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(Nadie es libre, hasta los pájaros están encadenados al cielo).

Érase una vez un rey muy poderoso que amaba con locura los cantos de los pájaros. En su palacio tenía cientos, miles de jaulas de todos los tamaños, formas y materiales preciosos, en las que coleccionaba las más bellas aves del reino. El rey las tenía clasificadas por el tipo de sonido que producían: trinos, gorjeos, graznidos, silbidos, chirridos, llamados, reclamos… Le gustaba sentarse, a diferentes horas del día, a escuchar con deleite la gran variedad de melodías que emanaban de las jaulas en las que vivían sus amadas joyas aladas.
Un buen día llegó al reino un juglar, que venía precedido no sólo por por su fama de cantante y vate inspirado sino sobre todo por su talento único para traducir, al lenguaje de los hombres, el canto de los pájaros.
El monarca ordenó que el bardo viniera a verlo, pues quería entender lo que decían sus amores en sus trinos. Le gustaba, además, ostentar la cantidad y variedad de sus tesoros frente a los extranjeros que visitaban sus dominios. El poeta fue conducido de inmediato ante el rey. No le advirtieron que su misión era, no sólo entretener con su canto al soberano sino - más importante aún - traducir para él las voces y versos de sus aves.
Luego de cantar en la sala del trono para el rey y sus cortesanos, este le pidió que lo acompañara a recorrer el palacio, para que admirara las portentosas jaulas y sus multicolores habitantes.
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“Quiero saber qué dicen mis ángeles”, le dijo, “quiero entender sus voces y tonadas”.
“Majestad, me temo que esto no será posible. Yo vengo de tierras lejanas y no conozco el idioma de estas aves.”
“¡Mientes!”, le dijo el rey…, “es por todos sabido que dominas el lenguaje universal de los seres alados de este mundo. Si te niegas a cumplir lo que te pido te cortaré la lengua para que no puedas volver a cantar… ¡ni a mentir!”, le dijo el monarca enfurecido.
El poeta bajó la mirada y de sus ojos brotaron lágrimas:
“Majestad: escucho y obedezco. En unas pocas frases resumiré lo que cantan sus pájaros amados. Pero debe prometerme, Alteza, que una vez Ud. esté enterado, me permitirá regresar a mi patria, para nunca pisar de nuevo estas tierras.”
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“Así será,” dijo el rey. “Tienes mi palabra. "
“La primera vez que la palabra libertad fue escrita en el firmamento”, dijo el poeta, “lo hizo el Creador con la primera pluma de la primera ave que brotó de sus manos. Alas y libertad son desde entonces sinónimos. Alteza, los cantos que Ud. escucha con deleite todos los días, no son otra cosa que lamentos, aullidos, gritos, imprecaciones, maldiciones, alaridos desgarradores por la libertad arrebatada. Un pájaro enjaulado equivale a un muñón, a un ojo sacado con un gancho… a un árbol talado a golpes de hacha ensangrentada. Los gritos de angustia y desesperación que se escuchan en los manicomios y las prisiones del reino, no son más que pálidos y débiles ecos, comparados con el dolor que cantan sus aves. Alteza, no puedo mentirle: entre más bello, sutil y dulce es el canto de los seres que Ud. tanto ama, más lascerante y trágico es su mensaje. Un pájaro enjaulado es la manifestación más aguda y tremenda de la muerte en vida… Pero…se lo ruego...permítame ahora partir. Mi corazón sufre por el sufrimiento que estas verdades le han causado. Majestad, una verdad enjaulada y sin vuelo, es como uno de sus emplumados prisioneros.”
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El rey, desconsolado, lo dejó partir, pero cuando ya estaba el trovador a punto de cruzar las fronteras del reino, ordenó que lo emboscaran y apresaran y que le cortaran la lengua, la misma que le había revelado su infamia.
Acto seguido, fueron abiertas las jaulas y liberadas todas las aves del palacio del rey. Algunos pájaros, aún con la puerta abierta, se negaron a partir, pues ya no sabían vivir en libertad. La única que permaneció cerrada para siempre fue una jaula de oro, con incrustaciones de piedras preciosas, donde el monarca exhibía la lengua cercenada y palpitante del poeta que desnudó su crueldad y que lo llevó a comprender que la libertad es un insondable - e insobornable - vuelo sin retorno.