Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

“La música llanera siempre ha tenido un papel narrativo”: Raúl Numerao

En el marco del 14º Festival de Literatura de Bogotá, cuyo lema es “Ma Bangaña: Oralitura y Tradición Oral”, la voz vuelve a ser protagonista. Y pocas voces encarnan con tanta fuerza esa unión entre canto, memoria y territorio como la de Raúl Numerao González, cantor tolimense que encontró en el joropo su identidad artística.

Maria Paula Valdés

31 de octubre de 2025 - 06:15 p. m.
El Festival de Literatura de Bogotá, con 13 versiones realizadas, es un evento masivo y gratuito organizado por la Fundación Fahrenheit 451
Foto: Cortesía
PUBLICIDAD

Numerao ha hecho de su voz no solo un instrumento musical, sino un puente vivo hacia las tradiciones campesinas y llaneras de Colombia. Su carrera reúne hitos memorables como la participación con la Filarmónica en Somos Música, la conquista de cuatro títulos en el Festival Internacional del Joropo y el Cimarrón de Oro en 1989, que avalan su liderazgo en el género.

Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar

Su trayectoria recorre escenarios populares, agrupaciones emblemáticas como Nueva Cultura y Cimarrón, y festivales nacionales e internacionales donde su interpretación ha sido reconocida y celebrada (Womad Toronto, Exposevilla y el Barbican Center de Londres). Pero más allá de los premios, lo que define a Numerao es la disciplina, la investigación y el compromiso con una tradición que narra la vida cotidiana, el trabajo del llano y la riqueza cultural del país.

En esta entrevista, compartió recuerdos de sus inicios, las enseñanzas recibidas de maestros como Carlos “Cuco” Rojas, y su visión de la música como relato y resistencia. Su aporte al reconocimiento de los Cantos de Trabajo de Llano como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO refuerza su compromiso con la identidad cultural y lo convierte en un referente importante del arte popular que lucha por sus preservación y transmisión a nuevas generaciones.

¿Qué recuerdos tiene de sus inicios musicales? ¿Cómo descubrió que su voz podía convertirse en instrumento para narrar la vida del campo y de la gente?

Mis inicios en la música se dieron gracias a mi madre, que era profesora de artesanía en escuelas distritales de música. Allí tuve mi primer contacto: escuchaba a maestros como Fernando León y a tiplistas con gran trayectoria que enseñaban música colombiana.

En primaria, en un colegio de curas, participé en un concurso. Como no había micrófonos, canté a capela frente a más de 1.500 estudiantes y quedé en segundo lugar. También me gustaba grabar casetes: ponía discos de Nino Bravo y otros baladistas de la época, cantaba encima y regalaba esas grabaciones a mi familia en Navidad.

Después, en otro colegio distrital, formé un trío con dos compañeros y también un quinteto vocal-instrumental llamado Auquis. En ese momento no era consciente de que mi voz fuera especial; simplemente disfrutaba cantar.

Read more!

Fue en el grupo Nueva Cultura donde me convertí en solista y descubrí el valor de mi voz. Allí también investigábamos sobre la música colombiana: sus ritmos, coplas y diversidad. Esa experiencia me hizo entender que mi voz podía ser un instrumento importante.

La confirmación llegó cuando empecé a presentarme en festivales y a ganar premios. Aunque no soy llanero de nacimiento, comprendí que mi voz tenía un lugar en el joropo y que podía ser vehículo para expresar y narrar la vida del campo y la gente.

Viene de otro territorio, pero fue el joropo el que lo abrazó como artista. ¿Qué lo llevó a encontrar en esta música su forma de expresión?

Ese encuentro llegó gracias al maestro Carlos “Cuco” Rojas. Estudiaba en la Academia Luisa Calvo cuando él me invitó a hacer parte del grupo Cimarrón porque no tenía cantante para unos conciertos. Así me acerqué a la música llanera.

Al comienzo fue un reto, porque me enfrentaba a un lenguaje y a unas palabras que no conocía. Tenía que preguntar, investigar y estudiar. Poco a poco fui montando temas criollos y entendiendo la conexión sociocultural de la Orinoquía.

No ad for you

Recuerdo que después de unos meses con Cimarrón, Cuco me dijo: “Váyase al Festival de San Martín, concursa en voz pasaje y métase en serio”. Fui, participé y quedé en segundo lugar en un festival internacional. Allí descubrí que lo que hacía tenía sentido, que mi voz era reconocida y aceptada por quienes vivían esa tradición.

Read more!

Ese momento marcó un antes y un después: me mostró que en el joropo podía encontrar un territorio de expresión y una identidad musical que me acompañaría desde entonces.

