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Historia de la literatura: “Los viajes de Gulliver”

En esta entrega de Historia de la literatura, presentamos una reseña de la novela satírica de Jonathan Swift, publicada en 1726.

Mónica Acebedo
04 de septiembre de 2021 - 02:00 a. m.
La primera edición de “Los viajes de Gulliver” se publicó en Reino Unido con la editorial de Benjamin Motte.
La primera edición de “Los viajes de Gulliver” se publicó en Reino Unido con la editorial de Benjamin Motte.
Foto: Getty Images

Los viajes de Gulliver es uno de los grandes libros de la literatura occidental e incluso de las letras universales. Se trata de una novela satírica y crítica, que, al igual que otras obras literarias subversivas y disruptivas, presenta un género difícil de clasificar. Algunos estudios literarios se han referido a esta obra como sarcasmo político; otros le han dado una lectura eminentemente sociológica y cultural; unos cuantos la han clasificado entre los libros de fantasía; también se han referido a ella como novela de aventuras; otros le han dado guarida en los anaqueles exclusivos de la literatura infantil y juvenil. Además, allende las letras impresas, el texto ha sido representado a partir de variopintas expresiones culturales como el teatro, el cine, la televisión, las caricaturas...

Escrita por el inglés Jonathan Swift, publicada por primera vez en 1726, corregida por él mismo y reeditada en 1735, la novela se presenta a la manera de la crónica de viajes, al igual que lo hizo Defoe con Robinson Crusoe unos años antes. Es decir, ya desde la estructura narrativa se puede sentir un tonillo paródico, ya que la literatura de viajes pululaba en exceso en la Inglaterra de aquella época.

Lemuel Gulliver, el protagonista, es un inglés londinense, médico, ingenuo, a quien le gusta mucho viajar. Actúa como el objeto de aprendizaje y conocimiento; es decir, Swift ejemplifica el empirismo propio de la Ilustración. Gulliver emprende cuatro viajes, cada uno muy diferente del otro, aunque en todos naufraga en islas o países lejanos.

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El primer naufragio lo lleva a una isla llamada Liliput donde reside una raza de gente doce veces más pequeña que el ser humano. El promedio es quince centímetros de altura. Allí, los habitantes lo reciben al principio con temor por su tamaño, pero luego son hospitalarios. Pronto se convierte en el favorito de la corte. De hecho, gracias a su porte, ayuda a los liliputienses a robar la flota enemiga. No obstante, cuando se da cuenta de las intenciones colonizadoras de sus anfitriones, se niega a convertir a esa nación en provincia de Liliput. Por esto, el rey y toda su corte lo acusan de traidor. Finalmente, logra escapar en un bote abandonado. En alta mar, un barco lo rescata y lo lleva de regreso a Inglaterra. El sistema político de esta isla es una crítica o burla al sistema monárquico parlamentario inglés y a la política expansionista de su país. También, su conversión a gigante y la mirada con lupa presentan otra perspectiva del comportamiento de los gobernantes.

Luego, llega a Brobdignac, en donde encuentra gigantes. Un granjero lo halla, lo trata con amabilidad y curiosidad, pero lo exhibe para ganar dinero. Es así como Gulliver puede recorrer y conocer en detalle aquel país. En la capital (Lorbrulgrut) es presentado como parte de un espectáculo ante la corte. La reina se fascina con él y decide comprarlo. Le construye una casa para que pueda ser transportado con facilidad. En algún momento, la casa es atrapada por un águila, que la suelta en el mar. Es recatado por un navío y, de nuevo, regresa a Inglaterra. Su visión de la sociedad y del comportamiento de los individuos, en este caso, es distorsionada y magnificada.

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En el tercer viaje, el barco en el que viaja es atacado por unos piratas. Llega primero a la isla flotante llamada Laputa; allí se cultiva la música y la matemática, pero no se usan de manera práctica. Guiado por un cortesano, ve la ruina que provoca la ceguera de la ciencia sin resultados prácticos. A continuación, llega a Glubbdubdrib, donde visita a un mago que le permite hablar con los fantasmas de hombres célebres del pasado. Luego, arriba a un lugar llamado Luggnagg; allí se encuentra con un grupo de hombre inmortales que se quedan para siempre en la vejez. Pasa por Japón y finalmente regresa a Londres. En estas paradas, claramente, se ríe de los matemáticos y científicos y sus investigaciones.

El último viaje es, probablemente, el más crítico y paródico de todos, ya que se burla de la naturaleza humana y su vida en sociedad. Llega al país de los Houyhnhnms. La tripulación del barco en el que viajaba Gulliver se amotina y lo deja tirado en aquella tierra. Allí se percata de que los caballos son los gobernantes. Ellos tienen que convivir con unas horribles criaturas deformes, irracionales y salvajes llamados yahoos (los seres humanos). Gulliver se convierte en un miembro de la compañía de los caballos y rechaza a los humanos, porque son seres despreciables que exacerban los vicios que la naturaleza les dio. Sin embargo, los caballos terminan por expulsar a Gulliver cuando se dan cuenta de que es un yahoo. Finalmente, regresa a Inglaterra y repudia a la humanidad, incluyendo a su propia familia.

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En suma, es una parodia de la naturaleza humana, sus gobernantes y sus sistemas políticos. Al mismo tiempo, es una mirada crítica al individuo, su vida en sociedad y los límites del entendimiento humano. Cada una de las naciones visitadas encarna alguna perspectiva sociológica: los liliputienses representan el orgullo del género humano; los gigantes simbolizan lo privado, lo personal y el lado físico de los individuos cuando se observan a través de una lupa; los laputienses, por su parte, aluden a la necesidad de integrar teoría y práctica; y, por último, los caballos ejemplifican el concepto de una vida racional e ideal que debe regirse por la moderación, de lo cual, al parecer, los humanos somos incapaces.

Por Mónica Acebedo

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