Publicidad

La idea del suicidio

En tiempos en los que la salud mental ha cobrado vital importancia, ciertas estadísticas que antes mantenían en la sombra por el estigma, han salido a la luz. Una de ellas es el porcentaje de personas que, alguna vez en la vida, han pensado en el suicidio. ¿Hacerse aquella pregunta es inherentemente malo?

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Juliana Vargas Leal
18 de agosto de 2025 - 08:30 p. m.
Imagen de referencia. // Cifras oficiales de Medicina Legal demuestran el aumento de casos desde 2020, año de la pandemia, en el que se registraron 2.420 casos, pasando a 2.689 en 2021, 2952 en 2022 y 3.145 en el año 2023.
Imagen de referencia. // Cifras oficiales de Medicina Legal demuestran el aumento de casos desde 2020, año de la pandemia, en el que se registraron 2.420 casos, pasando a 2.689 en 2021, 2952 en 2022 y 3.145 en el año 2023.
Foto: CNN Español
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

El 70% de la población alguna vez ha tenido ideas suicidas. Al 70% de la población alguna vez se le han bajado los niveles de serotonina, dopamina y noradrenalina. Se asoman al balcón como si no supieran lo que es estar a las alturas. Se les olvida el canto de los pájaros en la mañana, la vez que su abuela les dijo que los amaba y los sueños de ser bombero, policía y astronauta.

Las emociones se les mueren sin que el alma las pueda atrapar antes, y sin emociones no hay recuerdos a los que asirse. Por eso es que ahora están asomados al balcón, sin ver el bombero que cuatro pisos abajo entra a una tienda para comprar café. Se aferran al balcón, se estiran, suben una pierna, y en ese momento el bombero sale con un vaso desechable por el que se asoma un pequeño hilo de humo. Las miradas se encuentran y se interrogan. No es necesario que el bombero bote el café y suba en una misión improvisada. La pierna baja, así como la ansiedad y el miedo. Y entonces, un pájaro canta en la distancia.

¿Está mal tener ideas suicidas? Está la posibilidad de caer en el séptimo círculo del infierno y fusionarse con el tronco de un árbol. El desgarro al que nos someterían las arpías y los lamentos eternos puede ser suficiente ilustración para hacernos creer en la violencia y la maldad de tal idea. Si asumimos que la vida es divina, el suicido es un pecado; si la vida es digna, el suicidio es una afrenta a la dignidad humana.

¿Pensar en el suicido es entonces aceptar que hay algo inherentemente malo dentro de nosotros? La vida puede ser divina y digna, pero también puede ser un absurdo. Hamlet pensó en el suicidio como una vía de escape, pero le temió a lo desconocido, “el país inexplorado del que ningún viajero regresa”. El existencialismo exploró más que ningún otro movimiento literario, las mil y una formas en que la vida no valía la pena. Pensar en el suicidio es la traducción de un exceso de emoción que, cansada de sí misma, se vacía hasta que no queda nada. Cuando el hombre se encuentra de pronto en el fondo, es que la idea del suicidio nace.

No es que el 70% de la población humana sea inherentemente mala, el universo es lo suficientemente indiferente como para abandonar a sus hijos. A pesar de lo absurdo, del balcón que se aparece, de los pájaros que mudan, hay que imaginarse al héroe de lo absurdo sin desfallecer. Sísifo lleva una roca hasta la cima de una montaña para que esta únicamente vuelva a bajar por la cuesta, y Sísifo es consciente de ello. No tiene esperanza y en eso se basa su tragedia. Sin embargo, también sabe que su destino le pertenece. El universo ausente es devuelto a su silencio cuando Sísifo acepta su destino sin dioses de por medio que lo lleven a lo irracional como salida. Aquel universo sin amo ya no le parece estéril o fútil. Entonces, Sísifo cumple su castigo divino sin quejarse. Sube la roca hasta la cima una y otra vez.

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre, para que la serotonina, dopamina y noradrenalina no caigan, para que los pájaros vuelvan a cantar, para que las emociones revivan y de pronto recordemos de qué están hechos los sueños. La idea del suicidio parece un acto inevitable que se prepara en el silencio del corazón, pero cuando el corazón se atreve a gritar, la vida adquiere sentido. El sentido es una roca que va hasta la cima y vuelve a caer. Sube y baja, sube y baja. El esfuerzo la sube y la ve caer, y ese destino es sólo nuestro.

Cuando las miradas entre el suicida y el bombero se encuentran, el suicida recuerda que por más que ciertas ideas sean inevitables, es heredero del héroe que nunca se cansó. En ese momento, decide subir la roca una vez más.

En El Mito de Sísifo, Albert Camus afirma que el único problema filosófico verdaderamente serio es el suicidio; juzgar si la vida vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía, y la respuesta a aquella pregunta es que hay que imaginarse a Sísifo feliz.

Conoce más

Temas recomendados:

 

Aguilucho(odmum)19 de agosto de 2025 - 06:08 a. m.
Gran relato. Más visibilidad de estos temas que siguen muy invisibles en nuestra cultura.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.