¿Cuál es la historia de su apodo artístico?

El numerao es un golpe tradicional llanero con una estructura armónica cerrada: tónica, dominante, subdominante, y no sale de ahí. Además, como su nombre lo indica, enumera cosas.

En los años ochenta empecé a interpretarlo en festivales y obtenía primeros y segundos lugares. No era un golpe común de cantar, y todavía no lo es. Una noche, en un parrando en Bogotá, el músico Manuel Orozco, a las dos de la mañana, se levantó con un vaso de whisky y brindó diciendo: “Hoy Raúl se llamará Raúl Numerao González”. Desde ahí el nombre se quedó conmigo.

No ad for you

Para mí ese apodo no solo es una anécdota, sino también un símbolo de cómo la música llanera me ha dado identidad y reconocimiento. Representa mi manera de cantar y mi lugar dentro de este folclor, que sigo difundiendo con pasión y compromiso.

Habla con frecuencia del maestro Cuco Rojas. ¿Qué enseñanzas recibió de él?

De Cuco aprendí, ante todo, la disciplina y la importancia de investigar. Él siempre insistía en ir a la fuente, y así fue como conocí a cultores como Pedro Flórez, un gran bandolista, cantante y bailador, que me enseñó mucho sobre lo que significa ser llanero: una persona humilde, trabajadora y profundamente conectada con su cultura.

Con Cuco comprendí que la música llanera no se limita a interpretar canciones, sino que implica entender el contexto social y cultural de la región. Él me motivó a reconocer el joropo con mi voz, a cantarlo con calidad, a estudiar sus raíces y, al mismo tiempo, a innovar.

Esa enseñanza de combinar disciplina, investigación y creación ha guiado todo mi trabajo posterior.

Los Cantos de Trabajo de Llano nos muestran que la música también narra. En su caso, ¿cómo entiende esa capacidad de la canción llanera para contar historias?

La música llanera siempre ha tenido un papel narrativo. Antes, los cantos relataban historias: del ánima de Santa Helena, de sucesos cotidianos, de la vida en el campo. Esa tradición oral se transmitía en las tardes, cuando los abuelos se sentaban a contar. Hoy, con la tecnología y la inmediatez, mucho de eso se ha perdido.

No ad for you

Los Cantos de Trabajo de Llano, que son Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, mantienen viva esa memoria. Yo mismo fui uno de los primeros en Colombia en grabarlos en disco, en proyectos como Cantan los alcaravanes, dirigido por Cuco Rojas.

Estos cantos acompañaban las faenas del campo: arrear ganado, ordeñar, recorrer largas distancias. El cabrestero guiaba la manada cantando, mientras los demás respondían con coros y japeos. No era solo música, era una manera de comunicarse con los animales y entre los mismos llaneros.

Incluso el sonido de la voz en el campo refleja esa conexión: los llamados a las vacas, a las gallinas o a cualquier animal son parte de un mismo universo sonoro que vincula al ser humano con su entorno. Esa es la magia de estos cantos: preservan historias y saberes sin necesidad de papel, porque nacen de la memoria colectiva.

¿Qué ha aprendido de su propia cultura al ver cómo reacciona el público extranjero?

Presentar la música llanera en escenarios internacionales ha sido revelador. En Europa, Canadá e Inglaterra, por ejemplo, noté que aunque yo no hablara bien inglés, la gente se conectaba con los cantos y hasta cantaba conmigo.

No ad for you

El joropo tiene una fuerza especial: es ternario, distinto al ritmo binario del pop o del rock. Esa diferencia sorprende al público extranjero y les genera curiosidad y emoción. Verlos bailar y disfrutar me hizo entender que nuestra música no solo comunica, también transforma.

Creo que a Colombia le falta mostrar mucho más de su diversidad musical afuera. Lo que más ha salido es la rumba —cumbia, vallenato, currulao—, pero la música llanera, con su riqueza, también merece tener un lugar destacado en el mundo.

En tiempos de cambios culturales, ¿qué legado le gustaría dejar como cantor para que estas músicas y relatos sigan vivos en las nuevas generaciones?

Quiero que la educación reconozca la música colombiana en todos los niveles: primaria, secundaria y universidad. Siento que hace falta volver la mirada hacia nuestras raíces y enseñar la diversidad de nuestro país.

Mi legado sería lograr que los jóvenes canten, bailen y disfruten de nuestras músicas tradicionales. Que no olviden que somos colombianos y que la tradición es parte de nuestra identidad. Me llena de esperanza ver cuando un niño o un joven interpreta un joropo o cualquier otra música del país; ahí está la clave para que esta cultura siga viva.

No ad for you

Por Maria Paula Valdés

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.