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“El feminismo es una herramienta para leer y escribir”: La Nena ‘Mounstro’

Magali Torres Ortega, la mexicana detrás del “Chismecito literario” en TikTok, habló sobre cómo su álter ego le permitió llevar su pasión por la literatura a las redes sociales.

Paula Andrea Baracaldo Barón

10 de septiembre de 2025 - 08:38 a. m.
Magali Torres Ortega (@nenamounstro) cuenta con más de 100.000 seguidores en Instagram.
Foto: Editorial Hachette México
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¿De dónde surgió la idea de crear “Chismecito literario” en redes sociales?

En realidad surgió de una curiosidad innata. Siempre que he leído libros me ha gustado interesarme por el cómo, el por qué, el dónde: quién era el autor, dónde vivía, qué comía, qué le pasó. De ahí nació. Un día encontré la plataforma TikTok y pensé: “Aquí tengo más tiempo para contarlo”. Entonces empecé a compartirlo. Creí que no iba a interesar a mucha gente, pero pronto vi que sí. Así fue como empezó este “chismecito” en internet.

¿Y comenzó únicamente con autoras o también incluía autores masculinos?

No, hay de todo: hombres y mujeres. Creo que la historia tiene que verse para los dos lados. Pero hacer Chismecito literario: volumen dos solo con autoras mujeres, sobre todo aquellas que no son tan conocidas, fue porque creí que ya era tiempo de que habláramos sobre nosotras.

¿Cómo fue el proceso de selección para combinar autoras reconocidas con otras menos visibles?

Como bien dice, hay autoras que no son tan conocidas, pero busqué balancear. Hay otras muy conocidas como Alejandra Pizarnik, Marguerite Yourcenar o Sylvia Plath. Pero también están aquellas que tienen historias muy interesantes, como las “mamás de la literatura”. Está, por ejemplo, la mamá de John Kennedy Toole, que escribió un libro. Está también la mamá de Mario Puzo, que en realidad fue la inspiración de El padrino. Mario lo dijo muchas veces: “Todo El padrino fue inspirado en mi mamá. Don Vito Corleone es mi mamá”.

En su investigación aparecen temas poco habituales, como la cocina o la vida íntima. ¿Por qué decidió darles protagonismo?

Hablo de eso, pero también de cómo a las mujeres nos han quitado la cocina, que es algo muy importante. Sé que los recetarios no se consideran literatura, pero al final todos los premios Michelin y los grandes chefs siempre han sido hombres, mientras nosotras hemos tenido una tradición enorme en la cocina. Por ejemplo, estoy contando la historia de Sylvia Plath desde otro lado: no quería que nos quedáramos solo con la idea de que se suicidó y ya. Todos conocemos esa parte, pero ella era alguien a quien le gustaba mucho cocinar, coleccionaba recetarios, hacía los suyos, regalaba comida a quienes iban a ayudarla en sus postpartos. En la cocina encontró también parte de su felicidad.

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¿Cómo llevó a cabo esa exploración de archivos, teniendo en cuenta que existen tantas autoras en el mundo? ¿Qué criterios utilizó para decidir cuáles incluir?

Tuve temas fundamentales, como la amistad y las mujeres que lograron colarse en un mundo de hombres. Alejandra Pizarnik, por ejemplo, jugó el juego como ellos querían para poder entrar y conseguir trabajos. Fue muy cercana a Octavio Paz y a Julio Cortázar, quienes le conseguían empleos gracias a esa relación. Por eso digo que Alejandra no es de las silenciadas ni de las olvidadas.

Quería hablar de mujeres como ella, pero también de otras como María Luisa Bombal, Marvel Moreno, o María Virginia Estenssoro, que formaron parte del boom latinoamericano. Llegué a ellas cuando hice un curso sobre “las señoras del boom”, porque estaba cansada de que siempre fueran “los señores del boom”. Había un montón de mujeres escribiendo al mismo tiempo y encontré al menos 30.

Y en esa exploración, ¿se encontró con problemas de acceso a la información? ¿Qué fue lo más difícil a la hora de reconstruir sus vidas?

