de Calcuta es más eficiente que Carlos Marx. La ayuda del norte al sur es muy inferior a las limosnas solemnemente comprometidas ante las Naciones Unidas, pero sirve para que el norte coloque chatarra de guerra, mercancías sobrantes, y proyectos de desarrollo que subdesarrollan al sur y multiplican la hemorragia para curar la anemia.
Mientras tanto, en los últimos cinco años, el sur ha donado al norte una suma Infinitamente mayor equivalente a dos planes Marshall en valores constantes por concepto de intereses, ganancias, royalties y diversos tributos coloniales. Y mientras tanto los bancos acreedores del norte destripan a los Estados deudores del sur, y se quedan con nuestras empresas públicas a cambio de nada. Menos mal que el imperialismo no existe. Ya nadie lo menciona: por lo tanto, no existe. También esa historia se acabó.
8. Pero, si los Imperios y sus colonias yacen en las vitrinas del museo de antigüedades, ¿por qué los países dominantes siguen armados hasta los dientes? ¿Por el peligro soviético? Esa coartada ya no se la creen ni los soviéticos. SI la cortina de hierro se ha derretido y los malos de ayer son los buenos de hoy. ¿por qué los poderosos siguen fabricando y vendiendo armas y miedo?
El presupuesto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos es mayor que la suma de todos los presupuestos de educación Infantil en el llamado Tercer Mundo. ¿Despilfarro de recursos? ¿O recursos para defender el despilfarro? La organización desigual del mundo, que simula ser eterna, ¿podría sostenerse un solo día más si se desarmaran los países y las clases sociales que se han comprado el planeta?
Este sistema enfermo de consumismo y arrogancia, vorazmente lanzado al arrasamiento de tierras, mares, aíres y cielos monta guardia al pie del alto muro del poder. Duerme con un solo ojo, y no le faltan motivos. El fin de la historia es su mensaje de muerte. El sistema que sacraliza el caníbal orden internacional, nos dice: “Yo soy todo, después de mí, la nada”.
9. Desde la pantalla de una computadora se decide la buena o mala suerte de millones de seres humanos. En la era de las superempresas y la supertecnologia, unos son mercaderes y otros somos mercancías. La magia del mercado fija el valor de las cosas y de la gente.
Los productos latinoamericanos valen cada vez menos. Nosotros los latinoamericanos también.
El Papa de Roma ha condenado enérgicamente el fugaz bloqueo, o amenaza de bloqueo, contra Lituania, pero el Santo Padre nunca dijo ni pio contra el bloqueo contra Cuba que ya lleva más de treinta años, ni el bloqueo contra Nicaragua, que duro diez. Normal, Y normal es, ya que tampoco valemos los latinoamericanos vivos, que nuestros muertos se coticen cien veces menos que las víctimas del hoy desintegrado imperio del Mal. Noam Chomsky y Edward Herman se han tomado el trabajo de medir el espacio que merecemos en los principales medios norteamericanos de comunicación. Jerzy Popieluzko, sacerdote asesinado por el terror de Estado de Polonia, en 1984, ha ocupado más espacio que la suma de cien sacerdotes asesinados por el terror Estado en América Latina en estos últimos años.
Nos han impuesto el desprecio como costumbre. Y ahora nos venden el desprecio como destino.
10. El sur aprende geografía en mapamundis que lo reducen a la mitad de su tamaño real. Los mapamundis del futuro, ¿lo borraran del todo? Hasta ahora, América Latina era la tierra del futuro. Cobarde consuelo; pero algo era. Ahora nos dicen que el futuro es el presente.