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Irene Vasco retrata a Colombia desde las vivencias de una adolescente

La escritora, en su novela corta “El último vuelo de Hortensia”, aborda el desplazamiento, el despojo de tierras y la delincuencia juvenil en Colombia desde las vivencias, recuerdos y anhelos de una adolescente campesina que se enfrenta al mundo ajeno y hostil de la ciudad.

Yorley Ruiz M.
17 de febrero de 2022 - 02:00 a. m.
Irene Vasco ha escrito alrededor de una cuarentena de títulos de literatura infantil y juvenil. Además, es una incansable promotora de lectura.
Irene Vasco ha escrito alrededor de una cuarentena de títulos de literatura infantil y juvenil. Además, es una incansable promotora de lectura.
Foto: Cortesía

¿Magia? ¿Para qué hablar de magia en medio de la violencia, la pobreza y el desplazamiento? Irene Vasco con su novela corta El último vuelo de Hortensia, publicada por Panamericana Editorial, acerca a sus lectores a un retrato de país visto desde los ojos de una adolescente que, aunque ignora los hilos que se tejen detrás de la convulsionada capital colombiana y lo que impulsó el desplazamiento de su familia y vecinos de su pueblo, habita cada uno de sus sucesos navegando con mayor ahínco hacia sus adentros, hacia sus raíces, hacia las particulares costumbres y personajes de su tierra, hacia su relación con el río, con el bosque, hacia las conversaciones con Cordilia, su madrina, la que le enseñó cómo afrontar a los duendes del monte, cómo interpretar los sonidos de los pájaros, la que sabía cómo hacer hechizos, la que sabía leer, cultivar, una mujer fuerte, digna y sabia. En esos años de infancia había crecido dentro de ella un oasis del que bebía cuando su presente parecía un desierto.

“Cordilia era la mujer más brava de por ahí. Vivía en un rancho, a las afueras del pueblo, camino al monte. Recogía el agua de la quebrada. En su solar sembraba cacao, café, maíz, trigo, fríjol y plátano. Criaba gallinas y patos, y además tenía un par de vacas lecheras. Buscaba chamizos para el fogón (…) Cocinaba para los 12 peones del patrón. Además, sabía leer”. *

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La magia que presenta Vasco no tiene destellos, ni bandas musicales de fondo, ni coreografías que bailen sus personajes, ni un príncipe azul, no, la magia que presenta esta autora -que ha recorrido el país como promotora de lectura y como tallerista de escritura- es la que brota luego de beber de las historias de los mayores, de las aventuras propias, de las preguntas sin respuesta, de aciertos, de encuentros felices, de pérdidas, del contacto con otros, con la naturaleza... Una magia consciente que forja un carácter y una forma de habitar el mundo.

Esta novela, que está dirigida a jóvenes y adultos, deja ver a sus lectores una realidad cruda desde los ojos de una adolescente que, además de su inocencia y de su propia magia, se ve envuelta en una realidad precaria de la cual Tomás, un joven que parecía ser su “salvador”, lo que termina es sometiéndola para beneficio propio, la termina envolviendo en actos delictivos, de los cuales no pareciera tener salida.

“Entonces tuvieron que empacar sus pocos trastos, pasar por la única notaría del pueblo a firmar con sus huellas dactilares -porque casi ninguno sabía leer ni escribir- las escrituras con las que traspasaban sus tierritas, ensillar las bestias, despedirse de sus animales y salir rumbo a la capital, que casi ninguno conocía, con los corazones destrozados y el pánico a flor de piel”.*

En esta novela hay unos matices con los que el lector o lectora no logran reunir suficientes argumentos para “juzgar” nada, más bien se presentan estas páginas como una revelación de las dificultades por la que los niños y jóvenes pasan debido a la violencia y al desplazamiento forzado, despierta horror e impotencia al imaginar cuántas Hortensias hay en las calles. Ella les pone un rostro a esas pequeñas manos que se estiran mientras se transita por la calle.

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En el arte, la protagonista encuentra un escape de esa realidad, ¿pero por cuánto tiempo?, ¿Tomás la someterá de nuevo? La autora da cuenta de una habilidad que esta joven de 15 años va fortaleciendo y desarrollando dentro del relato, que le permite volar entre los árboles y las calles de la jungla de cemento que es Bogotá, así como entre sus recuerdos y sus problemas. Luego de leer esta novela tal vez será difícil volver a ignorar o dar por hecho a las jóvenes que practican el arte callejero en los semáforos, ¿cuál es Hortensia?

“El gusto de volar, por encima de sus problemas, era aún más fuerte cuando, en medio de las telas, al ritmo de extrañas melodías que en su pueblo nunca había oído se encontraba con la entrenadora, Floria. Era su primera amiga desde la salida del pueblo”. *

Fueron dos años de escritura del libro, el cual, como lo dijo en su lanzamiento en conversación con Octavio Escobar, durante la 12 Feria del Libro de Manizales, se trata de un retrato de país, que fue moldeando “tomando prestadas las historias”, como dice ella, de las mujeres que fue encontrando en su paso por diferentes regiones del país, voces que fue tejiendo entre sí hasta lograr una narración que silencia la carrera frenética por el éxito, en el que parece imbuirse la vida adulta, para detenerse a mirar el país en el que crecen las nuevas generaciones.

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“Hortensia no les ponía atención a los gritos y las amenazas. Desde el mismo momento en que él había puesto sus garras sobre ella, se repetía incansablemente unas palabras: ‘Que me pueda escapar, que Tomás desaparezca, que Tomás desaparezca’”*.

* Fragmentos del libro “El último vuelo de Hortensia”.

Por Yorley Ruiz M.

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