El Magazín Cultural
Publicidad

“El último gol gana…” (Fútbol paradójico)

“El gol te eleva, te hunde, te recuerda a la infancia, te sabe a playa, te mete arena en la boca, te pide matrimonio. Te da resaca. Son ese tipo de emociones heterogéneas que, si lo piensas en frío, también te proporciona la bebida o la poesía”. Juan Tallón.

Juan Carlos Rodas Montoya
18 de agosto de 2022 - 06:43 p. m.
 Jugadores de Paranaense celebran un gol de Vitor Roque. EFE/Juan Ignacio Roncoroni
Jugadores de Paranaense celebran un gol de Vitor Roque. EFE/Juan Ignacio Roncoroni
Foto: EFE - Juan Ignacio RONCORONI

Gol es una palabra que se pronuncia en el mundo más que el Padre nuestro o el Avemaría porque, como ambas, el gol hace parte del ritual de cada día. Tres letras que no tienen idioma ni traducción, son catarsis, onomatopeyas, sonidos guturales que aluden a alegría, felicidad y grito de rabia y de celebración. Grito ancestral que huele a promesa de victoria, de logro, de vencer. Grito Olímpico Lunático.

Grito que se aprende desde la infancia, como papá o mamá. Olímpico porque se alcanza el cielo infinito. Lunático porque hasta los enemigos se abrazan para celebrar al dios de la victoria con sus hojas de olivo. Quien hace el gol es quien en la antigüedad tenía el fuego, era el poderoso. Por eso el fútbol es ancestral, como los rituales de iniciación en los que prima la palabra que sale de las entrañas, como el gol que se canta en el último minuto para ganar el partido de la vida. Un gol es la comunión perfecta entre fútbol y literatura, comunión que alude a lo divino y a lo profano en una suerte de simbiosis vital y humana.

Le sugerimos: El espectáculo del fútbol (Fútbol paradójico)

Gritar gol es decir amor, furor sagrado, rito antropológico y amén. Final de la oración, final de la jugada, final de ensueño para hacer pequeñas conquistas que se quedan tatuadas para el resto de la vida. Hacer un gol es comulgar con la tradición que dialoga, que conversa y que, casi siempre, invoca a dioses inocentes y calmados que, alguna vez, fueron hombres que jugaron al fútbol y se hicieron sentir entre chilenas, gafiadas y “goles de gran factura”, como dicen por ahí.

Nadie ve las telarañas ni el fondo de las piolas, pero están ahí, en la palabra que se narra como metáfora. El gol de infancia me sabe a bolis con tostada, a lecherita, a solterita, a rollo con leche. El gol de la juventud me sabe a música latinoamericana, a crítica social, a Nietzsche, a rebeldía. El gol de la senectud me sabe a infancia y a juventud, es un pretexto para recordar trofeos, goles increíbles, amores impensados y evocación de toda una vida detrás de un balón que me acompañe, como me acompañan Gloria, Santi y Cata. Compañía de fútbol, de ciclismo, de dulzura fraterna porque, por encima de todo, está el abrazo y el cántico de gol solidario. “El último gol gana…” retumba en cada torneo barrial, en cada revancha, en cada juego entre amigos; es la promesa del fin, es la esperanza de que se va a acabar antes de que llegue el silbido materno: “A almorzar culicagado, antes de que se te enfríe la sopa”

Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

Por Juan Carlos Rodas Montoya

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar