Un niño de seis o siete años mira desde una esquina de Moniquirá cómo la violencia se cuela en la vida de su familia. Es el eco de un país fracturado tras la Guerra de los Mil Días, cuando liberales y conservadores no solo se enfrentaban en los campos de batalla, sino también en las cocinas y patios de las casas. Ese niño fue el abuelo de Carlos Alberto Pinzón, y el silencio que rodeó aquel episodio se transformó, décadas después, en la inspiración para una obra de teatro.
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Pinzón, con más de cuarenta años de recorrido en las artes escénicas, sintió que era el momento de dar un paso distinto: pasar de la actuación y la pedagogía a la escritura y la dirección de su propio proyecto. “Después de tantos años en el teatro, sentí la necesidad de contar una historia que evocara un pasado familiar relativamente cercano”, confesó.
Ese impulso lo llevó a crear CostalaZiones, un montaje que indaga en la relación entre la gran historia del país y la memoria íntima, entre lo que nos cuentan los libros y lo que se queda guardado en los secretos de familia.
El descubrimiento llegó tarde. Durante buena parte de su vida, Pinzón no supo nada de aquel crimen que enfrentó a dos familias de Moniquirá y que marcó a su abuelo cuando era un niño. “Fue un secreto guardado. Me enteré apenas hace tres o cuatro años, gracias a un historiador que me buscaba para contrastar datos. Él se sorprendió de que yo no supiera nada. Ese momento fue el abrebocas perfecto para emprender esta indagación, que se convirtió en un proceso absolutamente teatral”, recordó.
A partir de ese hallazgo, comenzó un viaje personal y creativo que lo llevó a cruzar los límites entre lo íntimo y lo político. “Lo que traté de reflejar en la obra es cómo esa historia de Colombia que leemos en los libros también afecta, ha afectado y sigue afectando nuestra vida personal. Es una manera de ver la gran historia a través de un relato más íntimo, más micro”, dijo.
Constelaciones y costalazos
El título de la obra encierra esa doble mirada. Constelaciones, como alusión a la terapia de Constelaciones Familiares que explora traumas heredados; y costalazos, como metáfora de los golpes de la vida que se transmiten de generación en generación.
“Encontré una relación muy interesante entre la historia oficial y la vida privada. El teatro me dio la oportunidad de acercarme a hechos que parten de la realidad, pero también de la ficción escénica. En ese cruce surgió la metáfora del título: constelaciones que se alinean y costalazos que recibimos sin saberlo, porque provienen de un pasado que no conocíamos”, explicó Pinzón.
En escena, esa dualidad se traduce en un dispositivo que rompe la cuarta pared. El público no asiste a una representación cerrada, sino a un juego en el que el director conversa con los actores, propone hipótesis y ensaya posibles versiones de los hechos. “Somos actores jugando a algo que pasó hace cien años, pero que todavía nos conecta con ese pasado. En algún momento siento que puedo hablar con mi bisabuelo, que murió 19 años antes de que yo naciera”, confesó.
Aunque el relato se ancla en un hecho de hace más de un siglo, la obra dialoga con las tensiones actuales. “Quise mostrar cómo en la creación también se filtran los conflictos de hoy. Si bien indago en un suceso del pasado, la obra también se enfrenta a nuestros conflictos presentes”, afirmó.
Uno de esos conflictos es el machismo, evidente en la Colombia de principios del siglo XX y todavía persistente. “Yo mismo heredé ese machismo, nada más porque soy colombiano y porque crecí en un país donde nuestros grandes pioneros fueron hombres formados bajo esa visión. Hoy las cosas están cambiando, afortunadamente, pero me interesaba poner en evidencia cómo esos patrones siguen filtrándose en nuestras relaciones y en nuestra manera de crear”, reconoció.
La obra incorpora música de época, alusiones históricas directas y tensiones propias del proceso creativo. Lo que ocurre en escena no es solo un recuerdo del pasado, sino también un espejo del presente.
Un laboratorio escénico
Desde su concepción, CostalaZiones ha sido un proceso en constante transformación. Pinzón lo describió como un laboratorio vivo: “Cuando escribí la historia y comenzamos a ensayar, la obra se transformó por la interacción con los actores y por sus propuestas. Ese es el proceso natural: el texto escrito en el día cero de ensayos es distinto al del estreno y será distinto al de esta nueva temporada”.
Ese carácter cambiante es, para él, una riqueza. Cada temporada, cada función abre nuevas posibilidades de lectura y permite que la obra se renueve. “El teatro, a diferencia de otras artes, es vivo. Por eso cada función es distinta, cada público hace que la obra se resignifique”, aseguró.
La obra nació en el marco de la maestría en Creación y Dirección Escénica de la Universidad del Valle, donde Pinzón encontró un equilibrio entre disciplina académica y libertad creativa. “La Universidad del Valle se ha caracterizado en los últimos 20 años por un profundo rigor teatral. Pero lo que me sorprendió fue su apertura. A pesar de que muchos la consideran una escuela ortodoxa y stanislavskiana, aquí hubo cabida para explorar la autoficción, siempre en relación con lo teatral”.
Ese contexto le permitió darle a CostalaZiones una base sólida y a la vez flexible. “Más allá de la indagación personal, lo que estaba en juego era qué de todo eso es teatral. Y eso se logra a través de una convención clara: una fábula que se cuenta desde distintos ángulos y que abre la posibilidad de múltiples interpretaciones”, explicó.
En última instancia, lo que Pinzón busca no es que el público conozca la historia de su familia, sino que reconozca la propia. “Lo primero que ocurre es que cada persona comienza a hacer conexiones con su pasado. No necesariamente con la historia que yo estoy contando, sino con la suya: ‘esto me recuerda a mi abuelo, esto a mis antepasados’. Ese es el mayor valor del teatro: generar una memoria compartida”, afirmó.
La Guerra de los Mil Días, recordó, fue una tragedia nacional que cobró entre 25 y 50 mil vidas en un país de apenas cuatro millones de habitantes. “Las formas de violencia han cambiado, pero seguimos viviendo confrontaciones que afectan multitudes de vidas. Espero que la obra permita hacer esa conexión entre lo que fuimos y lo que aún somos”, dijo.
La cita para ver esta obra será del 4 al 13 de septiembre en el Teatro Bernardo Romero Lozano, de jueves a sábado a las 7:30 p.m. Allí, cada función será un nuevo costalazo de memoria, un recordatorio de que la historia no solo habita en los libros, sino también en los cuerpos y voces de quienes la vivieron y de quienes hoy la ponen en escena.