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“La palabra ‘víctima’ ya no alcanza y deshumaniza”: Alma Delia Murillo

Alma Delia Murillo retrata en su obra la lucha de las madres buscadoras frente a más de 130.000 desaparecidos en México.

Ana Báez - EFE

24 de agosto de 2025 - 01:06 p. m.
La escritora mexicana Alma Delia Murillo durante una entrevista en la Feria Internacional del Libro en Ciudad de Panamá (Panamá).
Foto: EFE - Bienvenido Velasco
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Ante los más de 130.000 desaparecidos en México, la escritora Alma Delia Murillo denunció en “Raíz que no desaparece” la “necropolítica de los partidos” y la “deshumanización del exterminio”. Su libro rompe la frialdad de las cifras al dar voz a los sueños de las madres buscadoras, un recurso que las fiscalías suelen despreciar al encasillarlas únicamente como “víctimas”.

“La palabra ‘víctima’ ya no alcanza y deshumaniza (...) porque los partidos políticos y los gobiernos toman esa palabra y la convierten en Comisión de Víctimas”, afirmó la mexicana, en alusión a la “perversa” institucionalización de la violencia, mediante la cual además se espera que las víctimas se comporten de cierta manera: que sean “puras y perfectas”.

Para Murillo, este país -tapizado en un 75 % con fosas clandestinas- padece una “falta de lenguaje en lo político, institucional e incluso académico”.

De ese vacío brota “Raíz que no desaparece”, su última novela, con la que se aleja de los saberes “puramente racionales” y de “la cárcel ideológica bastante estúpida de los partidos”, para leer los códigos premonitorios inscritos en los sueños de las madres buscadoras.

“Ellas sueñan con una precisión inexplicable dónde están sus hijos. Me han contado el nombre de la calle, la ropa que llevaban puesta”, relató la autora, en referencia a las entrevistas que mantuvo con las madres durante la escritura de esta ficción en la que Ada busca a su hijo Marcos con sus manos, corroídas por la tierra, y entre sueños, cuando duerme.

En ese espacio onírico, reflexionó, los árboles se comunican mediante “inteligencia vegetal” -a través de la negrilla de su corteza o la mirada de sus ocelos- para hablar de lo que habita en las raíces de los campos, bosques, zonas agrícolas y ganaderas: “cuerpos asesinados y violentados”. Ese “chispazo” lo tuvo cuando cortaron la emblemática palmera de la glorieta de Paseo de la Reforma, en Ciudad de México, y la reemplazaron con un ahuehuete que, finalmente, terminó muriendo.

Sobre esa tierra infértil y enferma hoy se levanta un antimonumento dedicado a las personas no localizadas, porque, insistió, “en este país todos los días, cada 45 minutos, desaparece alguien”.

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Además, expuso: “Si le pones atención a la ciudad, la tragedia está en todas partes: en las fotos colgadas en las calles, en los mensajes escritos sobre los muros, en las huellas de las marchas”. “El relato está ahí, pero no queremos verlo”, confesó. Por eso, en el libro puso una ”lista” de casi 30 páginas, con “todos esos nombres, para interpelarnos entre nosotros”.

“Trascender la imbecilidad”

Esta “raíz no desaparece”, aclaró, pues las madres y las familias a las que les falta un desaparecido no van a dejar de buscar, porque es una raíz encarnada en “la sangre” de esta y de las próximas generaciones.

Defendió que esta obra es un “grito al México de 2025 de que tenemos que trascender la imbecilidad limitante de los partidos políticos”, que desde hace 50 años “le deben a su gente dejar de ser omisos, negligentes y, en muchos casos, cómplices”, refiriéndose particularmente al pacto del Estado con el crimen organizado.

“Hace 30 años había tres carteles; hoy hay 18 (...) y los últimos tres sexenios acumulan 100.000 personas desaparecidas, o sea, ninguno ha sido suficiente y la historia se repite”, argumentó la novelista sobre la gestión de los últimos tres partidos en el poder: el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Acción Nacional (PAN) y Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), grupo político al que pertenece la presidenta de México, Claudia Sheinbaum.

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Sobre la culminación de este “exterminio”, Murillo lamentó “profundamente” no tener una respuesta “optimista”, debido a que vislumbra, más pronto que tarde, este problema “nos va a tocar en el corazón” de la Ciudad de México, por eso, dijo, pensé en “la metáfora de la palmera y el ahuehuete”.

“En ese momento, México se va a plantear que el Estado tiene que dejar de pactar con el narco, porque va a tocar a las regiones que siempre hemos sido privilegiadas, a los que nos pensábamos intocables”, concluyó.

Por Ana Báez - EFE

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