Sí, claro. A veces la información estaba sesgada. Por ejemplo, con las mujeres del boom me costó mucho encontrar datos porque muchas veces eran reducidas a “amigas de” o “amantes de”. Con Marvel Moreno, por ejemplo, se hablaba más de su vida personal que de su obra. O con María Luisa Bombal, que era muy cercana a Neruda, entonces parecía que solo existía en función de él.

También con Sylvia Plath pasa mucho: todo se reduce a su muerte, al suicidio, cuando en realidad tenía una vida mucho más rica. Con Marguerite Yourcenar también: se ocultó durante mucho tiempo su relación con una mujer.

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Ha adoptado el término “viejo rancio” para hablar de ciertas figuras literarias. ¿Por qué decidió usar esa expresión?

Lo del “viejo rancio” fue un poco en broma, pero también en serio: hay muchos hombres que se creen dueños de la literatura, de los espacios de lectura, de los premios, de todo. Y cuando aparece una mujer a reclamar un lugar, de inmediato dicen que no merece estar ahí, que no tiene la misma calidad, que no es lo mismo. Entonces digo: “Ese es el viejo rancio”. Fue una forma de burlarme de esa figura de autoridad que a veces pesa demasiado.

¿Y de qué manera incorpora el feminismo en su trabajo?

Para mí, el feminismo es una herramienta para leer y escribir. No lo veo como una camisa de fuerza, sino como una forma de ampliar la mirada. El feminismo me permite ver la historia completa, no solo la mitad. Si siempre se ha contado la literatura desde la voz de los hombres, ahora toca voltear el foco y ver a las mujeres, a las que se quedaron atrás, a las que decidieron cosas distintas. Además, creo que el feminismo es también un ejercicio de memoria.

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¿Cómo surge el proyecto de llevar “Chismecito literario” a los libros? ¿Fue una iniciativa suya o una propuesta de la editorial?

La editorial me buscó después de que yo ya llevaba un tiempo haciendo el contenido en redes. Me dijeron: “Esto que haces puede ser un libro”. Y yo dije que sí, pero quería hacerlo a mi manera, no como una enciclopedia aburrida, sino como algo cercano, que se pudiera leer como una conversación. Así salió el primer Chismecito literario y luego este segundo volumen solo con autoras.

¿Y cómo juega su identidad de La Nena Monstruo en todo este proyecto?

Es mi alter ego, digamos. Con @nenamounstro me permití ser más libre, más desparpajada, más cercana. Yo soy publicista, hago campañas, pienso estrategias. Pero con la Nena Monstruo puedo hablar de libros como hablo con mis amigas, con humor, con ironía, con complicidad. Eso me abrió un espacio en redes donde la gente siente que no está leyendo una cátedra, sino chismoseando conmigo.

Cuando piensa en el trabajo que hace, ¿se identifica más con la figura de influencer o con la de creadora de contenido?

Me considero creadora de contenido. La palabra “influencer” nunca me ha gustado mucho porque siento que está muy asociada a vender cosas. Yo no estoy vendiendo nada más allá de libros. Lo que hago es compartir lecturas, historias, curiosidades. Entonces sí, creo que es más justo decir “creadora de contenido literario”.

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En su experiencia, ¿cómo cambia la escritura cuando pasa de las redes sociales al formato de un libro?

En redes tienes que ser más breve, más directa. Tienes 30 segundos o un minuto para atrapar la atención. En el libro puedes explayarte, contar más detalles, detenerte en anécdotas. Escribir para redes me entrenó a ser clara y concisa; escribir para el libro me permitió expandirme. Al final son dos lenguajes distintos, pero que se complementan.

¿Qué le ha dejado este proceso de contar y rescatar estas historias?

Me deja la certeza de que hay mucha gente allá afuera con ganas de leer y de escuchar estas historias. Cuando empecé pensé que no iba a interesar, pero me di cuenta de que sí. También me deja la satisfacción de ver que otras mujeres se animan a contar, a escribir, a rescatar voces olvidadas. Y me deja el reto de seguir, de no parar, porque todavía falta mucho por decir.

Por Paula Andrea Baracaldo Barón

Comunicadora social y periodista de último semestre de la Universidad Externado de Colombia.@conbdebaracaldopbaracaldo@elespectador.com
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