Publicidad

El Eco Húngaro del Fin: László Krasznahorkai y la Poética del Apocalipsis

El próximo 10 de diciembre, el escritor húngaro László Krasznahorkai recibirá el Nobel de literatura. Como alguien que se crio y creció durante la era del comunismo y el post-comunismo, vivió en una época convulsionada y de desasosiego que se ha visto reflejada en lo que él ha llamado un “apocalipsis”. Así fue como László Krasznahorkai desarrolló su estilo de escritura y los temas que lo obsesionaron.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Juliana Vargas
26 de octubre de 2025 - 03:00 p. m.
Una foto tomada el 11 de julio de 2012 muestra al escritor húngaro László Krasznahorkai en su casa en Pilisszentiván, a 20 km al norte de Budapest, Hungría.
Una foto tomada el 11 de julio de 2012 muestra al escritor húngaro László Krasznahorkai en su casa en Pilisszentiván, a 20 km al norte de Budapest, Hungría.
Foto: EFE - Gyula Czimbal
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

László Krasznahorkai, el maestro húngaro de la prosa torrencial, ha sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2025. Susan Sontag lo etiquetó sin titubeos como “el maestro contemporáneo del Apocalipsis”. El apocalipsis es el fin del mundo, la última catástrofe, la destrucción total, la desesperanza que se materializa. Su definición evoca un estallido súbito, una muerte imprevisible, un escape imposible; pero tal precipicio existencial nunca ha sido experimentado por la humanidad. Hasta ahora, el apocalipsis parece ser mucho más sutil.

Para László Krasznahorkai, en efecto, la humanidad sí que ha experimentado no sólo uno, sino varios apocalipsis que son más bien colapsos lentos, implacables y, sobre todo, absurdos de todo orden social, moral y espiritual. Es la comprensión lacerante de que la redención es una ilusión y que la humanidad está condenada a una desesperanza de largo aliento.

En “Tango Satánico”, su primera novela publicada en 1985, este escritor nos muestra la desilusión de los habitantes de una cooperativa agrícola en ruinas de la Hungría rural tras la caída del comunismo. Viven en lo que llaman “La Explotación”, un lugar que alguna fue una fábrica o una mina, y en la que ahora apenas se logra sobrevivir. Es una vida circular, así como también es circular la forma en la que se escribe la obra. La primera parte va del capítulo uno al seis y la segunda del seis al uno, conectadas por un baile de borrachos en una fonda. Un baile satánico que se torna en la cumbre de la miseria humana.

La prosa de Krasznahorkai, conocida por sus frases que se extienden como ríos sin puntos —un flujo de conciencia obsesivo que examina la realidad “hasta el punto de la locura”—, refleja esta concepción. No hay descanso, no hay punto final que pueda contener la marea del desmoronamiento.

El escritor lo utiliza como reflejo de cómo hablamos en realidad, en lugar de con frases cortas y artificiosas, pero precisamente, tal vez también sea el reflejo de un río interminable que nos va desgastando, hasta amenazar con convertirnos en algo que no nos atreveríamos a llamar digno. “A quién salvaría, no se puede salvar. Y a quien puede salvarse, no quiero salvarlo”, escribió László Krasznahorkai, el maestro de la fatalidad del universo.

El apocalipsis de Krasznahorkai no termina, como lo haría un evento súbito e insólito, sino que se mantiene en un estado de permanencia. Es un presente continuo, como aquel que se percibe en una ballena muerta como única exhibición de un circo itinerante en “La melancolía de la resistencia”.

El telón de fondo de estos relatos es la Hungría post-comunista. La historia húngara, con sus heridas, fracasos y turbulencias constantes, es, en palabras del propio autor, “horrible”. El fin del comunismo, para el escritor, fue sólo una transmutación de la miseria. De la inmovilización, Hungría pasó al vacío y a la pérdida del sentido de lo colectivo. “La Explotación” de “Tango Satánico”, por ejemplo, es la materialización del desmoronamiento del orden social y espiritual. Es el anhelo de que las cosas pueden volver a funcionar, para luego descubrir que no habrá mesías que aparezca para que una granja colectiva vuelva a la vida. El apocalipsis es el tedio y la impotencia en constante putrefacción.

A pesar de esta desolación, a través de los años, László Krasznahorkai ha entrelazado la descomposición con una forma radical de belleza. En “La melancolía de la resistencia” (1989), “Guerra y guerra” (1999) o “El regreso del barón Wenckheim” (2016), Krasznahorkai llevó su estética del apocalipsis a nuevas dimensiones, articulando una visión del mundo donde la fragilidad humana convive con la búsqueda de sentido. En Y Seiobo descendió a la tierra, explora la belleza y la creación artística con una veneración casi mística. En esta obra, el arte se convierte en el único refugio, la única forma de verdad en un mundo de mentira y desastre. En el arte está la trascendencia y el arma contra el apocalipsis.

László Krasznahorkai es un profeta del fin, pero en medio de la oscuridad, también hace del lenguaje y la belleza instrumentos de la imaginación para crear una estructura que nos permita vivir a través del absurdo.

El trabajo del nuevo Nobel de Literatura es una caminata por la orilla urbana y ecléctica de Pest, en la capital húngara.

La monumentalidad e intrincado detalle del Parlamento de Hungría fueron diseñados para proclamar la soberanía y la prosperidad de la nación húngara en el milenio de la llegada de los magiares a la cuenca de los Cárpatos; luego, la Basílica de San Esteban impone su estilo neoclásico con toques neorrenacentistas, el cual fluye por entre las calles internas de la ciudad, inspiradas en los palacios italianos del Renacimiento. Sin embargo, la arquitectura húngara de pronto se detiene de golpe para darle paso a la ideología estalinista, que buscaba rechazar el arte burgués y occidental, como el Art Nouveau y el modernismo. La fuerza, el progreso y la gloria del Partido Comunista y del pueblo trabajador se representó en la reconstrucción del Castillo de Buda y otros edificios en ruinas tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial.

No obstante, tras el fracaso del estilo estalinista y la insurrección de 1956, el enfoque de la estética monumental pasó a la solución pragmática de la crisis de vivienda. Así fue como surgió el Panelház, el bloque de hormigón prefabricado con el que se construyeron edificios de apartamentos de apariencia repetitiva, rectangulares, construidos con grandes losas de hormigón armado prefabricadas en fábricas y ensambladas rápidamente en el sitio.

Las historias de László Krasznahorkai son un bloque de hormigón que se extiende por la orilla de Pest hasta contemplar la colina señorial de Buda al otro lado del Danubio, con sus construcciones neobarrocas y neogóticas. Es el apocalipsis que no se derriba y el anhelo de que, en todo caso, haya sentido en la belleza que se logra contemplar al otro lado del río.

Por Juliana Vargas

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.